Cerco a Milosevic
El cerco en torno al mayor criminal pol¨ªtico habido en Europa desde la muerte de Stalin se va cerrando lenta, pero ciertamente. En octubre pasado, los serbios se levantaron contra un r¨¦gimen delincuente que ha supuesto para la regi¨®n, y tambi¨¦n para Serbia, una tragedia s¨®lo comparable a la ocupaci¨®n nazi. Ahora, la nueva democracia serbia, con todos sus problemas, complejos e imperfecciones, est¨¢ dando pasos de gigante hacia una contemplaci¨®n real de su pasado y hacia una catarsis nacional que pasa necesariamente por el enjuiciamiento de Slobodan Milosevic y sus principales c¨®mplices en esa tr¨¢gica d¨¦cada de genocidio, limpieza ¨¦tnica, creaci¨®n de una Administraci¨®n del Estado basada en el crimen, la corrupci¨®n y el abuso sistem¨¢tico de sus poderes.
No es f¨¢cil acometer una operaci¨®n semejante en un pa¨ªs cuya sociedad ha sido intoxicada durante tanto tiempo y que ha sufrido de problemas identitarios no ya desde la ca¨ªda del comunismo, sino desde la propia creaci¨®n de Yugoslavia, en 1918. El victimismo serbio ha sido motor de grandes heroicidades y de terribles cr¨ªmenes. Hacer de la memoria hist¨®rica serbia un fundamento para una conciencia normalizada y europea, laica y pol¨ªtica, no sacra y mitol¨®gica, es ardua tarea.
Pero los avances en los ¨²ltimos cinco meses, con no ser lo que muchos desear¨ªan, son considerables. Hace tres meses, el nuevo presidente yugoslavo, Kostunica, no quer¨ªa saber nada de la detenci¨®n de notorios represores y dirigentes del aparato criminal de Milosevic, como el jefe de los servicios de informaci¨®n o polic¨ªa pol¨ªtica, Rade Markovic. Hoy, Markovic est¨¢ detenido y, salvo sorpresas, Milosevic tiene contadas las horas en libertad. Se le acuse de comprar fraudulentamente una casa, de vender ilegalmente oro en Suiza o de cuestiones m¨¢s serias, como la muerte de m¨¢s de 200.000 hombres, mujeres y ni?os, la destrucci¨®n de ciudades enteras o la implantaci¨®n como m¨¦todo de guerra de la violaci¨®n de mujeres y ni?as, lo principal en este momento es que la nueva Yugoslavia y el nuevo Gobierno de Serbia muestren su disposici¨®n a romper con esa d¨¦cada de ignominia y enjuicien a Milosevic.
Belgrado sabe que sin la detenci¨®n de Milosevic, Mladic, Karadzic y muchos otros, y su entrega, tarde o temprano, al Tribunal Internacional de La Haya, no va a conseguir ni el dinero ni el reconocimiento internacional que necesita para su supervivencia y para evitar nuevas conmociones sociales y posibles perversiones pol¨ªticas. Y tanto en la Uni¨®n Europea como en Washington se ha afirmado la convicci¨®n de que, sin necesidad de genuflexiones pol¨ªticas contraproducentes, Belgrado har¨¢ lo que tiene que hacer, que es entregar a sus criminales a un tribunal com¨²n internacional como mayor y mejor prueba de su reintegraci¨®n en la comunidad de Estados civilizados.
La entrega de Milosevic al Tribunal de La Haya, como el procesamiento de Pinochet y tantos otros avances habidos en la persecuci¨®n de cr¨ªmenes pol¨ªticos en el mundo, ser¨ªa una excelente noticia para todos y una perfecta advertencia para muchos. Los intocables son llamados a cap¨ªtulo. El crimen deja de ser gratuito. Los tiranos del futuro se sienten menos seguros y para nada ya impunes. El mundo, al menos en este sentido, ha mejorado mucho. Y Belgrado tiene que dar la se?al de que quiere cooperar a que as¨ª sea. Serbia y Yugoslavia tienen que entregar a La Haya a Milosevic y a algunos m¨¢s. Y as¨ª se convertir¨¢n en un adalid de un mundo m¨¢s justo.
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