SOS clim¨¢tico
El cambio clim¨¢tico no es una amenaza; ya est¨¢ ocurriendo. No es cosa del futuro, aunque sus efectos se agravar¨¢n con el tiempo si no se toman medidas de inmediato. ?sta es la dram¨¢tica conclusi¨®n del segundo informe sobre el clima que acaba de hacer p¨²blico en Ginebra el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Clim¨¢tico de las Naciones Unidas. Por eso, los 900 expertos que firman el documento se han dirigido expresamente a los dirigentes mundiales para que tomen muy en serio su dictamen y no sigan posponiendo decisiones que no pueden esperar. De momento, las negociaciones sobre la emisi¨®n de gases de efecto invernadero siguen en punto muerto tras las discrepancias surgidas entre EE UU y la Uni¨®n Europea en la ¨²ltima cumbre sobre el clima de La Haya.
Las primeras modificaciones constatables del cambio clim¨¢tico son los glaciares y los hielos polares, que se derriten a un ritmo m¨¢s r¨¢pido que antes. No s¨®lo las nieves perpetuas del m¨ªtico Kilimanjaro -la monta?a m¨¢s alta de ?frica- y de otras cumbres de Europa y Am¨¦rica del Sur corren el riesgo de dejar de serlo a lo largo de este siglo. La fusi¨®n de los casquetes polares comienza a adquirir una magnitud preocupante: el hielo del Polo Norte se ha reducido entre un 10% y un 15% desde 1950. Pero lo peor est¨¢ por llegar si no se producen cambios dr¨¢sticos en las tendencias sobre el uso de combustibles f¨®siles (carb¨®n, petr¨®leo y gas natural), fuente principal del m¨¢s significativo de los gases de efecto invernadero, el di¨®xido de carbono.
Si la temperatura media del globo aument¨® en 0,6 grados cent¨ªgrados durante el siglo XX, ese aumento puede ser de 1,4 a 5,8 grados en el XXI. Las consecuencias sociales de semejante cambio de temperatura pueden ser dram¨¢ticas en t¨¦rminos de alimentaci¨®n, salud y frecuencia e intensidad de los desastres naturales. Y las sufrir¨¢n sobre todo, como siempre, las regiones m¨¢s pobres-?frica, Asia y Am¨¦rica del Sur-, v¨ªctimas de un fen¨®meno generado por los m¨¢s ricos. Pero, al mismo tiempo, estos pa¨ªses pueden verse enfrentados a una oleada de refugiados medioambientales que huyan de zonas convertidas en desiertos.
Los expertos ya han hablado lo suficiente, y con claridad meridiana. Toca ahora a los Gobiernos, especialmente a los de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados y contaminantes, dejar de lado sus intereses ego¨ªstas en un asunto que afecta a la especie humana y comenzar a actuar en consecuencia.
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