'Ser¨ªa feliz viviendo en Grecia como un ciudadano m¨¢s'
Tiene 60 a?os, cinco hijos, una sonriente esposa de origen dan¨¦s y una medalla ol¨ªmpica de oro, aunque muy poco oro. Que Constantino es pobre lo sabe todo el mundo. Pero ahora esto puede cambiar: el Tribunal de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, ha dictado una sentencia por la que el Gobierno griego deber¨¢ devolver las propiedades confiscadas al derrocado monarca o compensarle econ¨®micamente. Constantino prefiere recuperar lo que era suyo (palacio y tierras), pero la otra parte se inclina por la indemnizaci¨®n, que podr¨ªa alcanzar los 400 millones de libras (m¨¢s de 100.000 millones de pesetas). Pregunta. ?C¨®mo ha recibido el fallo de Estrasburgo? Respuesta. Con mucha satisfacci¨®n, porque la sentencia reconoce que fueron violados mis derechos humanos, aunque lamento no haber tenido m¨¢s remedio que llevar a mi pa¨ªs ante ese tribunal. Si no hubiera actuado as¨ª, mis descendientes podr¨ªan reprocharme por no haberlos protegido. Sigo sin entender por qu¨¦ el Gobierno griego consider¨® que era importante quitarme mi casa y mis propiedades. P. Pero la sentencia no dice que sea ilegal la confiscaci¨®n de sus propiedades, que cont¨® con la aprobaci¨®n del Parlamento griego. R. Eefectivamente, la sentencia dice que, si se quieren quedar con mis propiedades, tienen derecho a ello, pero establece que deben pagar una compensaci¨®n. P. ?Cree usted que el Gobierno griego le dar¨¢ dinero o le devolver¨¢ las propiedades? R. No lo s¨¦. Hasta ahora el Gobierno griego ha declarado que no va a negociar, aunque el Tribunal de Estrasburgo recomienda que negociemos un acuerdo. Por mi parte estoy dispuesto a negociar donde y cuando el Gobierno griego quiera. Pero hay un tiempo l¨ªmite. La sentencia dice que debemos resolver todo esto en seis meses. O sea, que les quedan cuatro meses. P. ?Usted qu¨¦ prefiere, sus propiedades o el dinero? R. Quiero mi casa. Y mis tierras. En 1992 el Gobierno y yo llegamos a un acuerdo que luego pas¨® por el Parlamento y en ¨¦l ya se zanj¨® el asunto de los impuestos que se me reclamaban. Tengo un documento de las autoridades griegas reconociendo que no debo nada. No entiendo por qu¨¦ dicen ahora que debo impuestos. P. Usted ha dicho que ser¨ªa mejor que le devolvieran las propiedades, no s¨®lo porque eso es lo que usted y su familia desean, sino tambi¨¦n porque de ese modo los contribuyentes griegos no tendr¨¢n que pagar de sus bolsillos la fuerte indemnizaci¨®n econ¨®mica. R. Exacto. Y por eso me pregunto cu¨¢l es la raz¨®n que lleva al Gobierno griego a imponer a los contribuyentes esa carga optando, si es que finalmente lo hace, por pagar y no por devolver. P. En Espa?a tiene usted fama de ser pobre. Cuando viene en verano a Mallorca, nuestros Reyes corren con todos los gastos. Ahora la gente ver¨¢ que por fin usted ya no va de pobre, sino al rev¨¦s. Usted va a ser muy rico. R. No cantemos victoria. P. Pero si, en lugar de darle dinero, le devuelven el palacio y otras propiedades, ?podr¨¢ mantener los gastos? R. Bueno, cuando se presente el problema ya lo resolver¨¦. P. ?C¨®mo? ?Vendiendo algunas de las propiedades recuperadas en Grecia? R. S¨ª. Pero ya le digo que es muy arriesgado anticipar acontecimientos. Veremos qu¨¦ decide el Tribunal de Estrasburgo si el Gobierno griego no se aviene a negociar conmigo. Entonces ¨¦l dir¨¢ cu¨¢nto deben pagarme. P. ?De cu¨¢nto dinero se habla? R. La valoraci¨®n que han hecho los expertos a los que les he encomendado ese trabajo es de 165.000 millones de dracmas. Mis matem¨¢ticas no son muy buenas, pero creo que, aproximadamente, son unos 300 millones de libras (unos 78.000 millones de pesetas). Y la valoraci¨®n del Gobierno griego, la que han hecho las empresas de tasadores que ellos han contratado, sube algo m¨¢s: 185.000 millones de dracmas, unos 450 millones de libras. P. ?Y qu¨¦ va a pasar con su ciudadan¨ªa? ?Ha llevado tambi¨¦n este asunto a Estrasburgo? R. El Gobierno griego tambi¨¦n nos quit¨® nuestros pasaportes, pero esto es otro tema, y no lo hemos abordado ahora. P. ?Tiene alg¨²n inconveniente en revelar qu¨¦ tipo de pasaporte utiliza, de qu¨¦ nacionalidad, de qu¨¦ pa¨ªs? R. ?se es un asunto m¨ªo privado. P. Se lo pregunto por si lleva usted un pasaporte espa?ol. R. Todo el mundo quiere saber qu¨¦ pasaporte uso. P. ?Qu¨¦ puede decirme de esa reciente casi profanaci¨®n de varias tumbas de su familia en Grecia? R. ?Qu¨¦ voy a decirle! Considere que mi bisabuelo fue asesinado despu¨¦s de haber liberado Sal¨®nica en 1913. Fue el primero en ser enterrado en el palacio de Tatoi. Hemos pasado dos guerras mundiales. Revoluciones. Guerras internas. Es la primera vez que ocurre algo as¨ª en nuestras tumbas: motoristas con cadenas destrozando l¨¢pidas y cruces... Aunque debo reconocer que much¨ªsima gente de distintas ideas pol¨ªticas en Grecia, y fuera de Grecia, se han indignado hasta el punto de que incluso algunos creen que no se trata de un acto cometido por v¨¢ndalos griegos. Qui¨¦n sabe. P. ?Cu¨¢ndo piensa volver a su pa¨ªs, si se lo permiten? R. No lo he pensado. Desde luego, cuando se celebren en 2004 los Juegos Ol¨ªmpicos. Pero quiero decirle una cosa. Todos los pueblos tienen derecho a elegir la forma de gobierno que m¨¢s les convenga. Si en mi pa¨ªs, en Grecia, eligieron la rep¨²blica, me parece muy bien. Est¨¢n en su derecho. Pero hay que tratar a todos por igual. Ni a m¨ª ni a mis hijos se nos permite tener all¨ª nuestra casa, entrar o salir del pa¨ªs como al resto de la gente. Van a cumplirse 30 a?os desde la instauraci¨®n de la rep¨²blica. ?Cu¨¢l es la raz¨®n por la que siguen atac¨¢ndome? Y he dicho muchas veces que respeto la Constituci¨®n griega, y que ni yo ni nadie de mi familia har¨¢ nunca nada que pueda poner en peligro la rep¨²blica. Todo lo que quiero es ser tratado con la correcci¨®n que merezco. P. ?No ha cambiado esa actitud hostil entre la gente joven? R. S¨ª. Las nuevas generaciones no entienden esos ataques contra mi persona. La gente joven no est¨¢ implicada en las cosas que ocurrieron en el pasado. P. ?Piensa a veces en volver al trono de Grecia o en que su hijo Pablo pueda llegar algun d¨ªa a ser rey? R. No. No pienso en eso. ?Qui¨¦n puede predecir qu¨¦ ocurrir¨¢ en el futuro? De momento, Grecia tiene una rep¨²blica. Eso es todo. Y no ambicionamos cambiar el sistema. P. Pero la nostalgia existe. R. Por supuesto. Y es algo caracter¨ªstico de los pueblos mediterr¨¢neos. Cualquier griego que viva en el extranjero, incluso voluntariamente, siente la nostalgia de su pa¨ªs. A los espa?oles les ocurre igual. M¨¢xime si se le proh¨ªbe a uno volver a su patria. Pero no hay que pensar en el pasado. Hay que mirar al futuro. P. Sin embargo, usted habr¨¢ de pensar en m¨¢s de una ocasi¨®n que fue educado para ser rey. Incluso se esperaba que usted fuera un buen rey. As¨ª lo afirm¨® Papandreu en 1964 en una entrevista a un peri¨®dico norteamericano: 'Constantino ser¨¢ un buen rey', dijo. R. Es cierto. Pero todo aquello, el golpe militar, la junta, mi marcha del pa¨ªs, ocurri¨® cuando yo era muy joven. Afortunadamente he podido adaptarme y crear una familia. Cuando uno es joven se adapta con m¨¢s facilidad a cualquier cosa. Pero, desde luego, el deseo de volver al hogar existe, aunque sin sentimentalismos. Nada de pensar en que me gustar¨ªa volver a ser el jefe del Estado en Grecia. Eso no est¨¢ en mi mente. Tengo que vivir con lo que decidi¨® el pueblo griego. Y me parece bien. Todo lo que quiero es poder volver a mi pa¨ªs. Ser¨ªa muy feliz viviendo en Grecia como un ciudadano m¨¢s. P. Ya que hablamos de aquella ¨¦poca, del golpe y de su intento fallido de contragolpe, me gustar¨ªa que aclarase c¨®mo fue exactamente aquella llamada que usted hizo al entonces embajador de EE UU en Grecia pidiendo que se acercara a las costas la Sexta Flota. R. Lo que le dije al embajador de EE UU la misma ma?ana que me marchaba al norte del pa¨ªs es que informara al presidente de que iba a intentar reinstaurar la democracia. Le ped¨ª que el mensaje que hab¨ªa grabado para el pueblo griego lo transmitiera La Voz de Am¨¦rica. Pero no lo hizo. P. Por lo visto, la CIA se fiaba m¨¢s de los coroneles que de usted. R. Pregunte eso mismo a la CIA. Me encantar¨ªa saber lo que le dicen, aunque no s¨¦ cu¨¢ntos seguir¨¢n todav¨ªa con vida. Lo cierto es que muchos embajadores env¨ªan telegramas a sus respectivos gobiernos que no reflejan en absoluto lo que ocurre en el pa¨ªs donde son embajadores, sino aquello que mejora su propia imagen o resalta su importancia. P. ?No pidi¨®, por tanto, ayuda militar? R. En absoluto, aunque se dijo que mi secretario particular fue a comunicar al embajador de Estados Unidos que el rey ver¨ªa con buenos ojos una intervenci¨®n de aquel pa¨ªs. Es posible que mi secretario, que era muy af¨ªn al partido conservador, lo hiciera por su cuenta. En tres ocasiones, el jefe del partido conservador me pidi¨® que diera un golpe con el Ej¨¦rcito. Y me negu¨¦. P. Forma parte de la leyenda de un rey destronado decir que abandon¨® su pa¨ªs con lo puesto. En su caso se dijo, o usted mismo dijo, que sali¨® en avi¨®n con destino a Roma pr¨¢cticamente sin nada. Pero se supo que les segu¨ªa otro avi¨®n cargado de maletas, con las joyas de la reina y el ginec¨®logo que la atender¨ªa en el exilio. R. La reina estaba embarazada. En realidad, mi avi¨®n era muy peque?o. Pero recuerdo que el doctor ven¨ªa en mi avi¨®n. Tambi¨¦n el primer ministro. El resto del s¨¦quito iba en el segundo avi¨®n. Dejamos Atenas para ir al norte con el fin de actuar contra los coroneles. No pensaba en ning¨²n momento en ir al extranjero, sino en regresar a casa al anochecer. Cuando fracas¨¦ en mi intento de levantar al Ej¨¦rcito contra los coroneles, es cuando tuvimos que poner rumbo a Roma. Por cierto, con el combustible justo. Llegamos all¨ª con las luces del combustible en rojo. P. O sea, que es falso lo de las maletas y las joyas en el segundo avi¨®n. R. La ¨²nica ropa que tuve en Roma fue la que me envi¨® el Rey de Espa?a. Varios trajes y camisas. Yo vest¨ªa el uniforme militar. P. Quiero preguntarle algo en relaci¨®n con la amenaza de ETA a un miembro de su familia. Hace pocos d¨ªas se supo que su hija Alexia estaba en la lista. ?Les preocupa mucho? R. Nos preocupa. Pero no s¨®lo a nosotros. Hemos pensado en todas las familias y en todas las personas que a lo largo de los a?os han sido v¨ªctimas del terrorismo en Espa?a. Pero ¨¦se es un problema com¨²n en todos los pa¨ªses democr¨¢ticos. Lo dif¨ªcil es marcar la l¨ªnea que separa lo que se puede o no se puede hacer en una democracia para combatir el terrorismo sin vulnerar los derechos humanos. P. ?Cree usted que en Espa?a se est¨¢ actuando correctamente en esa lucha? R. Creo que hacen lo que hay que hacer. No se puede hacer m¨¢s. P. Por ¨²ltimo, d¨ªgame qu¨¦ hace usted, a qu¨¦ dedica su tiempo. R. Tengo una oficina en Londres. Sigo los acontecimientos de mi pa¨ªs. Atiendo la correspondencia. Este a?o, s¨®lo en Navidad, hemos recibido m¨¢s de 55.000 cartas y telegramas. Recibo a gente que viene de Grecia. Toda clase de gente. Vienen a pedirme ayuda cuando necesitan resolver un problema m¨¦dico. Y viene gente joven, estudiantes, posgraduados. Tambi¨¦n ocupa mi tiempo el trabajo en el Comit¨¦ Olimpico Internacional y en la Federaci¨®n Internacional de Vela. Y tambi¨¦n me dedico a proyectos educativos. P. ?Cree que el hecho de haber sido rey en el pa¨ªs donde se van a celebrar los pr¨®ximos Juegos Ol¨ªmpicos y el hecho de formar parte del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional mejorar¨¢ su imagen en Grecia? R. He hecho todo lo que estaba a mi alcance para que esos Juegos se celebren en mi pa¨ªs. Lo que m¨¢s me interesa es que sean un ¨¦xito. Barcelona puso el list¨®n muy alto. P. Como buen deportista, usted sabe no s¨®lo ganar, sino tambi¨¦n perder. ?Lamenta algo en su vida? R. S¨ª, lamento no haber hecho mejor lo que hice. P. ?Se refiere al contragolpe militar fallido? R. Mi ¨²nico deseo fue evitar un derramamiento de sangre. Evitar una guerra civil. P. Ahora, ya con 60 a?os, tendr¨¢ que ir pensando en su jubilaci¨®n, en retirarse, ?no cree? R. Me jubilaron cuando ten¨ªa 27 a?os y desde entonces ya no tengo de qu¨¦ retirarme. P. Claro, disc¨²lpeme, no hab¨ªa ca¨ªdo en la cuenta. Pero d¨ªgame una ¨²ltima cosa. ?Qu¨¦ experiment¨® cuando supo que su cu?ado, el Rey de Espa?a, tuvo que enfrentarse un 23 de febrero con otro coronel? R. Me qued¨¦ horrorizado. Pero la manera en que el Rey manej¨® la situaci¨®n fue excepcional. Tambi¨¦n tuvo much¨ªsima suerte. No olvide que el golpe se produjo a la luz del d¨ªa. Se mantuvieron abiertas todas las comunicaciones; mientras que en mi caso el golpe se produjo en mitad de la noche. Todo dej¨® de funcionar: tel¨¦fonos, televisi¨®n, todo. No hubo comunicaciones. Lo ¨²nico que pude hacer es hablar con el primer ministro, al que ya estaban sacando los coroneles de la cama... y luego lo v¨ª, m¨¢s blanco que la pared. Me inform¨® del golpe. Y me pregunt¨®: '?Qu¨¦ va a hacer su majestad?'. Y yo le dije: 'Eso quiero saber, ases¨®reme usted', y ¨¦l me dijo que deb¨ªa arrestar a los golpistas. Yo le dije: 'De acuerdo', y entonces me lo llev¨¦ hacia la ventana y le hice mirar fuera, y le pregunt¨¦: '?Qu¨¦ ve usted all¨ª?'. Y ¨¦l dijo: 'Veo tanques y soldados'. Y yo le dije: 'No controlo a esa gente, ?c¨®mo me recomienda que los arreste?'. Entonces el primer ministro sonri¨®. Y le dije que lo ¨²nico que se me ocurr¨ªa era tratar de formar un Gobierno con el menor n¨²mero de militares y encabezar ese Gobierno con un civil, y ganar tiempo... P. Eso debi¨® de ser una pesadilla. ?Necesit¨® ayuda psicol¨®gica para recuperarse? R. La ayuda psicol¨®gica es una cosa moderna. Ahora le dan ayuda psicol¨®gica a un polic¨ªa cuando presencia un accidente de tr¨¢fico para que supere el trauma. Entonces hac¨ªas lo que ten¨ªas que hacer sin ayuda. P. Es decir, que usted no ha necesitado nunca ese tipo de ayuda: un psic¨®logo, un psiquiatra, ?nunca? R. No, nunca; aunque quiz¨¢ necesite llamar a uno cuando acabe de hablar con usted.
'Respeto la Constituci¨®n griega y nunca har¨¦ nada que ponga en peligro la Rep¨²blica'
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