Las mujeres de Yann
Como dec¨ªa aquella canci¨®n del brasile?o Roberto Carlos, a veces llegan cartas. Y a veces, tambi¨¦n, se producen extra?as llamadas telef¨®nicas como la que recib¨ª en mi domicilio hace unos d¨ªas:
-Hola, soy Yann, el hermano de Gay... ?l me ha dado tu tel¨¦fono... Nada, que expongo mis fotograf¨ªas en la galer¨ªa H2O y he pensado que igual te apetec¨ªa verlas...
Surgido directamente del pasado, ah¨ª estaba el hermano menor de mi viejo amigo y ex jefe period¨ªstico de la era underground Gay Mercader. Le recordaba como un tipo de temprana alopecia, con pinta de beau tenebreux (Toni Mir¨® lo hab¨ªa utilizado espor¨¢dicamente como modelo) al que sus amigos franceses hab¨ªan apodado Yann le Marlon (ten¨ªa un aire con el Brando juvenil) y que en mis conversaciones con su hermano sol¨ªa aparecer como sujeto atrabiliario y fuente inagotable de problemas.
Yann Mercader expone en una galer¨ªa retratos de mujeres a las que am¨®. Una biograf¨ªa hecha de miradas ante y detr¨¢s de la c¨¢mara
El caballero que me encontr¨¦ viviendo en una casa cerca del Macba estaba ya completamente calvo, pero ten¨ªa muy buen aspecto y hablaba de forma dulce y pausada. Sus problemas con las drogas pertenec¨ªan al pasado, as¨ª como sus vagabundeos por medio mundo, y todo parec¨ªa indicar que el hombre se hab¨ªa hecho a la idea de quedarse en Barcelona y vivir de la fotograf¨ªa.
'Siempre me gust¨® tener una c¨¢mara en las manos', me dijo, 'pero nunca he dado mucha importancia a la t¨¦cnica. Lo que me gusta de la fotograf¨ªa es el cruce de miradas entre quien aprieta el disparador y quien contempla el objetivo'.
La exposici¨®n de Yann Mercader es, pr¨¢cticamente, una antol¨®gica. Cubre los ¨²ltimos 25 a?os y se centra en un tema que le es particularmente grato, las mujeres.
'Siempre me he encontrado m¨¢s a gusto con las mujeres que con los hombres. Supongo que por el hecho de haber sido un chaval t¨ªmido y sensible al que le horrorizaba la figura del machito que se abre camino a bofetadas'.
Apoyado en una mesa, voy mirando las fotos de Yann, que ¨¦l mismo me comenta, y tengo la impresi¨®n de contemplar una biograf¨ªa en im¨¢genes de alguien cuya cara nunca ves y cuyos estados de ¨¢nimo y situaci¨®n temporal deduces a trav¨¦s de las mujeres que se han cruzado en su camino. Ante tus ojos desfilan diferentes ¨¦pocas, diferentes lugares, diferentes mujeres. En un momento dado, frente a una adolescente negra que sonr¨ªe a la c¨¢mara, Yann sonr¨ªe a su vez y dice: 'Brasil. Me fui para un par de semanas y me tir¨¦ cinco meses. Es una de las pocas veces que recuerdo haber sido realmente feliz'.
Yann (Juan, en bret¨®n) naci¨® en Par¨ªs en 1957. A su padre le gustaba pintar (hay algunos cuadros suyos en el destartalado, aunque extra?amente acogedor, habit¨¢culo de nuestro hombre), pero se ganaba la vida con los seguros. En 1949 lo destinaron a la capital de Francia y all¨ª nacieron sus cuatro hijos. La t¨ªa de Yann, Mar¨ªa Mercader, se casar¨ªa con Vittorio de Sica. Su hermano, Luis Jorge, alias Gay, acabar¨ªa siendo el primer promotor musical espa?ol digno de tal nombre. Y ¨¦l, inici¨¢ndose en su larga carrera de t¨ºte brul¨¦e, se meti¨® a trotskista (lo cual tiene su gracia si tenemos en cuenta que desciende directamente del hombre que le quit¨® un peso de encima a Stalin clav¨¢ndole un piolet en la cabeza a Le¨®n Trotski) y mientras sus amigos desembocaban en Action Directe, se lanzaba a ese largo vagabundeo (incluyendo la mili en Francia para evitar un juicio en Espa?a por un robo en un piso) que ahora, a los cuarenta y pocos a?os, le ha convertido en un fot¨®grafo que explica su vida a trav¨¦s de las mujeres a las que am¨®.
Como todo superviviente que no se ha zumbado, Yann desprende una extra?a mezcla de fatalismo y lucidez. En ning¨²n momento define lo que hace como 'mi obra', que es lo que hacen los pedantes, y da la impresi¨®n de ser el primer sorprendido de poder dedicarse a algo que le gusta desde la infancia.
Parece un tipo que ha estado en el infierno varias veces y que no tiene ganas de volver a ¨¦l. Un tipo que si ha atisbado alguna vez el para¨ªso es gracias a esas mujeres atrapadas por el objetivo de su c¨¢mara en diferentes lugares y diferentes momentos a lo largo de los ¨²ltimos 25 a?os.
Mientras su hijo (un ni?o rubito cuyas fotos est¨¢n pegadas en la puerta de la nevera) crece en la isla de Formentera, comparte su vida con cuatro gatos y una enorme colecci¨®n de discos de vinilo mientras parece pensar que las cosas han acabado mucho mejor de lo que parec¨ªa.
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