LOS ?LTIMOS DEL S?HARA
Driss Basri, el que poco despu¨¦s se convertir¨ªa en el todopoderoso ministro del Interior de Hassan II, avanzaba con su s¨¦quito por uno de los pasillos del Parador Nacional de El Aai¨²n. En direcci¨®n contraria caminaba un pu?ado de legionarios espa?oles. Nadie se apart¨® para dejar paso al otro grupo. Los hombros se rozaron. Apenas empezaban a alejarse cuando los militares gritaron al un¨ªsono: '?Fuera Marruecos! ?Viva el Polisario!'.
Nadie empu?¨® un arma, nadie profiri¨® amenazas, pero el incidente, ocurrido a principios de diciembre de 1975, era revelador de las relaciones que mantuvieron los militares espa?oles que preparaban su salida del S¨¢hara Occidental y los marroqu¨ªes y mauritanos que se dispon¨ªan a administrarlo.
El 14 de noviembre de 1975 hab¨ªa sido suscrito el acuerdo tripartito de Madrid, que, de hecho, traspasaba el grueso de la colonia espa?ola a Marruecos y un tercio a Mauritania. Once d¨ªas despu¨¦s desembarcaba en El Aai¨²n la primera avanzadilla marroqu¨ª con el futuro gobernador, Ahmed Bensuda, a la cabeza. El 12 de enero, el Ej¨¦rcito espa?ol sal¨ªa del territorio y el 26 de febrero de 1976 -ma?ana se cumplir¨¢n 25 a?os- una nota oficial anunciaba que 'el Gobierno espa?ol ha puesto t¨¦rmino definitivamente a la presencia de Espa?a en el S¨¢hara Occidental (...)'.
Durante aquellos tres largos meses de traspaso de poderes, 'los oficiales espa?oles se sintieron traicionados por el Gobierno', recuerda C¨¦sar Goas, entonces capit¨¢n de tropas n¨®madas encargado de la protecci¨®n de una parte de la cinta transportadora de Fos Bucra¨¢, la empresa p¨²blica de extracci¨®n de fosfatos. 'Los militares ¨¦ramos partidarios de seguir all¨ª siempre y cuando los saharauis no nos rechazasen'.
Los nacionalistas saharauis acosaban de lejos con disparos de mortero a los espa?oles, pero 'empezaron a cambiar de enemigo', asegura Javier Lobo Garc¨ªa, entonces comandante del grupo n¨®mada n¨²mero 1, tambi¨¦n destinado por aquellas fechas en Fos Bucra¨¢. Pronto se dio, adem¨¢s, la orden de no perseguirles 'porque imperaba el criterio pol¨ªtico de evitar a toda costa derramamiento de sangre espa?ola'.
Otros saharauis, los que a¨²n no hab¨ªan querido licenciarse del Ej¨¦rcito espa?ol, siguieron hasta el final. 'Eran ya pocos y nos despedimos de ellos con harto dolor de nuestros corazones el 28 de diciembre de 1975', rememora Lobo. 'Hubo pocas palabras, pero nuestros rostros estaban tristes'. 'Ten¨ªan preparados sus Land Rovers y pusieron rumbo a Tinduf', (suroeste de Argelia) mientras el grupo n¨®mada se dirig¨ªa a Villa Cisneros.
Lobo no guard¨®, sin embargo, un mal recuerdo de los marroqu¨ªes, a los que entreg¨® la mina de fosfatos. 'Sus armas eran heterog¨¦neas', pero hicieron gala de la tradicional amabilidad ¨¢rabe. 'Cuando les invitamos a compartir la cena de Navidad, nos agasajaron present¨¢ndose en la jaima con dos grandes borregos empalados'.
La cordialidad fue, sin embargo, la excepci¨®n. Las cr¨®nicas de los periodistas espa?oles destacados en El Aai¨²n est¨¢n salpicadas de peque?os altercados similares al del parador que inciaron al gobernador, Federico G¨®mez de Salazar, a prohibir la entrada en el establecimiento a todo espa?ol que no se alojase all¨ª.
Cuenta, por ejemplo, Victoria Marco Linares en El Alc¨¢zar c¨®mo los oficiales espa?oles desistieron de comer en el casino militar de El Aai¨²n el d¨ªa en que sus jefes ofrecieron un banquete a los marroqu¨ªes reci¨¦n llegados.
?sta y otros periodistas recogen tambi¨¦n los comentarios proferidos por los legionarios que contuvieron a empujones una manifestaci¨®n independentista de mujeres saharauis tras el desembarco, el 29 de noviembre, del Ej¨¦rcito marroqu¨ª en El Aai¨²n. '?No comprenden que lo hago por la seguridad de ellas mismas?', se justificaba el legionario. '?Acaso no est¨¢n diciendo ellas lo que yo estoy sintiendo?'.
Los nuevos administradores tampoco debieron quedar muy satisfechos con la acogida espa?ola. 'El Tercio y las bandas armadas [saharauis] asentadas en el barrio de Zemla se aliaron abiertamente para impedir a Driss Basri y al gobernador del S¨¢hara crear una verdadera administraci¨®n', sostiene en su libro Attilio Gaudio, un periodista italiano considerado como el historiador oficioso de la descolonizaci¨®n vista por Marruecos.
El 8 de enero de 1976, los soldados de la VIII Bandera de la Legi¨®n fueron los ¨²ltimos en salir de la capital del desierto, medio vac¨ªa a causa de la huida de buena parte de sus habitantes hacia Tinduf. Algunos vecinos comerciantes que optaron por quedarse hicieron, sin embargo, ping¨¹es negocios vendiendo a los marroqu¨ªes sedientos de consumo todo tipo de artilugios electr¨®nicos.
Cinco d¨ªas m¨¢s tarde cesaba la presencia militar espa?ola en la antigua colonia cuando zarpaban de Villa Cisneros -hoy en d¨ªa Djala- los buques Plus Ultra y Conde de Venadito rumbo a Las Palmas.
El comandante de la Legi¨®n Jer¨®nimo Garc¨ªa-Ceballos fue el encargado de entregar a los marroqu¨ªes el ¨²ltimo acuertalamiento espa?ol en el S¨¢hara. 'Nos hab¨ªamos llevado del edificio nuestros utensilios, pero ¨¦l insist¨ªa en que le dejasemos la cocina', recuerda Garc¨ªa-Ceballos. 'Le expliqu¨¦ que s¨®lo pod¨ªamos hacerlo si nos pagaban por ello, para as¨ª poder comprar otra, a lo que no estaba dispuesto'.
La ¨²ltima rabieta de los militares espa?oles tuvo lugar poco despu¨¦s en el aerodromo de Villa Cisneros, justo antes de que despegasen el H¨¦rcules y el Aviocar que traslad¨® a G¨®mez de Salazar a Canarias. Tras arriar la bandera, serraron el m¨¢stil para que ning¨²n otro estardarte pudiese ondear all¨ª d¨®nde flot¨® el espa?ol.
Faltaba a¨²n una ¨²ltima funci¨®n para acabar la descolonizaci¨®n: la reuni¨®n, el 26 de febrero de 1976, de la Yemaa, la asamblea a la que asistieron 58 o 60 notables saharauis -las autoridades marroqu¨ªes proporcionaron varias cifras- en la que una decena de oradores se pronunciaron a favor del acuerdo de Madrid mientras el resto del auditorio daba vivas a Hassan II.
No hubo rabia, pero s¨ª una gran tristeza, en las palabras de despedida a la Yemaa del gobernador espa?ol en funciones, el teniente coronel Rafael Vald¨¦s. 'Espa?a se va con la retina empapada y con el coraz¨®n pleno de vivencias compartidas con los saharauis; pero Espa?a se queda siempre con los saharauis en ¨ªntima vinculaci¨®n espiritual'¡¤.
'Momento hist¨®rico', escribi¨® Pierre-Marie Doutrelat, el periodista que el diario franc¨¦s Le Monde hab¨ªa enviado al S¨¢hara. 'Sin embargo, lo que queda de poblaci¨®n saharaui en El Aai¨²n prefiri¨® vacar a sus ocupaciones', pese a la insistencia de los marroqu¨ªes para que se congregasen ante la sede de la Yemaa.
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