Rotundo Sharon
Los israel¨ªes han preferido optar por la seguridad antes que por la paz. A ese objetivo b¨¢sico responde el rotundo triunfo de Ariel Sharon, halc¨®n de halcones, en las elecciones celebradas ayer. Los resultados conocidos esta madrugada daban una ventaja de m¨¢s de veinte puntos, no por prevista menos preocupante para la estabilidad de la regi¨®n. Menos de dos a?os despu¨¦s de que el laborista Ehud Barak triunfara en las elecciones directas a primer ministro, el suelo pol¨ªtico se le ha derrumbado bajo los pies y se ha visto barrido por Sharon en los comicios adelantados ante la falta de mayor¨ªa en el Parlamento. Barak hab¨ªa prometido paz, seguridad y reformas sociales, pero no ha respondido a ninguna de estas expectativas. Los israel¨ªes le han tomado miedo a la situaci¨®n de inseguridad. A la vez, los laboristas se han enajenado a los ¨¢rabes israel¨ªes, algo m¨¢s del 13% del censo, que ayer se abstuvieron masivamente ante lo que consideran un asunto entre israel¨ªes. Y sin el voto ¨¢rabe la izquierda puede aspirar a poco.
La nueva Intifada palestina, fruto de la frustraci¨®n de un pueblo, est¨¢ resultando mucho m¨¢s violenta que la anterior. Por eso ha ganado Sharon. Porque los israel¨ªes creen que este duro, dirigente hist¨®rico del conservador Likud, puede poner firmes a los palestinos y acabar con las manifestaciones y atentados. Nada menos seguro, aunque tenga cartas para jugar frente a los palestinos, principalmente el levantamiento de un bloqueo que est¨¢ asfixiando econ¨®micamente los territorios controlados por Arafat. Pero la situaci¨®n es lo suficientemente explosiva como para descartar un empeoramiento.
La aplastante victoria del ex responsable de la invasi¨®n de L¨ªbano, el impulsor de asentamientos jud¨ªos en territorios ocupados y el que en oto?o pasado socav¨® los esfuerzos para la paz con su provocadora visita a la Explanada de las Mezquitas en Jerusal¨¦n, no significa que los israel¨ªes no quieran paz, sino que rechazan la que dibuj¨® Barak. Y sin embargo, hay que reconocer que Barak, pese a sus zigagueos, ha puesto sobre la mesa los elementos esenciales de lo que puede ser un d¨ªa un acuerdo de paz: la divisi¨®n de Jerusal¨¦n, a¨²n tab¨² para tantos israel¨ªes, y la cesi¨®n de m¨¢s de un 90% de los territorios ocupados. Ahora Sharon intentar¨¢ cerrar ese camino abierto y hacer retroceder la moviola a una situaci¨®n anterior a los acuerdos de Camp David, las propuestas de diciembre de Clinton y los compromisos de Taba. Sharon no quiere paz, sino una situaci¨®n de no beligerancia rec¨ªproca.
En poco tiempo, dos variables centrales en la ecuaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo han cambiado, aumentando la incertidumbre. Por una parte, Sharon se hace con la jefatura del Gobierno. Por otra, en la Casa Blanca se ha instalado George W. Bush. La futura pol¨ªtica del nuevo presidente respecto a este conflicto es a¨²n una inc¨®gnita. Y mientras tanto, Arafat espera, subido sobre el carro de las protestas, a v¨¦rselas con el nuevo interlocutor israel¨ª. Su discurso se ha endurecido en los ¨²ltimos tiempos, en previsi¨®n de este resultado, lo que no ha contribuido a apaciguar los ¨¢nimos ni de los suyos ni de los israel¨ªes.
Sharon ser¨¢ primer ministro. Pero necesitar¨¢ un Gobierno sobre el que apoyarse. Ante la atomizaci¨®n del Parlamento, puede optar por elecciones legislativas anticipadas si la C¨¢mara se autodisuelve o si a finales de marzo no ha aprobado el Presupuesto para 2001; puede intentar formar una coalici¨®n que excluya a los laboristas, pero que resultar¨¢ estrecha y muy inestable y le pondr¨¢ en manos de los m¨¢s extremistas, o, finalmente, puede tratar de buscar un pacto para construir un Gobierno de concentraci¨®n nacional con los laboristas y otros partidos moderados, que habr¨ªa de ser lo suficientemente ambiguo respecto al proceso de paz. Para las perspectivas de paz, estabilidad y para la imagen internacional de Israel, ¨¦sta ser¨ªa la mejor soluci¨®n. No hay que descartar que los adversarios acaben uni¨¦ndose.
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