Cogida de Julio Pedro Saavedra
El primer novillo de la tarde cogi¨® a Julio Pedro Saavedra, as¨ª, sin especial aparatosidad, como quien no quiere la cosa; y resulta que le peg¨® dos cornadas. Lo que es la vida.
Apenas nadie se apercibi¨® de las cornadas, tan insustancial hab¨ªa sido el percance. Ocurri¨® al engendrar un natural; y en pleno curso, el novillo met¨ª¨® revoltoso la cabeza donde no deb¨ªa, un asta la trab¨® entre las piernas del torero que anduvo unos segundos a caballito, y cuando se libr¨® del zarandeo no hab¨ªa perdido el equilibrio ni nada.
'Ha salido eliseo', alguien coment¨®. Pero qu¨¦ eliseo ni qu¨¦ ocho cuartos: iba cojo el torero, cada vez m¨¢s, y requiri¨® la ayuda de un asistente que baj¨® al redondel y le hizo una especie de torniquete con una corbata de rayas. El caso es que a Saavedra no le afligi¨® en absoluto el percance -casta torera debe de haber ah¨ª- y continu¨® con su tarea. Que hab¨ªa sido premiosa a lo largo de la dilatada faena, si bien tuvo momentos buenos y a¨²n los alcanz¨® mejores en el emotivo final. Le dieron una oreja y pas¨® a la UVI m¨®vil que hab¨ªa aparcada junto a la plaza, donde fue curado y luego lo trasladaron a la cl¨ªnica de La Zarzuela, de Madrid.
Arroyo / Saavedra, Torres, L¨¢zaro
Tres novillos de Jos¨¦ Miguel Arroyo y 2?, 3? y 4? de Mart¨ªn Arranz, discretos de presencia, muy flojos, varios inv¨¢lidos; manejables. Julio Pedro Saavedra: estocada y descabello (oreja con insignificante petici¨®n); herido pas¨® a la enfermer¨ªa con dos cornadas en una pierna, de pron¨®stico reservado. Ricardo Torres: pinchazo y estocada corta ladeada; se le perdon¨® un aviso (palmas y saluda); pinchazo, estocada, rueda de peones y dos descabellos; se le perdon¨® un aviso (silencio); estocada corta y cuatro descabellos (silencio). Pedro L¨¢zaro: dos pinchazos y bajonazo (silencio); estocada ladeada (dos orejas). Plaza de Valdemorillo, 8 de febrero. 3? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Qued¨® la novillada en mano a mano seg¨²n la teor¨ªa pues en la pr¨¢ctica ni se not¨®. As¨ª son los mano a mano en la tauromaquia contempor¨¢nea: cada cual va a lo suyo, sin molestar al socio ni tenerlo en cuenta, y a quien Dios se la d¨¦, San Pedro se la bendiga. Y acaeci¨® que vimos buen toreo. A ratos. Mientras durante los pasajes en que no se ve¨ªa, el toreo era malo.
Los novilleros del tiempo presente, que poseer¨¢n m¨¢s o menos las cualidades de los novilleros de pasadas ¨¦pocas, se saben una lecci¨®n, par de reglas, varias posturas y desplantes y lo ejecutan todo a la perfecci¨®n, aunque lo repiten hasta la saciedad. Y acaban cansando. Algo caro habr¨ªa dado la afici¨®n para que Ricardo Torres se centrara en ese muleteo de largura y templanza con que abri¨® su primera faena y una vez cuajado, entrase a matar porque no hac¨ªa falta m¨¢s. Y Pedro L¨¢zaro lo mismo por naturales, que los instrument¨® de alta calidad, o por ver¨®nicas, que ci?¨® embraguetado y mand¨®n al tercer novillo, sin perder terreno. Sin embargo, uno y otro, Torres y L¨¢zaro, igual que los restantes novilleros en activo, se pusieron a pegar pases y a menudear desplantes, reiterativos, adocenados, adorn¨¢ndolos con una falsa pinturer¨ªa que tra¨ªa aire barato de espa?olada.
Y luego, los novillos, procedentes de las ganader¨ªas del torero Joselito y su socio Mart¨ªn Arranz: presencia justa, vulgaridad espantosa, flojedad generalizada, con un par de inv¨¢lidos que cayeron fulminados, les entraron convulsiones y cuando el pe¨®n-gr¨²a de turno les tir¨® del rabo y logr¨® levantarlos, se les pas¨® el s¨ªndrome.
No hab¨ªa caridad con la afici¨®n presente, que aguantaba en plan legionario las tremendas circunstancias meteorol¨®gicas. Bajaban nubes negras como el carb¨®n; por el horizonte se abr¨ªa la sierra, cubierta de nieve; de all¨ª ven¨ªan r¨¢fagas huracanadas de viento helado que pod¨ªan con la m¨¢s tupida manta y tentaban pulmon¨ªas, arrasaban el cutis de los sufridos aficionados.
Ser aficionado, hoy, es ganarse el cielo.
Babelia
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