El verbo desencarnado
El verbo se hizo carne, s¨ª, pero hace tiempo que las palabras se desligaron de los cuerpos o que se sometieron a su servicio. Liquidada, al parecer, la ¨¦poca de la sospecha, en la que se trataba de saber lo que yac¨ªa por debajo de las ideolog¨ªas, los s¨ªntomas o la moral, nos encontramos hoy ante palabras descargadas, blancas, que llevan ya en s¨ª mismas el ant¨ªdoto contra lo que pueda cuestionarlas. Diremos que el discurso civil, laico, ha hallado la clave para volverse sagrado y quedar de esta forma libre de sospechas. Cuajado de buen¨ªsimas intenciones, ese discurso se ha vuelto universal y un¨ªvoco, aunque no en el sentido de que tenga un significado claro y preciso, sino en el de que se constituye en voz ¨²nica, un significante que cubre toda la pr¨¢ctica pol¨ªtica actual sin que podamos alegar nada contra ¨¦l porque, por lo visto, nos define a todos como buenos chicos y no hay por qu¨¦ dudar de que lo seamos. Lo que s¨ª cabe hacer es determinar si ese discurso no est¨¢ en realidad vac¨ªo de contenido, o, mejor a¨²n, cuestionar su univocidad y deslindar la pluralidad de voces que rompan su uniformidad huera y aparentemente est¨¦ril. Se me ocurre que s¨®lo as¨ª podr¨ªamos iniciar un debate pol¨ªtico que nos permitiera salir de ese juego que consiste en convertir la palabra en fetiche y apostar a ganador apropi¨¢ndose de ella.
La reflexi¨®n viene a cuento de la ¨²ltima propuesta del lehendakari Ibarretxe y de la declaraci¨®n que la acompa?a. Nuestro lehendakari ha convocado un acto a favor de la no violencia y por el di¨¢logo para el pr¨®ximo d¨ªa 17 en el Kursaal de San Sebasti¨¢n. Encomiable prop¨®sito ¨¦ste de concertar voluntades para tan nobles objetivos, pero, si leemos la declaraci¨®n que acompa?a a la convocatoria, nos daremos cuenta de hasta qu¨¦ extremo pueden ser esas palabras nada m¨¢s ni nada menos que un velo protector. Que nuestro lehendakari haga, adem¨¢s, bandera de ellas, convocando para su defensa a los colectivos sociales, denuncia el poco cr¨¦dito que la paz y el di¨¢logo tienen en la sociedad vasca y el acoso que sufren, y lo convierten a ¨¦l en l¨ªder redentor m¨¢s all¨¢ de sus tareas de gobierno. Nada habr¨ªa que objetar a ese liderazgo social si realmente fuera m¨¢s all¨¢ de sus tareas de gobierno, pero el problema radica en que se queda m¨¢s ac¨¢; peor a¨²n, en que parece surgir desligado de la gesti¨®n pol¨ªtica que ha realizado hasta ahora.
Nos basta con leer el pre¨¢mbulo de la declaraci¨®n para quedarnos prendados. Se denuncia en ¨¦l la actual polarizaci¨®n de la pol¨ªtica vasca, polarizaci¨®n que la sociedad no aceptar¨ªa y su lehendakari, convertido aqu¨ª en su portavoz, tampoco. Limpio de polvo y paja, el lehendakari parece olvidar que es parte de esa polarizaci¨®n, y que fue elegido precisamente gracias a los diputados de los partidos que conformaron un frente soberanista, entre los que estaban EH y tambi¨¦n su partido, el PNV. Olvida tambi¨¦n que ese frente, configurado en el pacto de Lizarra, fue anterior a cualquier otro que se le haya podido confrontar con posterioridad, por lo que, si hay polaridad, como ¨¦l afirma y a continuaci¨®n discutiremos, ¨¦l y su partido est¨¢n en uno de esos polos. No es l¨ªcito jugar permanentemente a la t¨¢ctica de tirar la piedra y esconder la mano. Si existe esa polaridad de la que habla, primero tendr¨¢ que explicarnos en qu¨¦ consiste, y segundo tendr¨¢ que preguntarse si no le corresponde alguna responsabilidad en ella.
La sociedad vasca ha manifestado por m¨²ltiples conductos estar enfrentada a ETA. ?sa ser¨ªa la polaridad que los ciudadanos vascos desear¨ªamos que tuviera reflejo en la actuaci¨®n de nuestros partidos pol¨ªticos. Sin embargo, no parecen ser ¨¦sos los polos a los que se refiere el lehendakari, ya que en ese caso sobrar¨ªan las referencias al escenario de bloqueo y a que la sociedad vasca 'reclama m¨¢s comunicaci¨®n, di¨¢logo y acuerdos'; de hecho, sobrar¨ªa la declaraci¨®n misma. Por ello, tendremos que inferir que los polos deben de constituirlos ETA y su entramado pol¨ªtico por un lado, y los partidos constitucionalistas por otro. El lehendakari, y por lo tanto su Gobierno, y por lo tanto los partidos que lo sustentan, quedar¨ªan fuera de esa contienda como el bando de los justos que ha de mediar entre las fuerzas del mal. La actitud es perversa, adem¨¢s de irresponsable, por varias razones. En primer lugar, porque equipara a verdugos y v¨ªctimas en la responsabilidad que a unos y otros compete en la situaci¨®n actual. Y no basta con corregir lo ya dicho sin desdecirlo, pues la proclamada polarizaci¨®n tiene ese efecto, y es ¨¦sa la consecuencia de inventar polarizaciones con el ¨²nico prop¨®sito de ocupar uno en solitario el lugar de los justos.
Tambi¨¦n es perversa porque oculta al lobo bajo la piel del cordero. Como hemos dicho antes, el partido de nuestro lehendakari est¨¢ en el origen de la pol¨ªtica frentista de la que ahora graciosamente pretende quedar a salvo. Pero no est¨¢ claro que s¨®lo estuviera en el origen de la misma y no siga siendo parte activa de ella, a pesar de las cofias, brazaletes y pa?oletas de la abuela que se vista para enga?arnos y devorarnos mejor. Lo estamos viendo con Udalbiltza, o Asamblea de Electos de Euskal Herria, ese grave paso pol¨ªtico al que se le pretende otorgar la apariencia de una charada, eso s¨ª, sin disolverlo y actuar en consecuencia, sino manteni¨¦ndolo por si acaso en un gesto de ligereza irresponsable. Udalbiltza, una organizaci¨®n no institucional y paralela, surgida como n¨²cleo de un Estado vasco de hecho que comprender¨ªa a Navarra, Euskadi y las provincias vascofrancesas, y con representaci¨®n no censitaria, sino territorial, ser¨ªa dudosamente democr¨¢tico con violencia o sin ella. Pero con ella es un factor desestabilizador, no menor en este estado de letargia que parece confer¨ªrsele, en el que no sirve a sus prop¨®sitos iniciales y se convierte en un regalo escandaloso que los partidos gobernantes se hacen a s¨ª mismos, adem¨¢s de en escarnio para las dem¨¢s fuerzas democr¨¢ticas. Un escenario de muerte como el nuestro no est¨¢ para charadas que escenifican principios en cuyo nombre se asesina. Tanta ligereza nos puede dar ya una respuesta sobre en cu¨¢l de los dos polos coloca el lehendakari a su partido y, por lo tanto, a su persona.
El resto del documento es una emanaci¨®n de la bondad previamente expropiada y en sus cuatro apartados camina pomposamente por la senda de las buenas palabras que ya no quieren decir nada. Y no dicen nada porque la ambig¨¹edad del pre¨¢mbulo, una vez desmontada, las aligera como un souffl¨¦. Es curioso, por ejemplo, que en el primero de ellos se nos hable del 'compromiso de defensa activa y de solidaridad con todas las personas que hayan sufrido y sufren la violencia y el terrorismo', cuando previamente se les ha metido en uno de los polos causantes de nuestras miserias. Tambi¨¦n es curioso que en su segundo apartado se invoque 'un di¨¢logo abierto, sin exclusiones y sin condiciones pol¨ªticas, en un foro de partidos en el que sus integrantes nos comprometamos a defender nuestros proyectos por v¨ªas exclusivamente pac¨ªficas y democr¨¢ticas', y es curioso porque no se ve la necesidad de crear un foro de di¨¢logo cuando ya existe otro que cumple con los requisitos ah¨ª definidos: el Parlamento vasco -abierto, sin exclusiones y sin condiciones pol¨ªticas ni para con quienes defienden v¨ªas no pac¨ªficas-. Pero aqu¨ª topamos con el fetiche: el di¨¢logo. Primero se polariza, se convierte despu¨¦s uno en ¨¢rbitro y luego se fetichiza. En la sociedad vasca no faltan instancias para el di¨¢logo ni para el debate, que es la pieza fundamental de una sociedad democr¨¢tica. El ¨²nico factor que lo entorpece es el miedo. Pero pasamos una vez m¨¢s de puntillas sobre ese factor y as¨ª damos a entender que hay una incapacidad para el di¨¢logo en nuestras instituciones y fuerzas pol¨ªticas que habr¨ªa que subsanar de alguna forma. El olvido no es nada inocente, porque cuando se niega lo que existe ya -capacidad de di¨¢logo- y lo que lo obstaculiza -el miedo-, se est¨¢ desvirtuando la palabra di¨¢logo, tan limpia ella para ser usada, e invocando en realidad otra cosa: un ocultamiento del di¨¢logo para dar paso a una negociaci¨®n entre bambalinas. He ah¨ª una palabra desencarnada que muestra entre sus bondadosos pliegues los michelines de los que pretend¨ªa desprenderse.
Y para qu¨¦ seguir. Un lehendakari que se resiste a convocar elecciones porque dice que no van a cambiar nada, lo que podr¨ªa ser un argumento para suprimirlas para siempre, nos pide 'respeto a que la sociedad vasca sea consultada para que pueda ejercer su derecho a decidir su propio futuro'. Y el cuarto apartado nos sume ya en la consternaci¨®n, ya que no sabemos qu¨¦ quiere decir eso del 'compromiso con la construcci¨®n de Euskadi' si no significa una obviedad. Pero es casi seguro que significa otra cosa, como casi todo en este documento, otra cosa a la que tenemos la obligaci¨®n de oponer otras cosas para hallar la pluralidad de voces en esas palabras limpias, neutras y ser¨¢ficas que, viniendo de quien vienen, hallan su verdadero significado en los hechos que cumple. En la carne, o sea.
Luis Daniel Izpizua es escritor y profesor de literatura.
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