Porteros de cuna
Los buscadores de n¨²meros han se?alado una de las grandes curiosidades del derby: la suma de las edades de Reina y Casillas es inferior a la del ¨²ltimo Buyo. Con ello se desmiente el axioma seg¨²n el cual un portero nunca es verdaderamente adulto antes de los treinta a?os.
En otros tiempos, Ir¨ªbar y Zubi fueron el paradigma de la precocidad, pero nunca se pens¨® que abriesen una nueva ¨¦poca en la evoluci¨®n del futbolista. No representaban una nueva frontera de la madurez; s¨®lo eran un ejemplo para los te¨®ricos de la generaci¨®n espont¨¢nea, mutaciones aberrantes sin otra causa que la intervenci¨®n del azar. Diez temporadas despu¨¦s, con la barba cerrada y el pellejo curtido, aquellos bichos raros estaban condenados a desaparecer en el escalaf¨®n como otras exc¨¦ntricas visiones de la fauna. Alcanzar¨ªan la normalidad y se confundir¨ªan con sus colegas en la selva del ¨¢rea.
Sin embargo es muy probable que Casillas y Reina marquen un verdadero cambio de tendencia. Aunque el oficio de portero se ha complicado m¨¢s que ning¨²n otro con los sucesivos ajustes del Reglamento, con ellos empieza a asomar una brillante promoci¨®n que ha conseguido asimilar r¨¢pidamente los secretos del juego. A su aventajada condici¨®n atl¨¦tica todos a?aden una sorprendente facilidad para interpretar las nuevas exigencias de la profesi¨®n: manejan perfectamente la pelota con el pie, descifran con toda naturalidad las maniobras del equipo contrario, saben iniciar el contraataque con una volea de sesenta metros y, llegado el caso, encienden los cohetes y vuelan hasta la escuadra con sus zarpas de goma.
Pero, adem¨¢s, Casillas y Reina han representado sucesivamente un mismo drama personal. Ambos alcanzaron la porter¨ªa en situaci¨®n de urgencia: un d¨ªa, el conserje del instituto llam¨® a la puerta del aula, dijo sus nombres y se los llev¨® por sorpresa hasta las profundidades de la competici¨®n. Ni uno ni otro tuvieron tiempo para calcular el peso de la fama. En adelante deber¨ªan trabajar ante millones de espectadores unidos por la taquicardia. Uno solo de sus errores de c¨¢lculo podr¨ªa provocar en la hinchada un cuadro cl¨ªnico de ansiedad, desmayos, irritabilidad y bajo rendimiento laboral, pero ellos no tuvieron tiempo de averiguarlo. Cuando quisieron darse cuenta estaban all¨ª, colgados de la nube de fot¨®grafos, con las pupilas dilatadas y el cuerpo cosido a fogonazos.
Reina sigue en la nube, pero Casillas acusa los primeros s¨ªntomas de v¨¦rtigo. Probablemente est¨¢ empezando a padecer el s¨ªndrome del estadio.
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