Neonatolog¨ªa

Hace cuatro a?os y medio nac¨ªa mi hijo Diego en el hospital Santa Cristina, de Madrid. Treinta y tres semanas, 1.700 gramos de peso, sufrimiento fetal; no respiraba. Su supervivencia era m¨¢s que dudosa. En manos del servicio de neonatolog¨ªa del hospital, mi hijo super¨® sus problemas de nacimiento, y hoy es un ni?o sano y feliz. Le hicieron viable, como a tantos otros ni?os, incluso m¨¢s peque?os, m¨¢s inmaduros, m¨¢s dudosos. Para m¨ª es un milagro; para ellos, su trabajo; para m¨ª fueron 40 d¨ªas; para ellos, cada d¨ªa de muchos a?os. La eficacia del servicio s¨®lo se entend¨ªa -se entiende- por el equipo humano: los m¨¦dicos ('son fr¨¢giles resistentes', nos consolaba el jefe del servicio), las ATS (las recuerdo canalizando con delicadeza de hadas esos vasitos finos como hilos), las auxiliares (que hasta me dieron las primeras lecciones para madres primerizas), la logopeda (que, lo primero, le ense?¨® a succionar), la psic¨®loga (que me quit¨® de la cabeza la angustia de pensar que un ni?o incubado tanto tiempo podr¨ªa resultar una especie de monstruo social), la fisioterapeuta... Todo un equipo: magn¨ªfico, eficaz, experimentado. ?C¨®mo es que lo desmontan ahora ?-