Los muertos salen del armario
Muchos militantes antifranquistas, entre ellos el antiguo presidente del PSOE, sufrieron dolor f¨ªsico e intelectual en los interrogatorios dirigidos por Manzanas. Me contaba Rubial que un d¨ªa lo ataron a una silla con esposas y as¨ª permaneci¨® solo sin poder moverse durante diez horas en una habitaci¨®n semioscura y que despu¨¦s apareci¨® el interrogador con dos compa?eros m¨¢s. Ante la atenta mirada de Melit¨®n uno de ellos le retorci¨® los test¨ªculos, mientras el otro le sosten¨ªa la cabeza desde los pelos, posteriormente le quitaron la camisa y con el torso descubierto el 'jefe' apag¨® un cigarrillo en su carne, continuaron as¨ª sin decir palabra durante una media hora. El dolor f¨ªsico, como el moral, tiene siempre un umbral que los torturadores saben por experiencia que no deben traspasar para que el torturado est¨¦ siempre en ese borde de conciencia donde su desesperaci¨®n y aguante no le lleve al desmayo. Rubial deseaba en aquellos momentos la muerte antes de continuar con aquel estado de postraci¨®n, pero sus experimentados torturadores sab¨ªan bien su oficio y les interesaba que estuviera consciente. Despu¨¦s Melit¨®n le dijo que no se quejara, que si estuvieran los comunistas las cosas para ¨¦l, un socialista, ser¨ªan peor, y que en tal caso tendr¨ªa asegurada la muerte como el reclamaba en sus gritos de desesperaci¨®n. 'El PSOE es cosa de la historia', recordaba Rubial que Manzanas le dec¨ªa, 'y t¨² no debes hacer esfuerzos in¨²tiles. Mira tus compa?eros de Toulouse qu¨¦ bien viven gracias al dinero que sac¨® Prieto y se llev¨® a M¨¦xico. D¨¦jate de tonter¨ªas que tienes familia y no vas a poder ayudarle. Anda, dime qui¨¦nes son los otros y cu¨¦ntame que hab¨¦is decidido'.
Nadie sabe c¨®mo actuar¨ªamos ante un caso de dolor corporal, cu¨¢l ser¨ªa nuestra resistencia para decir lo que quiere nuestro torturador. Una vez estuve en la comisar¨ªa de Valencia por las implicaciones en las asambleas y huelgas de estudiantes y el entonces jefe de la brigada pol¨ªtico-social, Ballesteros, me peg¨® un par de tortas y me mand¨® a casa: 'No se te ocurra meterte en m¨¢s follones que tu padre es un militar respetable'. No volv¨ª m¨¢s y procur¨¦ culebrear para no implicarme demasiado. El miedo al dolor f¨ªsico me sobrepon¨ªa y comprend¨ª que probablemente ser¨ªa un cobarde si alguien me torturaba. A?os despu¨¦s me lo encontr¨¦ en el Congreso de los Diputados acompa?ando al entonces ministro Barrionuevo y a otros cargos de interior. Estaba en la lucha antiterrorista en no s¨¦ qu¨¦ cargo, y los socialistas, que gobernaban por primera vez en solitario en la Historia de Espa?a, ten¨ªan al parecer que tener sentido de Estado y demostrar que pod¨ªan hacer tabla rasa del pasado, porque as¨ª se hab¨ªa pactado, aprovechando a todos aquellos funcionarios, como en este caso, que ten¨ªan buen conocimiento de las organizaciones terroristas o anticonstitucionales.
La mayor parte de la poblaci¨®n espa?ola nada sabe de todo aquello, y para muchos estudiantes de la ESO o de la Universidad el franquismo es como la prehistoria. Tal vez como nos hubiera ocurrido a muchos que estudiamos en los a?os sesenta si la guerra civil no hubiera estado presente en nuestras vidas, porque aquel r¨¦gimen, parafraseando a Clausewitz, fue la continuidad de la guerra civil, comenzada en el 36 del siglo pasado, por otros medios, para vencedores y vencidos. Toda la iconograf¨ªa del franquismo la recordaba permanentemente. Era dif¨ªcil sustraerse a todo aquello aunque la gente se acomodara y pasara de la parafernalia. Muchos lo consent¨ªan con indiferencia mientras pudieran labrarse un porvenir o adquirir las mejoras del desarrollo. En general y cuando lleg¨® la transici¨®n una inmensa mayor¨ªa estaba con la idea de que era conveniente dejar atr¨¢s todas las cuitas del pasado para llegar a una reconciliaci¨®n que significara poner punto y final.
A partir de ah¨ª todo ha sido un cuento de hadas. La transici¨®n se convirti¨® en el paradigma de la sensatez de los espa?oles para afrontar su responsabilidad y entrar en el futuro sin m¨¢cula. Las cosas, sin embargo, no fueron f¨¢ciles y hace veinte a?os con el intento de golpe de estado de Tejero y compa?¨ªa volvimos a sentir el miedo de siempre y algunos, como en los viejos tiempos, se escondieron aquella noche del 23-F llenos de terror y miedo. ?Qu¨¦ m¨¢s se pod¨ªa hacer? Profesores y pol¨ªticos han ido predicando por doquier que hab¨ªamos conseguido lo nunca visto, pasar de una dictadura a la democracia sin grandes costes sociales ni pol¨ªticos. Pero ello se hizo a costa de olvidar o maquillar el pasado. Los estudios del franquismo, hoy abundantes, se quedaron para especialistas universitarios y al gran p¨²blico se trasmiti¨® una gran asepsia sobre aquel tiempo que a muy pocos les interesaba recordar, unos por su implicaci¨®n en el mismo y otros para no reconocer su impotencia. Embalsamamos al franquismo porque al parecer eso es lo que nos conven¨ªa a todos.
Lo importante era mirar hacia delante y saldar una ¨¦poca para que nuestros hijos no tuvieran nuestra r¨¦mora, creyendo que ello era mejor para su futuro. Sin pensar que si no hay una cierta catarsis, como lo hicieron los alemanes despu¨¦s de la II Guerra Mundial, es dif¨ªcil afrontar que los fantasmas no se aparezcan y nos creen pesadillas. Recu¨¦rdese al novelista y cat¨®lico alem¨¢n, Henri Boll , premio Nobel de Literatura, c¨®mo hizo en toda su obra un an¨¢lisis de reflexi¨®n sobre c¨®mo pudo ocurrir lo que ocurri¨® y los alemanes consentirlo. Recu¨¦rdese c¨®mo despu¨¦s de la ca¨ªda del muro se juzg¨® a torturadores de la polic¨ªa pol¨ªtica de la Alemania del Este. Recu¨¦rdese c¨®mo los franceses han hecho cuentas con su pasado para conocer su grado de implicaci¨®n con el gobierno de Vichy. Y no ha pasado nada. Aqu¨ª arrastramos ese d¨¦ficit y por eso nos salen los muertos de los armarios. Si hubi¨¦ramos tenido presente nuestro pasado, aunque hubi¨¦ramos aceptado los t¨¦rminos de aquella transici¨®n pol¨ªtica de la que tanto nos enorgullecemos, nunca se nos hubiera podido plantear el caso de Melit¨®n Manzanas. Aqu¨ª nuestro premio Nobel de Literatura vivo fue un censor en el franquismo, ?por qu¨¦ tendr¨ªa ¨¦l que recordar a sus ochenta a?os? Eso le podr¨ªa llevar a una cierta amargura y a esa edad uno no est¨¢ para disgustos. Pero ah¨ª radica el valor moral de las personas y de los intelectuales, no escabullirse en el cinismo. El debate social sobre el franquismo est¨¢ todav¨ªa pendiente, aunque ya una gran parte de la poblaci¨®n haya nacido despu¨¦s, y no para tomar represalias ni para culpabilizar a nadie. Solo como terapia para afrontar con dignidad nuestra identidad como espa?oles porque eso nos har¨¢ desarrollar s¨ªmbolos comunes tengamos la opini¨®n que tengamos, de lo contrario estaremos dando coartadas para que otros busquen identidades contrapuestas. ?C¨®mo podemos estar juzgando a Pinochet si Melit¨®n Manzanas sale del armario y es condecorado? En esta situaci¨®n seguir¨¢n saliendo los muertos porque como saben bien los crimin¨®logos es muy dif¨ªcil hacer desparecer el rastro de un cad¨¢ver. Lo saben tambi¨¦n los paleont¨®logos y arque¨®logos que se dedican a buscar el origen de nuestros ancestros a trav¨¦s del hombre de Atapuerca.
Javier Paniagua es profesor de Historia Social de la UNED y director del Centro Alzira-Valencia Francisco Tom¨¢s y Valiente de la UNED.
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