Un asunto de periferia
El periodista Jordi Sebasti¨¤ ha escrito una peque?a y vigorosa novela que, adem¨¢s, me parece un buen documento de urban¨ªstica y sociolog¨ªa. Como suelen ser las novelas negras, con la diferencia de que Un assumpte de perif¨¨ria nos habla de una realidad que nos es geogr¨¢ficamente muy pr¨®xima: una barriada perif¨¦rica de Burjassot, en la metr¨®polis de Valencia. Cuando la construyeron se la conoc¨ªa como las 613 Viviendas, pero luego fue bautizada como Lian San Po. A¨²n se le conoce con este extravagante apodo, desconocido para la gran mayor¨ªa de los ciudadanos, quiza ignorantes de lo que fue el crecimiento salvaje en la ¨¦poca franquista, cuyas secuelas colean. Tampoco es un caso urbano aislado (?recuerdan, por ejemplo, las 1.000 Viviendas de Alicante?), ni sus historias humanas son ¨²nicas, porque la degradaci¨®n urban¨ªstica y social persiste.
Viene esto a cuento tambi¨¦n de otras realidades que acaban de construirse muy cerca de las 613 viviendas, en vecindad al barrio de La Coma, en el t¨¦rmino de Paterna, de cuyo casco est¨¢ territorialmente separado. La expansi¨®n metropolitana genera planes desconexos y puebla la zona de urbanizaciones que empiezan a rodear el barrio pero procurando marcar sus fronteras con cerramientos que impidan la vista y el paso a extra?os. Constituida por bloques de vivienda social y con unas dimensiones generosas de viario, La Coma est¨¢ considerada un lugar m¨¢s o menos marginal. En su origen, hace unos veinte a?os, se pretendi¨® asentar ciudadanos pobres, gentes en paro, familias con miembros problem¨¢ticos: componentes y v¨ªctimas de la sociedad. Convertido ahora el oeste de la metr¨®polis en una zona de moda, ejerciendo la carretera de Ademuz de eje, las promociones en los t¨¦rminos de Paterna, Godella o Rocafort crecen, mientras La Coma, desatendida en tantos aspectos y con una poblaci¨®n muy joven, se convierte en un grano inc¨®modo para sus recientes vecinos de unifamiliares.
A pesar de la enorme diferencia en el tipo de viviendas (calidad de materiales, espacios interiores, jardines privados), existe m¨¢s de una coincidencia entre La Coma y algunas de esas urbanizaciones. Una y otras son periferia, uno de cuyos caracteres es estar constituida por barrios dormitorio, barrios monocordes de arquitectura residencial. En la periferia no existe la complejidad (residencia, trabajo, compras, estudio, ocio...) de la ciudad europea cl¨¢sica. El ciudadano, a gusto o disgusto seg¨²n los casos, vive sin compaginar la vida privada en su casa con la posibilidad de ejercer la comunitaria de la plaza p¨²blica, entre otras cosas porque la plazas no suelen existir. La urbe se empobrece sociol¨®gicamente, se extiende simplificando el territorio, se necesitan m¨¢s desplazamientos individuales en coche, ya que el transporte p¨²blico no puede llegar satisfactoriamente a los tejidos urbanos de unifamiliares, menos densos y m¨¢s dispersos (los costos de un transporte p¨²blico eficiente, que llegase a todas partes, lo hacen sencillamente inviable). Por otro lado, es parad¨®jico que la te¨®rica ciudad jard¨ªn que pretenden ser algunas de esas nuevas urbanizaciones (nada que ver con las ideas de Ebenezer Howard) crezca a base de destruir pinadas hist¨®ricas, aunque el desarrollo de la metr¨®polis valenciana hacia el oeste (el secano) no sea el m¨¢s problem¨¢tico. En medio de ese crecimiento, La Coma puede remachar su condici¨®n de gueto involuntario, rodeada por urbanizaciones autistas.
La periferia de la ciudad no es, pues, lo que era hace s¨®lo treinta a?os. Antes la identific¨¢bamos con barriadas constituidas por bloques de residencias plurifamiliares, ocupados por las sucesivas oleadas de emigrantes, trabajadores de una econom¨ªa industrial. Hoy en la periferia hay que sumar otros fen¨®menos, seg¨²n parece indicativos del aumento del nivel de vida: los centros de ocio o comercio sin contexto urbano y las urbanizaciones de unifamiliares que est¨¢n extendiendo la metr¨®polis, su realidad f¨ªsica y su radio de influencia, mucho m¨¢s de lo que era imaginable. Es una progresi¨®n inconexa, descoyuntada, entre otras cosas porque el ¨¢rea metropolitana a¨²n est¨¢ por reconocerse, institucionalizarse y ordenar un poco su marcha. ?ste es el primer defecto de nuestro urbanismo, su escala de fronteras municipales, sin una capital dispuesta a ejercer de l¨ªder en la coordinaci¨®n metropolitana. Por otro lado, con el tipo de metr¨®polis que se insin¨²a abandonamos paulatinamente las ventajas de la ciudad compacta y entramos en la marea de la dispersi¨®n, que tan mal se aviene con los criterios de la sostenibilidad. Es curioso, el crecimiento salvaje de otra ¨¦poca, tan bien retratado en la novela de Jordi Sebasti¨¤, se emparenta con el desbocado de los ¨²ltimos a?os, que da lugar a nuevos fen¨®menos perif¨¦ricos o repite violaciones sobre las tramas hist¨®ricas.
Carles Dol? es arquitecto-urbanista.
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