La depresi¨®n crece
La depresi¨®n se ha duplicado desde los a?os cincuenta y afecta cada vez m¨¢s a los hombres
La cuarta parte de la poblaci¨®n mundial sufrir¨¢ depresi¨®n en alg¨²n momento de la vida. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) explica este fen¨®meno por 'los cambios acelerados en la forma de vida producidos d¨ªa a d¨ªa' y en particular los que identifica como 'la desmembraci¨®n de la familia y la lenta ruptura con las tradiciones y las estructuras sociales'.
El psiquiatra espa?ol Francisco Alonso-Fern¨¢ndez, actual presidente de la Asociaci¨®n Europea de Psiquiatr¨ªa Social y catedr¨¢tico de la Universidad Complutense de Madrid, destaca en su libro Claves de la depresi¨®n que el n¨²cleo com¨²n de todos los enfermos depresivos es 'un hundimiento del plano vital', estructura que constituye el 'estrato intermedio entre el cerebro y la mente y se filtra por ambos'.
Los pacientes depresivos sufren un abatimiento de la vitalidad en su conjunto o en algunos de sus sectores. Seg¨²n este experto, los cuatro vectores funcionales de la vitalidad se corresponden con las cuatro dimensiones de la depresi¨®n: buen estado de ¨¢nimo y humor depresivo; energ¨ªa de los impulsos y anergia (falta de impulsos); capacidad de sintonizaci¨®n y discomunicaci¨®n, y, por ¨²ltimo, regulaci¨®n de los ritmos y alteraci¨®n de los ritmos vitales de sue?o-vigilia y alimentaci¨®n.
El sufrimiento del paciente depresivo es, para Alonso-Fern¨¢ndez, 'm¨¢s profundo, complejo, abarcador e indeterminado' que el que emana de un sentimiento de tristeza e infelicidad. 'La depresi¨®n y la infelicidad', explica, 'son dos estados muy distintos. Mientras que el primero es patol¨®gico, el segundo no. Por tanto, ni podemos trivializar la depresi¨®n, identific¨¢ndola con la infelicidad, ni tampoco debemos medicalizar la tristeza y confundir cualquier situaci¨®n de infelicidad con una depresi¨®n'.
Estr¨¦s y soledad
Alonso-Fern¨¢ndez subraya que los dos grandes agentes depres¨®genos son, por un lado, el estr¨¦s cr¨®nico, causado por las prisas del actual estilo de vida y la sobrecarga emocional en el trabajo, y por otro, la p¨¦rdida de comunicaci¨®n interpersonal, que genera frecuentes situaciones de soledad.
'Hay que considerar tambi¨¦n', a?ade, 'otros factores que pueden actuar como desencadentes de un cuadro depresivo, esto es, enfermedades som¨¢ticas antes mortales y ahora de larga evoluci¨®n, efectos secundarios de la masiva utilizaci¨®n de medicamentos, el consumo extendido de drogas y el alargamiento de la vida, ya que la vejez incrementa el riesgo de depresi¨®n y de hecho la tasa m¨¢s alta se produce precisamente a partir de los 70 a?os'.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas la enfermedad depresiva ha aumentado proporcionalmente m¨¢s en los hombres que en las mujeres. En la poblaci¨®n femenina convergen m¨¢s factores de riesgo, como los neuroendocrinos, que comportan cambios hormonales en el ciclo menstrual, en el posparto y la perimenopausia, y los de personalidad, porque las mujeres tienden m¨¢s a la autocr¨ªtica y a la baja autoestima. Sin embargo, los grandes cambios sociales de las ¨²ltimas d¨¦cadas han beneficiado a las mujeres y en cambio, no han sido bien asimilados por algunos hombres.
'Todos los acontecimientos en torno a la liberaci¨®n de la mujer han creado en cierto tipo de hombres la sensaci¨®n de que se les ha movido la silla, de que han empezado a perder terreno y poder. Algunos lo hemos encajado muy bien y nos parece totalmente justo, pero otros no lo aceptan. Y as¨ª surge en gran medida la relaci¨®n entre la depresi¨®n y los malos tratos en el hogar', admite Alonso-Fern¨¢ndez.
Seg¨²n Valent¨ªn Corc¨¦s, responsable de la unidad de rehabilitaci¨®n del hospital Psiqui¨¢trico de Madrid y profesor de la Universidad Aut¨®noma, la prevenci¨®n, que podr¨ªa reducir hasta en un 30% el riesgo de enfermedad depresiva, se inicia en la educaci¨®n desde la infancia propiciando los valores de autoestima y mediante la adopci¨®n de unas normas de vida: incrementar las relaciones sociales, evitar el sedentarismo, cultivar alguna afici¨®n o deporte para evadirse de las situaciones de estr¨¦s y respetar la hora de acostarse. 'Tambi¨¦n es muy importante', a?ade, 'saber adaptarse a las situaciones de duelo y de p¨¦rdida y tener m¨¢s tolerancia a la frustraci¨®n'.
Seg¨²n el psiquiatra Benito Peral, profesor de Psicopatolog¨ªa de la Universidad Pontificia de Comillas, de Madrid, al igual que toda vivencia tiene un correlato bioqu¨ªmico, la depresi¨®n tiene un soporte neuroqu¨ªmico. Investigaciones en modelos animales y en humanos han demostrado que en el paciente depresivo se produce una afectaci¨®n de ciertos sistemas de neurotransmisores, principalmente el serotonin¨¦rgico y el noradren¨¦rgico. 'Salvo en las depresiones end¨®genas, de causa gen¨¦tica, el desequilibrio neuroqu¨ªmico depresivo es consecuencia de la acci¨®n de agentes causales tan diversos como la herencia, la situaci¨®n sociopersonal, la personalidad y la enfermedad org¨¢nica. Esto nos sugiere que el cerebro es un sistema qu¨ªmico dotado de m¨²ltiples entradas', dice.
Por ello, en el 80% de los casos la depresi¨®n tiene un inicio progresivo y gradual, a veces tan silente e inespec¨ªfico que puede pasar inadvertida hasta para el propio paciente. A menudo el s¨ªndrome del retardo del sue?o, por el que la persona se acuesta habitualmente a horas muy avanzadas, y trastornos de conducta, como la promiscuidad sexual o los comportamientos de violencia, est¨¢n enmascarando un cuadro depresivo. Esto se observa sobre todo en adolescentes y j¨®venes.
A juicio de los expertos, un correcto diagn¨®stico y un adecuado abordaje terap¨¦utico consiguen que el 80% de los pacientes experimente una gran mejor¨ªa durante el primer mes. No obstante, seg¨²n los casos, el tratamiento de esta enfermedad psiqui¨¢trica suele ser de larga duraci¨®n.
Corc¨¦s considera que el manejo de la enfermedad depresiva debe abordarse desde tres vertientes: la terapia farmacol¨®gica, la intervenci¨®n psicoterap¨¦utica y la regulaci¨®n de los h¨¢bitos de vida. Admite, como el resto de colegas consultados, que en este proceso a veces ha habido mucha prescripci¨®n y poca atenci¨®n. 'Por ejemplo, a un enfermo depresivo por soledad no basta con darle compa?¨ªa. Son tambi¨¦n necesarios los medicamentos para restablecer el equilibrio neuroqu¨ªmico, pero s¨®lo ¨¦stos no son suficientes', dice.
Psicof¨¢rmacos
Seg¨²n datos del Ministerio de Sanidad y Consumo, los antidepresivos son los psicof¨¢rmacos m¨¢s prescritos en Espa?a despu¨¦s de los tranquilizantes. En 1999 se recetaron 14.555.311 envases de antidepresivos, con un coste de 57.781 milllones de pesetas. De enero a noviembre de 2000 los mismos datos revelan un consumo de 15.116.621 envases, con un coste de 61.551 millones de pesetas.
Este grupo terap¨¦utico supone para el Sistema Nacional de Salud un gasto mayor que el de los tranquilizantes, aun siendo ¨¦stos recetados en una proporci¨®n superior al doble. Los 31.074.350 milllones de envases de tranquilizantes que se prescribieron en 1999 generaron un gasto de 15.582 milllones de pesetas.
Un proceso infradiagnosticado
Aunque hay evidencias cl¨ªnicas de que los enfermos depresivos no detectados acuden a las consultas de atenci¨®n primaria m¨¢s de seis veces al a?o, la depresi¨®n es una enfermedad infradiagnosticada. Tradicionalmente, el diagn¨®stico se ha establecido seg¨²n el modelo estadounidense, basado en los trastornos del humor o del ¨¢nimo. El enfoque tetradimensional del diagn¨®stico de depresi¨®n, creado en 1986 por el psiquiatra Francisco Alonso-Fern¨¢ndez, catedr¨¢tico de la Universidad Complutense de Madrid, es m¨¢s amplio. Este enfoque, conocido como el modelo espa?ol y aceptado en numerosos pa¨ªses, establece cuatro dimensiones: humor depresivo, anergia, discomunicaci¨®n y ritmopat¨ªas. Para cada una de ellas existen seis rasgos definitorios. La presencia de dos rasgos adscritos a la misma dimensi¨®n o de tres rasgos dispersos entre dos o m¨¢s dimensiones, durante el plazo m¨ªnimo de 14 d¨ªas, permite sospechar de un estado depresivo, seg¨²n Alonso-Fern¨¢ndez. Para la medici¨®n de los 24 rasgos depresivos agrupados en las cuatro dimensiones se dispone de un cuestionario compuesto de 63 ¨ªtems. La representaci¨®n gr¨¢fica del resultado queda en forma de un perfil o depresograma, que sirve no s¨®lo para el diagn¨®stico, sino tambi¨¦n para su seguimiento. Los s¨ªntomas de la depresi¨®n, seg¨²n Alonso-Fern¨¢ndez, trascienden el ¨¢mbito de las alteraciones del humor: 'Numerosos pacientes no presentan tristeza ni desesperanza o apego a las ideas suicidas. Sin embargo, s¨ª pueden tener s¨ªntomas de anergia, es decir, apat¨ªa, falta de energ¨ªa, disfunciones sexuales; s¨ªntomas de discomunicaci¨®n, como retraimiento social, mal humor, descuido en el arreglo personal y s¨ªntomas de ritmopat¨ªas, como alteraciones del sue?o y gran fluctuaci¨®n de los s¨ªntomas a lo largo del d¨ªa o notables diferencias entre la ma?ana y la tarde'. Algunos datos epidemiol¨®gicos revelan que s¨®lo un 25% de los pacientes acierta a atribuir a la depresi¨®n su sufrimiento. Otro 25% mantiene que su enfermedad es un trastorno org¨¢nico o funcional (atribuible a s¨ªntomas som¨¢ticos, como dolores de cabeza, alteraciones digestivas, inhibici¨®n del deseo sexual). Un 10% est¨¢ convencido de que padece un trastorno ps¨ªquico puro, de tipo neur¨®tico o ansioso. Y el 40% restante no se considera enfermo y achaca sus s¨ªntomas a las incidencias de la vida (problemas, preocupaciones) o a la propia forma de ser.
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