En defensa de un modelo social
Un a?o despu¨¦s de los sucesos de El Ejido he tenido la sensaci¨®n de que en ning¨²n sitio se deja una puerta abierta a la realidad de la provincia de Almer¨ªa. Este rinc¨®n de Espa?a, donde nadie duda en veranear gracias a la bonanza del clima y a la ex¨®tica belleza de sus playas, tiene adem¨¢s una serie de virtudes de progreso econ¨®mico que en la mayor¨ªa de las ocasiones sufren un malintencionado tijeretazo.
Ha pasado m¨¢s de un a?o desde que los vecinos de El Ejido salieron a la calle para pedir solidaridad y denunciar p¨²blicamente su confusi¨®n tras la llegada de m¨¢s de 15.000 ilegales protagonistas de una inmigraci¨®n desordenada, sin trabajo y sin alojamiento. El asesinato de tres vecinos a manos de inmigrantes en menos de 15 d¨ªas encendi¨® entonces la violencia callejera, que no fue cortada a tiempo por las fuerzas del orden.
A pesar de que nos miran muchos ojos, nadie encuentra en Almer¨ªa los beneficios de un modelo agr¨ªcola ¨²nico en Europa basado en el reparto de la tierra, con m¨¢s de 17.000 explotaciones a t¨ªtulo principal, un dato que demuestra que el agricultor medio no tiene m¨¢s de dos hect¨¢reas de invernadero. Se trata, por tanto, de un sistema productivo con un importante componente social en el que el principal trabajador de la explotaci¨®n es el due?o de la misma. En el conjunto de las explotaciones agr¨ªcolas, cifradas en m¨¢s de 30.000 hect¨¢reas de invernadero en la provincia, se necesitan unos 25.000 trabajadores temporeros a lo largo de la campa?a.
En ning¨²n caso, Almer¨ªa puede leerse como el modelo de una econom¨ªa basado en la consagraci¨®n de la desigualdad econ¨®mica. En muy pocas zonas de Espa?a el agricultor y su explotaci¨®n tienen las expectativas que les ofrece la agricultura bajo pl¨¢stico, con los beneficios de arraigo en la poblaci¨®n rural y el aumento en la dotaci¨®n de servicios en las zonas, en principio, m¨¢s desfavorecidas, adem¨¢s de la subsistencia propia gracias a la fuerte demanda del mercado.
Es bueno recordar que, en comparaci¨®n con el resto de provincias andaluzas, Almer¨ªa ha tenido en los ¨²ltimos 20 a?os el mayor ¨ªndice de crecimiento econ¨®mico en la regi¨®n con el menor ratio de ayudas institucionales. A pesar de eso, Almer¨ªa ha aplicado modernos sistemas de riego para aprovechar el agua y ha sabido situarse en primera posici¨®n por el valor de la producci¨®n final agraria de Andaluc¨ªa, muy por encima de otras provincias espa?olas con un modelo de agricultura extensiva basado en grandes terratenientes que reciben importantes subvenciones comunitarias.
Es cierto que en Almer¨ªa tenemos defectos, y ser¨ªa un gran error querer esconderlos. Dicen de nosotros, los agricultores almerienses, que somos esclavistas, que trabajamos en grandes explotaciones o que mantenemos en apartamentos de lujo a unas prostitutas rusas para los ratos de ocio... Tantas cosas dicen de nosotros que al final se pierde el rumbo y hasta el respeto a una provincia y a una profesi¨®n que est¨¢ superando las injusticias hist¨®ricas que se han cometido con ella.
En los ¨²ltimos meses recibimos el ataque en toda regla de foros c¨ªvicos y organizaciones humanitarias. Pero, ?c¨®mo pueden llamarse humanitarias unas organizaciones que no consienten la legalizaci¨®n de la mano de obra inmigrante en sus pa¨ªses de origen? Estas ONGs parecen olvidar, por ejemplo, que el gobierno marroqu¨ª lanza a parte de su poblaci¨®n hacia Europa con una 'patada en el culo' y una patera, al tiempo que Marruecos hace gala de su infraestructura militar a la hora de ametrallar pesqueros espa?oles, pero no a la hora de detectar las pateras que naufragan en aguas del Estrecho.
El ataque de los foros humanitarios lo formulan los mismos individuos que luego se comen nuestras hortalizas en Berna o en Amsterdam etiquetadas en el norte de Europa por alg¨²n comercializador que est¨¢ haciendo su agosto comprando en origen productos espa?oles a bajo precio. Al final, no hay m¨¢s remedio que sospechar la existencia de una guerra comercial en la que el estandarte revulsivo para convencer a los consumidores europeos es una horda de tropel¨ªas cometidas por los 'analfabetos del sur' en contra de los derechos humanos de sus trabajadores. Y, adem¨¢s, lo dicen con el consentimiento de un manojo de escogidos intelectuales que ofrecen un m¨ªnimo de credibilidad a los millones de europeos que reciben estas noticias c¨®modamente sentados frente al ordenador de casa.
Para terminar, yo me pregunto: d¨®nde est¨¢n los intelectuales espa?oles capaces de brindar un an¨¢lisis objetivo sobre la actualidad de la inmigraci¨®n en nuestro pa¨ªs y d¨®nde est¨¢n las instituciones capaces de establecer los mecanismos diplom¨¢ticos necesarios para evitar una agresi¨®n internacional sobre uno de los sectores productivos m¨¢s rentables de Europa.
Eduardo L¨®pez Vargas, secretario provincial de COAG-Almer¨ªa
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