Ecuador pasa hambre en Murcia
Decenas de inmigrantes sin papeles y sin trabajo acuden a comer a las iglesias en las que hay compatriotas encerrados
Los inmigrantes ecuatorianos que residen en Murcia tienen problemas para conseguir un bocado diario con que alimentarse. En esta situaci¨®n est¨¢n los que rechazaron la 'oferta' de 'retorno voluntario' del Gobierno, pero tambi¨¦n los que la aceptaron y a¨²n no saben cu¨¢ndo volver¨¢n a su pa¨ªs. En realidad, desde ayer ya ni siquiera saben si volver¨¢n.
Su drama esconde una paradoja. El Gobierno no les permite trabajar y les dice que ya les llamar¨¢ para regularizar su situaci¨®n. Pero el tiempo pasa y el dinero se les acab¨® hace tiempo.
Hace una semana, el delegado del Gobierno para la Extranjer¨ªa asegur¨® que no iban a 'pasar hambre como consecuencia de su decisi¨®n de volver al Ecuador y, sobre todo, de su imposibilidad de trabajar irregularmente'. Y endos¨® la responsabilidad de alimentaros y cobijarlos a las ONG, a las autoridades auton¨®micas y a las locales, a las que nadie hab¨ªa advertido de ese cometido.
'No somos mendigos ni queremos que se nos cierren las puertas', se lamentan
En realidad, s¨®lo la caridad o la solidaridad vecinal les salva el d¨ªa. En los lugares donde a¨²n se mantienen encierros, cinco en la provincia de Murcia con cerca de 175 personas, la situaci¨®n es mejor. Familias enteras, mujeres embarazadas, ni?os o beb¨¦s subsisten con la comida repartida en los lugares elegidos para exigir la 'supresi¨®n' de la Ley de Extranjer¨ªa y la regularizaci¨®n de 'todos' los inmigrantes.
Los ecuatorianos carecen incluso de una moneda para comprar una barra de pan y no pueden pagar el alquiler. Algunos viven con amigos que les acogen en sus casas y otros muchos han convertido los encierros en su hogar. Nadie sabe cu¨¢ntos malviven en Murcia pero hay algunas situaciones que demuestran que el problema empieza a ser importante. Como la fila de hasta 120 ecuatorianos que, sin secundar el encierro de Molina de Segura, se concentran a las puertas de los salones sociales de la parroquia a la hora de la comida o de la cena.
Es el caso de la pareja formada por Marcia y Holger, que se quedaron sin techo hace dos meses al no poder afrontar el alquiler y desde entonces viven en una caravana cedida por un amigo espa?ol. Todos los d¨ªas recorren la distancia que separa su caravana y el encierro para comer. M¨¢s de una hora a pie hasta los salones de la parroquia de La Asunci¨®n, cargando con la impotencia de querer trabajar y no poder y con la angustia de una deuda de 2.000 d¨®lares (algo menos de 400.000 pesetas) en Ecuador.
Peor situaci¨®n afronta la joven pareja formada por Ver¨®nica y Antonio y su beb¨¦ de tres semanas. Llevan mano sobre mano desde el accidente que cost¨® la vida a 12 compatriotas en Lorca. A Ver¨®nica se le ilumina la cara mientras contempla a su hija M¨¦lody y enseguida le surgen dudas sobre su futuro inmediato: 'Ahora le doy el pecho, pero dentro de unos meses no se sabe qu¨¦ pasar¨¢. Venimos a comer aqu¨ª porque lo poco que trabaja Antonio es para el alquiler'.
Antonio busca trabajo todos los d¨ªas. Cuando lo logra, paga los pa?ales de su hija. El resto de las necesidades de la peque?a, como el carrito o la ropa que viste, son donaciones de los vecinos de Molina de Segura.
Hasta las colas tambi¨¦n se acercan Ernesto y su hijo Jhonier, de siete a?os. Llegaron a Espa?a el 12 de enero, nueve d¨ªas despu¨¦s de la tragedia de Lorca. Viven con unos amigos. Cada d¨ªa Jhonier va al colegio con los libros, el ch¨¢ndal y la ropa cedida por los vecinos, pero su madre acude a recogerlo al mediod¨ªa para comer en el encierro de La Asunci¨®n. 'Me conozco todo Molina de Segura, pero no consigo trabajar. Y aunque nuestro hijo est¨¢ escolarizado, el comedor vale dinero y el transporte escolar tambi¨¦n. Por eso lo traemos ac¨¢, no tenemos para comprar comida', explica su padre.
La Plataforma de Ayuda al Inmigrante, integrada desde hace un a?o por diferentes colectivos pol¨ªticos y sociales del pueblo, junto con la desinteresada ayuda vecinal, mantienen la despensa del encierro de Molina de Segura a rebosar de alimentos. 'El delegado del Gobierno s¨®lo ha mandado a la polic¨ªa para preguntar cu¨¢ntos inmigrantes hay en el encierro y cu¨¢ndo se van. Por lo dem¨¢s, no ha ayudado en nada', relata uno de los fundadores de la Plataforma.
Hay quienes permanecen en el encierro porque no tienen donde ir, como le ocurre a Julio Luzuriaga, que en tres meses de estancia en Espa?a ha ganado 1.000 pesetas. ?l, que ejerc¨ªa como cocinero y ch¨®fer en Ecuador, hace de jefe de cocina en el encierro de Molina de Segura. All¨ª tambi¨¦n hace vida Aurora Tipan, embarazada de siete meses, junto a su marido, Luis. Ambos, de 28 a?os. Tienen dos hijos m¨¢s en Ecuador y no se han apuntado a los vuelos hacia Quito por desconfianza.
El problema de subsistencia es tan grave que, a¨²n en el supuesto de que el encierro finalizase en breve, la Plataforma ya plantea medidas adicionales para ayudar a los extranjeros una vez concluida la protesta. 'Pasar¨¢ un mes entero, que tendr¨¢n que trabajar, antes de que tengan dinero. Habr¨¢ que estudiar el modo de ayudarlos', explican miembros del colectivo. Los encierros de Cartagena, Puente Tocino, el pol¨ªgono de La Paz y Jumilla, junto con el de Molina de Segura, cuentan con bancos de alimentos y la ayuda desinteresada de colectivos que se han solidarizado con sus protestas.
Una fruta para cuatro ni?as
Sin embargo, existen localidades en las que los inmigrantes sin papeles y sin trabajo tienen hambre pero no tienen encierro al que acudir en busca de alimentos. Viven racionando la comida y estirando al m¨¢ximo las pesetas ganadas en horas sueltas. Marco y Juanita, junto a sus cuatro hijas, malviven en Alcantarilla. Se mantienen gracias a las horas que Juanita consigue emplearse en limpiar casas. No pueden dar leche a sus hijas todos los d¨ªas y sustituyen el calcio por agua hervida y alguna planta arom¨¢tica a modo de infusi¨®n; y parten en cuatro trozos cada pieza de fruta con la que alimentan a sus hijas.
Marco y Juanita han solicitado en la oficina de Extranjer¨ªa la residencia para las cuatro ni?as y la exenci¨®n del visado. 'La trabajadora social nos dijo claramente que ten¨ªan prohibido ayudar a los que no ten¨ªan papeles', explica Juanita. 'No somos mendigos y no queremos que se nos cierren puertas'. Andrea (13 a?os), la hija mayor, ya no quiere estudiar: 'Mam¨¢, quiero trabajar para traer dinero'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Ecuador
- Protestas sociales
- Comunidades aut¨®nomas
- Orden p¨²blico
- Pol¨ªtica exterior
- Inmigrantes
- Ayuda social
- Regi¨®n de Murcia
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Seguridad ciudadana
- Inmigraci¨®n
- Malestar social
- Sudam¨¦rica
- Pol¨ªtica social
- Am¨¦rica
- Problemas sociales
- Espa?a
- Migraci¨®n
- Relaciones exteriores
- Administraci¨®n p¨²blica
- Demograf¨ªa
- Sociedad
- Justicia