Dos d¨ªas de febrero
Ahora que el tiempo parece iluminarse por fin, me encierro a traducir tres historias de Susanna Tamaro, Resp¨®ndeme, se llamar¨¢n cuando aparezca en espa?ol: el mundo de Tamaro es familiar, de Navidades con los t¨ªos y esas cosas, acolchado e inc¨®modo, insano, asesino. Hace buen tiempo antes de que llueva otra vez y oigo cantar los grajos en alg¨²n tejado de por aqu¨ª, aunque otros a?os anidaban en el tubo de ventilaci¨®n de mi cocina. Traduzco a Tamaro y, en los descansos, me pongo a leer otra vez la Teor¨ªa de los sentimientos, de Carlos Castilla del Pino, porque hace tiempo que no le¨ªa un libro con tanta claridad, con tanta sabidur¨ªa, tan transparente y tan hondo.
Habla de lo que todos sabemos: nuestros sentimientos. Lo que dice parece f¨¢cil de ordenar y decir, pero s¨®lo lo ha dicho y ordenado Carlos Castilla del Pino. Quiz¨¢, para escribir as¨ª de bien, haya que vivir muchos a?os curando en el Dispensario de Psiquiatr¨ªa de C¨®rdoba, aprendiendo de los enfermos, ense?ando. As¨ª habr¨ªa que escribir siempre: prestando atenci¨®n al mundo, atendiendo a los dem¨¢s con inteligencia. Hay que escribir para ver mejor. En la lectura de los casos cl¨ªnicos descritos en Teor¨ªa de los sentimientos advierto que los m¨¢s encerrados en s¨ª mismos acaban terriblemente fuera de s¨ª mismos, perdidos, sin identidad.
Castilla del Pino es un espl¨¦ndido contador de historias y, quiz¨¢ por eso, es capaz de hacer que los dem¨¢s, sus enfermos, conviertan en historias lo indecible. Leo las historias que cuentan sus pacientes, y no me es dif¨ªcil imaginar el mundo de estas personas, inclusos sus ropas, habitaciones, familias, ciudades. Oigo con los o¨ªdos del m¨¦dico, que no s¨®lo oye: entra a trav¨¦s de las palabras en el mundo encogido del dolor, y calma el dolor. Despu¨¦s escribe, para que otros sigan curando y prestando atenci¨®n. Yo aprendo el respeto por las palabras bien dispuestas. En su autobiograf¨ªa, Pret¨¦rito imperfecto, incluso me gustaba releer los nombres de las calles del pueblo de Carlos Castilla, San Roque, 'm¨¢s alto que el Pe?¨®n de Gibraltar': la m¨²sica de las palabras abre la memoria, y la memoria es nuestra identidad.
Ahora su Teor¨ªa de los sentimientos me ayuda a encontrar palabras precisas para mis emociones. Con los sentimientos damos nombre a nuestro mundo: lo que deseamos, lo que rechazamos. El coraz¨®n es confuso. Es ineludible la incertidumbre ante la intimidad de los otros, ese cuarto forzosamente cerrado, pero el sabio Carlos Castilla del Pino nos sugiere que quiz¨¢ tambi¨¦n debamos sentir incertidumbre ante nosotros mismos: alguna vez (en un gesto involuntario, en una frase o una mueca) dejamos entrever a los dem¨¢s algo que ni siquiera nos ense?ar¨ªamos a nosotros. Queremos seducir siempre (y no hay seducci¨®n sin enga?o, aunque s¨®lo sea un poco de maquillaje), y hemos de empezar por seducirnos a nosotros para estar bien con nosotros mismos y con los dem¨¢s. En contra de lo que se cree, no es f¨¢cil el amor propio: el amor propio casi nunca es correspondido, leo en los diarios de Anthony Powell, en el aeropuerto de M¨¢laga, hacia Nueva York.
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