Diario agradecido
- Lunes. Ser¨ªa bueno empezar la semana en frecuencia filos¨®fica, haciendo trotar a las neuronas al ritmo de un tema tan trascendental como el Ser y el Tener. Ya est¨¢. Ya pens¨¦. Conclusi¨®n o corolario: todos conocemos y despreciamos al t¨ªpico fanfarr¨®n que presume de sus posesiones materiales. Pero hay una clase de fard¨®n m¨¢s sutil al que tambi¨¦n hay que desenmascarar sin contemplaciones: es el que hace ostentaci¨®n de lo que no tiene, en plan Di¨®genes y/o poeta iluminado. Por ejemplo, yo, que no tengo coche, ni carnet de conducir, ni tel¨¦fono m¨®vil, ni horno microondas, ni v¨ªdeo, ni DVD, ni fax, ni c¨¢mara digital, ni ordenador, y me creo muy listo.
- Martes. Cediendo a la presi¨®n medioambiental me dispongo a comprar un PC. Me despido mentalmente de la mitad de los objetos entra?ables que pueblan mi escritorio. Comparo precios y voy eligiendo mi direcci¨®n electr¨®nica. ?Qu¨¦ tal listorro@poruntubo.es? Respiro hondo y me preparo a soltar los 200 boniatos que a nadie le sobran en el morral. De pronto, la providencia me echa un cable. Todo el mundo me habla de cuelgues interminables, virus demoledores, torpezas virtuales y tarifas planas que abultan hasta el esc¨¢ndalo. Tengo en mente que la ¨²ltima tendencia sociol¨®gica detectada en Estados Unidos es la de los desencantados de Internet. Decido apuntarme al carro m¨¢s r¨¢pido que un bombero. Si fui pionero del downshifting sin haber sido yuppie, ?por qu¨¦ no me voy a desencantar de Internet antes de comprar mi primer ordenador? No se hable m¨¢s. Si tengo que emiliar alg¨²n art¨ªculo, hay locutorios para navegar por la red a 200 pelas la hora y mon¨ªsimos cibercaf¨¦s.
Makaroff agradece al Poder Superior haberle premiado con bienes del tipo: saber renunciar a Internet o querer m¨¢s a la Guardia Urbana
- Mi¨¦rcoles. Viene a tomar el t¨¦ mi gran amiga Lydia Delgado. Es la mejor dise?adora de ropa del mundo, aunque deber¨ªa haber sido actriz. El drama se le da bien, pero en lo que descuella es en la comedia. Cuenta una an¨¦cdota y Maite y yo nos desternillamos hasta que nos destartalamos. Iban Lydia y su marido -mi buen amigo Alberto Aza- por el camino de Santiago comentando las distintas maneras de servir una cerveza. Que si en Madrid te ponen cositas, que si en Barcelona te la dan pelada. En eso llegan a un bar y Lydia ve unos platitos con jam¨®n y queso sobre la barra. Le dice 'disculpe' a un se?or que estaba leyendo el peri¨®dico y se sirve a discreci¨®n. El tipo la mira alucinado. Ella cree entender lo que pasa y le dice 'ay, perdone, lo interrump¨ª, estaba leyendo el diario'. Los taquitos de jam¨®n y queso no eran del pueblo, sino del se?or, claro. Lydia cuenta su despiste con gracejo incomparable y la semana sigue avanzando.
- Jueves. Cojo la bici y me voy a dar una vuelta. Han asfaltado un camino de tierra que hab¨ªa al final del Puerto Ol¨ªmpico. Ahora es negro y reluciente. A ambos lados hab¨ªan plantado estacas rojas. La parte inferior de cada una de ellas est¨¢ salpicada de negro. Est¨¢n arrancadas de la tierra y la punta conserva el color claro de la madera. Yacen a cada lado del camino, a intervalos regulares. ?Es una instalaci¨®n como la copa de un pino! Si estuviera en el Macba (Museo de Arte Contempor¨¢neo de Barcelona), acompa?ada de un texto pretencioso, m¨¢s de un panoli la considerar¨ªa el no va m¨¢s de la vanguardia.
- Viernes. Acudo, como todos los d¨ªas, a las Piscinas Picornell. Tres se?ores entraditos en carnes y a?os, con cadenas y relojes de oro, charlan sobre restaurantes en la sauna. 'No veas c¨®mo hacen la espalda de cordero en Can Jordi', dice uno. '?Eso est¨¢ en la carretera de Matar¨®?', pregunta otro. Sus cuerpos michel¨ªnicos brillan por el sudor y yo me imagino la escena transportada a una gran sala blanca del Macba, acompa?ada de un texto tirarrollos y un pel¨ªn cr¨ªptico. 'Las performances situacionistas de Karl Pockas?lten nos remiten a la instancia posduchampiana impl¨ªcita en bla-bla-bla'. No, si el que no disfruta de las mejores instalaciones y performances es porque no tiene el ojo entrenado. El arte est¨¢ ah¨ª, al alcance de cualquiera que sepa descontextualizar.
- S¨¢bado. A veces charlo con un polic¨ªa municipal en el bar de enfrente de casa. Hoy me cuenta que hay un chalado que cada vez que ve a un guardia urbano va y le da las gracias por su trabajo. As¨ª como suena. Se ve que el t¨ªo lo dice muy en serio. Pues a m¨ª no me parece tan loco. Despu¨¦s de los dram¨¢ticos episodios que condujeron a la detenci¨®n del comando Barcelona, es obvio que todos queremos m¨¢s a nuestra Guardia Urbana. Me gustar¨ªa conocer -y ser capaz de emular- a ese agradecedor misterioso.
- Domingo. No pertenezco a ninguna religi¨®n, pero tengo una especie de altar vanguardista en casa. Enciendo inciensos de canela y naranja y agradezco al Poder Superior por los bienes que derrama sobre m¨ª.
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