Largo camino hacia las urnas
Al final, el acuerdo contra el terrorismo y por las libertades, firmado por PP y PSOE y tan denostado por PNV y EA, ha dado su fruto: tras la bronca parlamentaria y la ceremonia de los adioses de la semana pasada, el lehendakari no ha tenido m¨¢s remedio que fijar una fecha para las elecciones. Tan atado se sent¨ªa al gobierno que ha se?alado esa fecha sin previamente disolver el Parlamento, un lapsus que dice sobre su cultura pol¨ªtica mucho m¨¢s de lo que a primera vista parece, como elocuente es tambi¨¦n la pretensi¨®n del presidente del Parlamento de no celebrar m¨¢s plenos con objeto de no sufrir nuevas derrotas durante el largo camino hacia las urnas.
Miedo a los plenos del Parlamento: eso es lo que ha determinado el adelanto electoral; miedo a una sucesi¨®n de derrotas no meramente testimoniales, sino cargadas de contenido pol¨ªtico, s¨®lo posible por la existencia de un pacto firme entre dos partidos de la oposici¨®n alejados ideol¨®gicamente pero unidos en la com¨²n decisi¨®n de plantar cara al terror. Si el PNV crey¨® a finales de 2000 que pod¨ªa introducir una cu?a en ese acuerdo y alargar as¨ª la legislatura sin coste alguno de su parte, la firmeza de los dirigentes del PSE, que no ha flaqueado a la hora de colocar en el lugar que merecen las lacrimosas llamadas del lehendakari a no se sabe qu¨¦ tres compromisos, le ha obligado a desistir de esas torpes maniobras dilatorias.
PP y PSE han mantenido su pacto porque no pod¨ªan hacer otra cosa, por una necesidad que el mismo PNV se encarg¨® de reforzar desde que se supo que hab¨ªa sellado un infame acuerdo con ETA en el que calificaba a esos dos partidos como enemigos de la construcci¨®n nacional de Euskal Herria. Cierto, ETA declar¨® una tregua pero dio mano libre a sus cachorros para incendiar, humillar y apalear a ese enemigo ante la pasividad de la direcci¨®n pol¨ªtica de la polic¨ªa vasca y ante los sarcasmos de connotados nacionalistas que juzgaban aquellos atentados como una gracieta de los chicos de la gasolina. En el pacto entre PP y PSE no hay m¨¢s que una necesidad de supervivencia, un aunar fuerzas ante la embestida pol¨ªtica del frente nacionalista y la violencia asesina de ETA y de sus c¨®mplices de EH a quienes la moralina bienpensante se obstina en presentar como pol¨ªticos atenazados por el miedo m¨¢s que como directos responsables de lo que est¨¢ ocurriendo.
Con el acuerdo PP-PSE m¨¢s firme de lo que hab¨ªan esperado los dirigentes del PNV, y con un creciente sector de nacionalistas dem¨®cratas decidido a exigir responsabilidades a sus jefes, al lehendakari no le quedaba m¨¢s opci¨®n que convocar elecciones. As¨ª es la pol¨ªtica: por pretender embaucar a todos, ocurre a veces que el embaucador se queda sin campo de maniobra. El PNV no lo tiene, ni que mire a la izquierda abertzale ni que mire a los partidos constitucionalistas. Se acab¨® su capacidad de enga?ar a unos y a otros; se acab¨® jugar con cartas marcadas, reserv¨¢ndose por si acaso un as en la bocamanga. En el drama en que la actual direcci¨®n del PNV ha metido al Pa¨ªs Vasco, todas las cartas est¨¢n repartidas, todos los dados echados; ya no quedan conejos que sacar de la chistera.
A las urnas, pues. Pero sin lanzar las campanas al vuelo sino dominados por una inevitable preocupaci¨®n: nadie puede atisbar un resultado ideal. Trat¨¢ndose, como se trata en esta convocatoria, de echar una s¨®lida base que permita acabar con los atentados contra la vida y la libertad, lo ideal ser¨ªa que de las urnas saliera un gobierno de concentraci¨®n democr¨¢tica. Pero al punto en que han llegado las cosas, nadie puede imaginar c¨®mo ser¨¢ posible sentar juntos en el mismo gobierno a PNV-EA, PSE y PP. Har¨ªan falta dosis inmensas de negociaci¨®n y pacto entre dem¨®cratas para que lo roto por el frente nacionalista pudiera recomponerse en una s¨ªntesis superior y m¨¢s equilibrada, que abarcara a todos aquellos decididos no a pedir a ETA que deje de matar, sino a erradicar del Pa¨ªs Vasco la amenaza del terror.
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