Kosovo como mu?eca rusa
La madrugada del 7 de mayo de 1999, un bombardero 'invisible' B-2 Spirit de la 509? Ala de Bombardeo de los EE UU, basada en Whiteman, lanz¨® varias bombas JDAM GBU-31 contra la Embajada china en Belgrado. Los artefactos, guiados con gran precisi¨®n por el sistema GPS, entraron por la ventana del agregado militar, Ven Bo Koy, que qued¨® gravemente herido. Tres personas, presentadas por la autoridades chinas como 'periodistas', murieron en el ataque. Al parecer, la operaci¨®n fue planeada y desarrollada por el Pent¨¢gono al margen de la OTAN, porque el alto mando norteamericano mantiene los ultrasecretos bombarderos Northrop Grumman B-2 fuera de la cadena de mando de Bruselas. Los hechos fueron presentados por las autoridades norteamericanas como un 'error', pero existen otras posibilidades. Seg¨²n parece, en la Embajada china operaba un repetidor de comunicaciones al servicio del Ej¨¦rcito yugoslavo, que a su vez conectaba o ten¨ªa que ver con un revolucionario sistema desarrollado por los chinos para la detecci¨®n y alerta temprana de 'aviones invisibles', conocido por las siglas PCLS (Passive Coherent Location System), que adem¨¢s resulta inmune a las contramedidas electr¨®nicas.
Esta informaci¨®n no proviene de fuentes clasificadas, sino que es el fruto de la excelente labor de tres periodistas de investigaci¨®n: John Sweeney, Jens Holsoe y Ed Vulliamy. Y ni siquiera es nueva: fue publicada en The Observer el 17 de octubre de 1999 y tambi¨¦n en el diario dan¨¦s Politiken. Los periodistas se basaron en el testimonio confidencial de tres oficiales de la OTAN: un controlador de vuelo en N¨¢poles, un oficial de inteligencia experto en radiotr¨¢fico que actuaba desde Macedonia y un alto mando en Bruselas. Refuerza la veracidad de los testimonios un dato interesante: las p¨¦rdidas en aviones reconocidas por la OTAN se produjeron antes del bombardeo de la legaci¨®n china. Adem¨¢s, hemos de tener en cuenta tambi¨¦n a todos aquellos aviones que lograron regresar a sus bases aunque duramente castigados por el fuego antia¨¦reo yugoslavo. Fuentes occidentales llegaron a confirmar, hasta el 2 de mayo, una decena de aterrizajes forzosos de aviones aliados seriamente da?ados por la defensa antia¨¦rea yugoslava. Y lo cierto es que a partir del 7 de mayo las cifras de bajas declaradas por la OTAN decayeron claramente. Por otra parte, a Washington le ven¨ªa bien demostrar firmeza ante China, que llevaba tiempo desarrollando sistemas armament¨ªsticos propios basados en modelos americanos espiados y mejorados. Y asimismo, tensar las relaciones con Pek¨ªn y Mosc¨² a fin de parar los pies a la diplomacia rusa, que parec¨ªa capaz de parar la campa?a a¨¦rea de la OTAN antes de tiempo.
?ste es un ejemplo de ese tipo de informaciones 'olvidadas' por inc¨®modas, que a veces reaparecen meses o a?os despu¨¦s y generan un enorme esc¨¢ndalo. Algo similar ocurri¨® con la actual crisis del uranio empobrecido, asunto sobre el cual se hab¨ªan escrito monta?as de documentos, informes y art¨ªculos a ra¨ªz de la guerra del Golfo y que ahora resulta tan impactante en Europa porque parece afectar a nuestros soldados. Pero sobre todo hay en todo ello un profundo problema de credibilidad. El incidente de la Embajada china demuestra que sobre la guerra de Kosovo hubo otras guerras, que en torno al gozne de la peque?a provincia balc¨¢nica giraron problemas que iban m¨¢s lejos y a los que eran ajenos muchos de los participantes. Tambi¨¦n se comenta, por ejemplo, que la guerra de Kosovo fue planteada para tener un buen pretexto con el cual eliminar el art¨ªculo 5? de los estatutos de la OTAN, que la defin¨ªan como organizaci¨®n meramente defensiva. En nombre de la OTAN nos han mentido y ocultado tantas cosas y con tal descaro que, parafraseando a Braudillard, casi dan ganas de afirmar que informativamente 'la guerra de Kosovo no tuvo lugar'. ?Qu¨¦ decir de las decenas de miles de muertos albaneses, que al final se quedaron en 3.000, seg¨²n revel¨® el periodista Jonathan Steele en The Guardian el pasado mes de agosto? Y, de momento, ninguna instancia oficial se ha preocupado de aclarar cu¨¢ntos lo fueron por ejecuciones o por ataques a¨¦reos, o, a¨²n, por los enfrentamientos entre la guerrilla del U?K y las fuerzas de seguridad serbias. ?Qu¨¦ pensar de esas hinchadas cifras de bajas causadas al enemigo que luego se quedaron en nada? No fueron poca cosa: en junio de 1999, el general Henry Shelton, jefe del Estado Mayor Conjunto, afirm¨® que los bombardeos hab¨ªan destruido 122 tanques, 222 veh¨ªculos blindados y 454 piezas de artiller¨ªa. Un a?o m¨¢s tarde, la revista Newsweek revel¨® los resultados de un informe de la USAF rechazado por el alto mando de la OTAN: s¨®lo se hab¨ªan destruido 14 tanques, 18 transportes de personal y 20 piezas de artiller¨ªa y morteros. De los 744 blancos 'confirmados', s¨®lo se encontraron evidencias de 58. En fin, para los da?os colaterales contra civiles y las bombas de grafito, ni siquiera hay espacio en este art¨ªculo.
Por lo tanto, el esc¨¢ndalo del uranio empobrecido no ha hecho m¨¢s que volver a despertar nuestras dudas. El problema de la 'basura militar' es ya antiguo y no se circunscribe a la munici¨®n potencialmente radiactiva. Como muy bien han recordado serias instancias cient¨ªficas, como la Organizaci¨®n Internacional de Energ¨ªa At¨®mica, en Kosovo, Bosnia y quiz¨¢ Yugoslavia podr¨ªan estar jugando una amplia gama de factores que van desde los agentes contaminantes liberados por las f¨¢bricas y refiner¨ªas bombardeadas a las vacunas especiales inyectadas a determinados soldados o las armas usadas por los contendientes locales. Tambi¨¦n podr¨ªa ocurrir que la insistencia en el protagonismo del uranio empobrecido hubiera logrado desviar las investigaciones sobre otro tipo de posibles causas m¨¢s comprometidas pol¨ªticamente, como el transporte de materiales peligrosos antes, durante o despu¨¦s de los ataques, la utilizaci¨®n de armas qu¨ªmico-bacteriol¨®gicas e hipot¨¦ticas operaciones por el estilo, las cuales quedar¨ªan al margen de la atenci¨®n p¨²blica una vez demostrado que eso de la letalidad del uranio son paparruchas de civiles y pol¨ªticos hist¨¦ricos. Por supuesto que al final del camino puede haber una operaci¨®n de intoxicaci¨®n en toda regla con objetivos pol¨ªticos muy concretos.
Parece sospechoso que la denuncia de las supuestas contaminaciones tuvier lugar precisamente poco antes de comenzar la presidencia del republicano Bush. O que fueran los italianos quienes tiraran de la manta. Ellos, que tantas veces han sido tratados con prepotencia por el amigo americano: cuando la base de Aviano fue usada intensivamente en las guerras de los Balcanes mientras se relegaba a Roma de las decisiones importantes; cuando se dej¨® solos a los italianos durante la crisis albanesa de 1997 (no tuvo que ver con Milosevic, Albania se hundi¨® solita, no interesaba a Washington); tras el accidente del telef¨¦rico de Cermis, en el Trentino, provocado por aviadores norteamericanos en plena euforia acrob¨¢tica, y que luego resultaron flagrantemente absueltos por un tribunal militar americano. Pero, al fin y al cabo, la actuaci¨®n norteamericana en los Balcanes no tiene por qu¨¦ ser un cheque en blanco. Washington defiende sus intereses particulares y muchas veces pasan por encima de los europeos. Por otra parte, est¨¢ muy claro que para amplios sectores de la pol¨ªtica y las finanzas norteamericanas hay que demorar todo lo que se pueda la integraci¨®n de Rusia en Europa, que convertir¨ªa al Viejo Continente en un competidor demasiado serio. Todo eso deber¨ªa tenerse en cuenta antes de atrincherarse en mec¨¢nicas posturas seguidistas, algo que otros aliados menores de la OTAN no practican. El concepto realpolitik fue un invento alem¨¢n y a ¨¦l deber¨ªamos atenernos. Como lo hacen los norteamericanos con Europa, ni m¨¢s ni menos.
Francisco Veiga es profesor de Historia de Europa Oriental de la UAB.
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