Reclusi¨®n
Hay d¨ªas en que me da por admirar al antiguo monjer¨ªo. Se retiraban del mundo y comprend¨ªan. Cierto que Dios, que era su principal referente, era una realidad muy compleja, si nos atenemos a alguna de las definiciones del Libro de los veinticuatro fil¨®sofos. A esta tan hermosa, por ejemplo: 'Dios es la tiniebla que permanece en el alma despu¨¦s de toda luz'. Pero en la desnudez del yermo, una vez que el hombre se ha desprendido de todo, y se ha ofrecido a todo, hallar esa tiniebla deb¨ªa de ser una recompensa. Bucear entre la luz para hallar la tiniebla no deb¨ªa de parecerse en nada a anclarse en la tiniebla para no salir de ella. No pretendo juzgar al mundo para denunciar lo creado como un gn¨®stico de ¨²ltima generaci¨®n. Todo lo contrario, me gusta el mundo y quisiera crearlo, quiz¨¢ como un mal demiurgo m¨¢s, pero desear¨ªa contemplar la rosa y soplarla para crear un cosmos a su imagen. No la encuentro, y tal vez por eso a?oro el yermo, para hallar una rosa en el desierto y admirarla.
Ya me perdonar¨¢n ustedes que tenga un d¨ªa tonto. Pero llevo d¨ªas que leo la prensa y no entiendo casi nada. Y si la prensa es el mundo, el ¨²ltimo e¨®n fabricado en papel prensa, ya me dir¨¢n cu¨¢l es mi triste sino. No entiendo el mundo, esa es mi conclusi¨®n. Y estoy convencido de que la culpa no la tiene el mundo, sino yo. Tal vez sea ese el motivo de mi necesidad de darme una ducha de soledad y hallar la rosa en la arena que cae y partir de nuevo. Pero es que leo lo de las vacas locas, o lo de los inmigrantes o lo del juez Lia?o, las 'tres cositas', y no salgo de mi barullo. No les quiero decir ya lo que me ocurre con el terremoto de la India o los conflictos en Ecuador. Es como si tuviera el cerebro miope y no me alcanzara m¨¢s all¨¢ del ¨¢rbol malato. Infiero de ello que tanta tensi¨®n interior, quiero decir del ¨¢rbol malato para ac¨¢, me ha sumido en la pura tiniebla y que quiero hacer de ¨¦sta una recompensa y no un castigo. De ah¨ª mi af¨¢n por recluirme. Concentr¨¢ndome a¨²n m¨¢s, espero borrar este inm¨®vil hast¨ªo interior, quiero decir del ¨¢rbol malato para ac¨¢, y hallar el aleph, o sea, el infinito acontecer del cosmos.
Recojo estas palabras de Edmond Jab¨¨s: 'Al no tener ya pertenencia, present¨ªa que era a partir de esta no-pertenencia desde donde me era preciso escribir'. A ¨¦l la no pertenencia le fue casi dada, y supo hacer de ella un punto de partida. Pero, ?c¨®mo se puede alcanzar la no pertenencia desde un exceso de pertenencia tambi¨¦n dado, como me ocurre a m¨ª? Yo dir¨ªa que por un abuso de pertenencia a disgusto, que es tambi¨¦n lo que me ocurre a m¨ª. Cuando se nace espa?olito de esencias y se madura en vasquito de esencias, uno acaba por taparse la nariz para evitar tanto perfume. He dado manotazos sin cuento en mi vida para espantar a esa mosca tan pertinente, pero ha sido in¨²til. Comprend¨ª enseguida que la mosca le encantaba a mi generaci¨®n, y falsas esperanzas me llevaron a rechazar las dos ¨²nicas v¨ªas para eludirla: el yermo o el exilio. Y d¨¦jenme cerrar el p¨¢rrafo con otra cita de Jab¨¨s: 'Lo que perdura es aquello en lo que nos detenemos. Es un momento que no llegamos a clarificar, del que no llegamos a agotar las consecuencias ni a neutralizar los efectos'.
Y me pregunto si esas palabras no explicar¨¢n nuestro mal. Si no nos habremos detenido en un punto en torno al cual no dejamos de girar. Sigo viendo a mi generaci¨®n en el primer plano de los acontecimientos. A un lado y a otro de la trinchera. Las mismas caras de siempre nos repetimos, a vueltas siempre con problemas de pertenencia. Y seguiremos con ellos, lo s¨¦, hasta que nos jubilemos. Acaso entonces se haga la luz. Otras generaciones vendr¨¢n, a las que sin duda hemos contagiado, pero que no se han detenido en el punto en que lo hicimos nosotros, y se desenvolver¨¢n de otra manera. Su mismo silencio actual -exceptuando a algunos bombarderos que no perdurar¨¢n- es un misterio que augura algo nuevo. Mi amigo Philip Silver habla en un art¨ªculo del estr¨¦s pos-traum¨¢tico para explicar lo que nos ocurre aqu¨ª. El trauma ser¨ªa el vivido en los setenta y afectar¨ªa a mi generaci¨®n en sentido amplio. Ese ser¨ªa el momento en que nos detuvimos, la historia que nos posee: el acontecimiento no es asimilado o vivido totalmente en su momento, sino s¨®lo despu¨¦s, en la repetida posesi¨®n de quien lo vive. ?Oh, buscar la rosa y liberarnos y no pertenecer! Lo que siempre ansi¨¢bamos.
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