A salvo el Cabanyal
Los grupos de ciudadanos que se oponen al proyecto de ampliaci¨®n de la avenida de Blasco Ib¨¢?ez de Valencia han denunciado la p¨¦rdida de patrimonio hist¨®rico que ocasionar¨¢ la realizaci¨®n de ese proyecto. Y con ser grave, esa raz¨®n no me parece la m¨¢s importante para oponerse al mismo. La playa de Valencia se ha convertido en un lugar muy apetecible para vivir. Parece que la ciudad comienza a mirar al mar. Un cambio en la antigua mentalidad de los habitantes de la capital que era de esperar, y m¨¢s ahora, estimulado por los proyectos del Ayuntamiento para cambiar la fachada mar¨ªtima: el Paseo Mar¨ªtimo, el derribo de las casitas de veraneo de la calle Eugenia Vi?es, la privatizaci¨®n del Balneario de Las Arenas, el Balc¨®n al Mar y la prolongaci¨®n de la que tratamos.
Pero siempre pasa lo mismo. Cada vez que en una ciudad se produce un cambio de estas caracter¨ªsticas, los planes de los ayuntamientos topan con un molesto problema: que las zonas en cuesti¨®n ya est¨¢n habitadas. Hay mucha gente que tiene la poca consideraci¨®n de vivir en el lugar ya antes de que el ayuntamiento se fijara en ¨¦l. La historia de las ciudades est¨¢ llena de casos como ¨¦ste. Una zona de la ciudad se vuelve apetecible, las empresas constructoras se percatan de ello y ven posibilidades de amplio beneficio. Pero est¨¢ ese peque?o problema.
De una forma u otra, esta competencia por el suelo se resuelve con una peque?a deportaci¨®n legal, con una peque?a limpieza econ¨®mica del lugar. Ejemplos los hay de sobra. Aqu¨ª mismo, en Valencia, me viene a la cabeza uno muy significativo de principios del siglo XX, cuando, derribado el antiguo convento de San Francisco se perfila un nuevo centro urbano geogr¨¢fico y de poder. Las obras p¨²blicas y privadas contribuyen a ello. Nuevo y magn¨ªfico edificio para el Ayuntamiento, instalaci¨®n de grandes empresas estatales, retirada de la estaci¨®n, ajardinamiento de la plaza... Y, claro est¨¢, demanda de viviendas en la zona.
El problemilla est¨¢ en el viejo y degradado barrio de Pescadores, ocupando un solar que de repente se ha vuelto privilegiado, pero que alberga una poblaci¨®n marginal y problem¨¢tica. Pues, nada: que se vayan. En nombre del progreso y de la modernidad, que se vayan. Derribo del barrio y construcci¨®n de uno nuevo de calles anchas y hermosas... y de viviendas caras. Por supuesto, ninguno de los habitantes del antiguo barrio pudo quedarse. Parece que las reformas y mejoras no eran para ellos.
Hoy d¨ªa, el problemilla es El Cabanyal; el objetivo, la playa de Valencia, y el gobierno que tenemos, a primera vista, democr¨¢tico. Pero tambi¨¦n en democracia hay formas de proceder a esa peque?a deportaci¨®n intraurbana. Con algo m¨¢s de esfuerzo, pero al final todo se consigue con buena voluntad. Los ciudadanos que se oponen a este plan empe?ando en ello su esfuerzo personal y su dinero conocen muy bien a qu¨¦ medios se enfrentan. La lucha se desarrolla, me parece, en dos frentes: el de la imagen y el de la legalidad democr¨¢tica. Y me temo que en ambos casos los defensores del Cabanyal llevan las de perder. Era de esperar. Normalmente, las causas justas llevan las de perder cuando hay dinero en juego. -
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