?Qu¨¦ ser¨¢ lo que tiene el negro!
Vaya por delante que la acepci¨®n de negro que utilizo en este art¨ªculo carece de cualquier connotaci¨®n racial. Cuando hablo de negros lo hago en el sentido habitual en el mundo editorial, es decir, para referirme a quienes escriben un libro que firma otro, a cambio de una contraprestaci¨®n que puede ser econ¨®mica, o bien m¨¢s et¨¦rea, tales como la promoci¨®n acad¨¦mica, el ofrecimiento de un trabajo o tal vez, que incluso en el mundo pol¨ªtico tambi¨¦n hay negros, un nombramiento o la colocaci¨®n en alguna lista electoral. Es necesario aclarar con car¨¢cter previo que la profesi¨®n de negro editorial es muy digna, cosa que no se puede afirmar de la de negrero, es decir de la de quien se aprovecha del trabajo de un tercero en beneficio propio. Pero, veamos, porque, como no pod¨ªa ser menos, hay muchas clases de negros, y a cada una de ellos, corresponde una clase de negrero y no todos ellos son igual de despreciables.
La escala comienza en quien escribe una parte de un trabajo colectivo que firma y publica exclusivamente su director. Es muy frecuente, e incluso una buena parte de quienes ejercen el profesorado universitario ha hecho algo as¨ª. En la misma categor¨ªa se incluyen todos aqu¨¦llos que alguna vez han escrito un par de folios para un libro m¨¢s extenso. Ese negrero no es especialmente criticable, y estoy seguro que muchos, entre los que me encuentro, hemos recibido encargos del tipo de 'oye, t¨² que sabes de tal cosa, escr¨ªbeme unos p¨¢rrafos para incluirlos en un libro que estoy haciendo'. En ese caso, el trabajo de negro, que ni tan siquiera lo es, no desmerece la categor¨ªa del autor de la obra. Sirva el ejemplo de la pintura. Resulta obvio que todas las pinceladas de los cuadros de Vel¨¢zquez no salieron de la mano del maestro sevillano, sino que fue auxiliado por miembros de su taller, y no por eso el conjunto del cuadro deja de ser una obra de arte excepcional y atribuible al genio de su autor.
Una segunda categor¨ªa de negros la componen quienes realizan un trabajo de investigaci¨®n y lo publica el maestro, normalmente ya una persona consagrada, a quien se le ha hecho un encargo y no tiene tiempo, o ganas, de ponerse a trabajar. En este campo podr¨ªa contar an¨¦cdotas muy graciosas, tal como la que me ocurri¨® a m¨ª mismo, que recib¨ª de un compa?ero el texto de un trabajo mecanografiado y cuando lo iba a utilizar recib¨ª alarmado la llamada de su autor real para comunicarme que si lo citaba, lo hiciera correctamente, ya que iba a ser publicado con el nombre de su maestro. Incluso yo podr¨ªa incluirme dentro de esta categor¨ªa de negros, pero el trabajo que hice en su momento era relativo a algo as¨ª como los derechos testamentarios de los legionarios romanos en las campa?as orientales, muy alejado de mis actuales preocupaciones, y no lo incluyo en mi curriculum. Adem¨¢s, que todo un catedr¨¢tico publicara un trabajo de un m¨ªsero estudiante me llen¨® de orgullo.
Pero en realidad el verdadero negro es el que escribe un libro entero por encargo de su negrero. En este caso el negrero no es alguien consagrado o que tenga conocimientos en la materia de la que se trata. Es simplemente un oportunista que quiere aparecer como autor de algo que, por s¨ª mismo, es incapaz de concebir. Naturalmente esta especie de negrero es la m¨¢s despreciable pero -en el pecado llevan la penitencia- tambi¨¦n es la m¨¢s arriesgada. Me explico, en este caso el negro, persona con m¨¢s ideas que su negrero, capaz entre otras cosas de pensar e incluso escribir, siempre tiene una cierta sensaci¨®n de amargura, o, si se quiere, de odio hacia su negrero, y eso, claro, termina saliendo. Es l¨®gico que en estos casos el negro, consciente o inconscientemente, siembre de minas el camino del negrero en un deseo de querer vengarse de su explotador y esas minas pueden consistir por ejemplo, en realizar un plagio tan burdo que termina descubri¨¦ndose. Algo as¨ª ocurri¨® con el libro de Ana Rosa Quintana -presentado por Ana Botella- y as¨ª ha ocurrido con el libro firmado -obs¨¦rvese que no digo escrito- por Zaplana, a cuya presentaci¨®n -qu¨¦ casualidad- tambi¨¦n acudi¨® Ana Botella, posiblemente para acallar ciertos rumores malintencionados que corr¨ªan. Al final voy a terminar creyendo que Aznar es gafe y ha contagiado a su mujer.
Que se haya descubierto el plagio de Zaplana, nos permite sacar algunas conclusiones. En primer lugar que el cielo ciega de soberbia a los que quiere perder. De verdad Eduardo, ?para postularte como heredero era necesario escribir un libro? Nadie se va a creer que el libro lo hayas escrito t¨², y al final alguien puede aplicarte una maldad que mi maestro Manolo Broseta dedicaba a Lizondo: 'Lo importante no es que el libro no lo haya escrito ¨¦l, sino que se haya dado cuenta que escribir un libro es importante'.
En segundo lugar, president, nadie te va a criticar que pasaras por la Historia sin haber escrito un libro. Creo que un presidente est¨¢ para otras cosas y no para escribir libros, para lo cual, por otra parte, sabemos que es muy dif¨ªcil encontrar tiempo. Pase porque quieras aparecer como un l¨ªder carism¨¢tico, pero que adem¨¢s quieras d¨¢rtelas de intelectual, me parece que es demasiado.
Y una ¨²ltima conclusi¨®n. Cu¨ªdate de negros y de colaboradores porque mal est¨¢ que los utilices, pero tampoco es buena cosa que se esmeren tan poco en su tarea y copien lo que otros -o tal vez ellos mismos- hab¨ªan previamente publicado, y si, adem¨¢s, se dedican a dar pistas del enga?o resulta que acabas, como has acabado, con las verg¨¹enzas al aire y te conviertes en el hazmere¨ªr de Espa?a y el extranjero. Porque en definitiva todo el mundo sabe que el libro no lo has escrito t¨², pero ahora ya hay quien empieza a preguntarse si al menos lo has le¨ªdo.
P. S. Acabo de leer que Zaplana va a ser entrevistado en un programa de TVE que se llama: Negro sobre blanco. ?Vaya premonici¨®n!
Luis Berenguer es eurodiputado socialista.
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