Las causas de un fracaso
Si un golpe de Estado cuenta para triunfar con toda una regi¨®n militar, con la m¨¢s poderosa unidad del Ej¨¦rcito de Tierra, la Divisi¨®n Acorazada Brunete, y con unas fuerzas de choque capaces de secuestrar y controlar a los diputados y miembros del Gobierno en funciones, ese golpe tiene que triunfar. Si no lo hace es que importantes factores han actuado en su contra.
Las causas del fracaso del golpe de Estado frustrado que conocemos como el 23-F debemos agruparlas en dos apartados. El primero, qui¨¦nes se situaron enfrente. El segundo, los errores achacables a sus protagonistas. Sobre quienes se situaron enfrente hay que comenzar por el pueblo espa?ol, que dio toda una lecci¨®n de comportamiento c¨ªvico. Sin necesidad de salir a la calle con pancartas, dejaron bien claro que no estaban con el golpe y ello lo supieron los golpistas, si no se hab¨ªan enterado antes. La sociedad en su conjunto, y los partidos, sindicatos y organizaciones varias contribuyeron de una manera muy eficaz a apoyar a quienes tuvieron que actuar para desactivar el golpe. Quiero destacar el papel de la prensa, con aquella edici¨®n extraordinaria de EL PA?S, o con las retransmisiones de las distintas emisoras, (a¨²n se me ponen los pelos de punta cuando vuelvo a o¨ªr la narraci¨®n de Rafael Luis D¨ªaz en la SER), o de aquellos t¨¦cnicos de TVE manteniendo el directo hasta que les fue posible, o los fot¨®grafos que con enorme sangre fr¨ªa siguieron haciendo fotograf¨ªas para que la historia tuviese im¨¢genes de aquella asonada decimon¨®nica. Y detr¨¢s de todos los espa?oles, el Rey. Don Juan Carlos como s¨ªmbolo de todos, magn¨ªficamente ayudado por sus colaboradores m¨¢s inmediatos, de los que cabe destacar a Sabino Fern¨¢ndez Campo (para los golpistas quien verdaderamente detiene el golpe). Y la gran mayor¨ªa de los militares. Tal como ha quedado probado, casi todos los altos mandos de los tres Ej¨¦rcitos permanecen leales. Por muy distintas razones: obediencia al Rey, enemistad con Milans del Bosch, control de los segundos escalones, por lo que fuese, pero lo cierto es que estuvieron enfrente de quienes pretend¨ªan una vuelta al pasado. Es un ejercicio muy interesante repasar, algo en lo que no puedo detenerme ahora, las actitudes de todos los capitanes generales durante este golpe de Estado frustrado.
Voy a extenderme algo m¨¢s en las causas achacables a los propios golpistas, ya que, me dicen, es lo que m¨¢s puede interesar hoy en este art¨ªculo. Todo golpe de Estado consiste en arrebatar el poder por la fuerza. Fuerza que hay que exhibir, ense?ar, aunque a veces no sea preciso utilizarla. Como toda operaci¨®n militar, actividad muy compleja, precisa de una minuciosa y magn¨ªfica preparaci¨®n, puesto que al tener que enfrentarse a un enemigo siempre surgir¨¢n factores que la dificultar¨¢n en grado m¨¢ximo. Aun prepar¨¢ndola muy bien, cualquier operaci¨®n militar puede fracasar.
El plan preparado por el teniente general Jaime Milans del Bosch consist¨ªa en actuar en tres frentes distintos. Primero, en la regi¨®n militar de su mando; segundo, en hacerse con el control de Madrid con la Divisi¨®n Acorazada; y tercero, controlar al Gobierno en funciones y a los diputados en el Congreso. Despu¨¦s esperaba que todas las regiones militares se fuesen sumando. Como toda operaci¨®n militar, contaba con un mando, ¨¦l, con un estado mayor y con unas fuerzas a sus ¨®rdenes. En el estado mayor ha estado uno de los mayores errores de este general, ya que lo dividi¨® en dos, algo inexplicable bajo la ¨®ptica militar. Por un lado el que actu¨® en Valencia, con el coronel Ib¨¢?ez Ingl¨¦s y, por otro, el que se encarg¨® de la coordinaci¨®n de todas las acciones, con el general Alvarado Largo. En Valencia, el estado mayor funcion¨® a la perfecci¨®n para sus intereses. Se dieron las ¨®rdenes y se coordin¨® su ejecuci¨®n de manera aceptable. Pero en la otra parte de la operaci¨®n, no funcion¨® como deb¨ªa. En la reuni¨®n del 18 de enero en el piso del Teniente Coronel Mas Oliver, en la calle General Cabrera 15, de Madrid, en la que se coordinar¨¢n los movimientos y se estudiar¨¢n las acciones a emprender, ser¨¢ el general Alvarado el que tome la palabra, pidiendo a unos y otros su opini¨®n y sometiendo al teniente coronel Tejero a un exhaustivo examen (es expresi¨®n textual que usa uno de los golpistas, Pardo Zancada). Siempre bajo la atenta mirada de Milans del Bosch, todos ven a este general como la cabeza del estado mayor del golpe. Todos los fallos de coordinaci¨®n que se produjeron debemos achac¨¢rselos a la decisi¨®n de Milans del Bosch de duplicar este puesto y a quien lo ocup¨® en la segunda variante.
En la Divisi¨®n Acorazada las cosas no se hicieron mucho mejor. El general Luis Torres Rojas, que hab¨ªa volado esa misma ma?ana desde A Coru?a hasta El Pardo, ten¨ªa como misi¨®n hacerse con el mando de esta unidad. Por razones dif¨ªciles de entender, no lo hizo, y eso que fue repetidamente instado a ello por sus subordinados, como qued¨® reflejado en las sesiones del juicio de Campamento. El coronel San Mart¨ªn L¨®pez cometi¨® uno de los errores m¨¢s decisivos en contra de sus intereses, ya que en vez de proseguir camino hasta Zaragoza, como era su misi¨®n, a inspeccionar a unas unidades de la divisi¨®n que all¨ª estaban de maniobras, regres¨® a El Pardo, al cuartel general de la Brunete, junto con el general de la misma, Juste Fern¨¢ndez. La conversaci¨®n que mantienen, a los pocos minutos de comenzado el golpe, los generales Juste y Sabino Fern¨¢ndez Campo y de la que la prensa destac¨® solo una frase: 'Armada ni est¨¢ ni se le espera', es el comienzo del fin de la intentona. El general Juste dir¨¢ a quienes est¨¢n cerca de ¨¦l que esta conversaci¨®n cambia todo, que lo que le hab¨ªan explicado era todo falso y que daba inmediatamente la orden de regresar a todas las unidades de la divisi¨®n.
La responsabilidad del teniente coronel Tejero en el fracaso del golpe est¨¢ siendo magnificado estos d¨ªas en alguna versi¨®n especialmente curiosa que se ha publicado. Tejero cumple escrupulosamente con lo que le han pedido. Con muchos problemas, pues en la misma ma?ana del 23-F a¨²n no tiene a la segunda de las unidades que precisa para cumplir con su misi¨®n. Afirmar que sus disparos al aire asustaron es una memez. Quien decide dar un golpe de Estado sabe que hay armas y que un accidente o una persona nerviosa puede hacer uso de su arma en cualquier momento. Con eso se cuenta. Otro tema distinto es el de la responsabilidad de Tejero en el fracaso definitivo de la intentona en la reuni¨®n que mantiene con Armada, en persona, y con Milans del Bosch, a trav¨¦s del tel¨¦fono. Ah¨ª quien falla no es Tejero, quien est¨¢ fracasando es Milans del Bosch, que en su planificaci¨®n, en la preparaci¨®n del golpe, no supo dejar bien claras todas las opciones que deber¨ªa haber estudiado, y quien, a sus ¨®rdenes, debi¨® coordinar las acciones fuera de Valencia. Por esto afirmo que en realidad el golpe no fue uno sino tres.
Para finalizar, quisiera hacer una ¨²ltima reflexi¨®n sobre estos extremos. Hay quien habla de chapuza en la preparaci¨®n. Incluso hay quien escribe que se trata de una conjura de necios. Yo no estoy de acuerdo con estos calificativos. Creo que los golpistas no lo prepararon bien, pero esa no fue la ¨²nica causa del fracaso. No debemos decirle a la opini¨®n p¨²blica que aquello fue un sainete que de todas las formas hubiese fracasado. El golpe pudo perfectamente triunfar.
Javier Fern¨¢ndez L¨®pez es teniente coronel y profesor de Derecho Constitucional. Autor de Diecisiete horas y media, el enigma del 23-F.
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