Fallos en la cooperaci¨®n euromediterr¨¢nea
El proceso de cooperaci¨®n mediterr¨¢nea que naci¨® en Barcelona en 1995 se halla afectado por dos problemas estructurales graves. Uno, de car¨¢cter interno; el otro, de naturaleza internacional. El secretario de Estado franc¨¦s para Asuntos Europeos, Moscovici, dice que el proyecto es todav¨ªa joven. Es verdad, pero es la ¨²nica excusa que se le puede aplicar y, en mi opini¨®n, ello explica, pero no justifica, la ineficacia e insatisfacci¨®n constatadas hasta ahora. La enfermedad interna que paraliza el proceso est¨¢ en relaci¨®n con los tres grandes objetivos que persigue: lograr un ¨¢rea de paz y estabilidad en el Mediterr¨¢neo, promover el conocimiento y entendimiento entre los pueblos y fomentar la sociedad civil y crear una zona de libre cambio.
De los tres temas, ¨²nicamente se ha puesto en marcha, t¨ªmidamente s¨®lo, el viaje hacia el libre cambio y, obviamente, de momento, con enormes desventajas para el Sur. Sabido es que los ¨²nicos productos en que el Sur -al menos por el momento- es competitivo, los agr¨ªcolas, est¨¢n excluidos, a diferencia de los productos industriales del Norte, que entran con facilidad en los mercados sure?os. Sami Na?r gusta de recordar la tremenda desigualdad de los flujos financieros: el empe?o de Europa para con el Mediterr¨¢neo es de 1.000 millones de euros anuales, al tiempo que el d¨¦ficit comercial de los Estados del Sur origina un flujo anual hacia Europa de 34.000 millones. Esto es, la UE est¨¢ ganando 34 veces m¨¢s. Si esto es un 'error de juventud' de la que habla Moscovici, habr¨ªa que corregirlo a la mayor brevedad. O bien en el objetivo libre cambio se modifican las condiciones a favor del Sur, estableciendo, ya que hablamos de comercio libre, una suerte de '1ibertad agr¨ªcola' para ¨¦l, o bien ralentizamos este objetivo (y en concreto, la voracidad septentrional), mientras no funcionen los otros dos, esto es, la zona de paz y estabilidad y la promoci¨®n del entendimiento y mejor conocimiento rec¨ªprocos.
Hasta aqu¨ª, el problema de car¨¢cter interno y estructural. Mientras no se modifique la estructura, no habr¨¢ soluci¨®n. El otro problema, de naturaleza internacional, es igualmente estructural y afecta directamente a los dos objetivos que, por ahora, no funcionan. Es m¨¢s, es la causa de que no funcionen. Me refiero al conflicto de conflictos, el del Pr¨®ximo Oriente, que contamina, en parte bloquea, y desprestigia el proceso de Barcelona. Dada la sensibilidad de las poblaciones del Magreb y Masrek hacia la causa palestina, el conflicto dificulta el entendimiento entre los pueblos de ambas orillas. Y, por otro lado, tiene un efecto directo y perverso sobre el fondo y la forma del proceso.
En lo que al fondo se refiere, la naturaleza pol¨ªtica distorsionante del conflicto bloquea, por ejemplo, la elaboraci¨®n y aprobaci¨®n de una Carta de Paz y Estabilidad del Mediterr¨¢neo y adem¨¢s obstaculiza la puesta en marcha o funcionamiento de proyectos de cooperaci¨®n concretos. En cuanto a la forma, es ya una tradici¨®n, en tan joven proceso, la imposibilidad de que el Norte y Sur se pongan de acuerdo para emitir un comunicado final conjunto.
En este sentido, tal tradici¨®n comenz¨® a consolidarse en la II Cumbre Euromediterr¨¢nea, celebrada en La Valeta, Malta, en abril de 1997. El 17 de ese mes, en la conferencia de prensa posterior a toda cumbre, el presidente de turno, el ministro de Asuntos Exteriores holand¨¦s, Van Mierlo, declar¨®: 'La Conferencia ha sido un ¨¦xito, siempre que no la valoren ustedes en t¨¦rminos de comunicado final'. A?adiendo que no hab¨ªa sido posible redactar el texto 'por problemas pol¨ªticos sobre la medida en que deb¨ªa quedar reflejada la situaci¨®n del proceso de paz de Oriente Pr¨®ximo'.
Un a?o despu¨¦s, en Palermo, al t¨¦rmino de la reuni¨®n ministerial euromediterr¨¢nea correspondiente, el brit¨¢nico Robin Cook declaraba (4-6-1998), igualmente ante los periodistas, que los reunidos hab¨ªan constatado 'una profundizaci¨®n de la preocupaci¨®n expresada en La Valeta a prop¨®sito de los obst¨¢culos que bloquean el proceso de paz de Oriente Pr¨®ximo'.
Ni que decir tiene que, al final de la IV Conferencia, celebrada en Marsella en noviembre de 2000, y con la peor crisis de la reciente historia palestina, tampoco se lograron posiciones conjuntas. As¨ª, en las conclusiones formales (unilaterales, no conjuntas con los pa¨ªses del sur del Mediterr¨¢neo) de la Presidencia de la Uni¨®n se dice textualmente, de manera suficientemente expresiva y sintom¨¢tica: 'Los ministros reiteraron que el di¨¢logo pol¨ªtico es un importante activo del proceso de Barcelona... A pesar de diversos problemas, que explican la pobreza de los resultados obtenidos [el subrayado es m¨ªo], ha continuado... Los ministros recordaron que, aunque el di¨¢logo no hab¨ªa hecho posible adoptar nuevas medidas de partenariado...'.
Varios de los representantes ¨¢rabes criticaron las mencionadas conclusiones de la presidencia, no siendo precisamente blando el ministro tunecino de Exteriores, Ben Yahia, que declar¨® que '1a neutralidad, e incluso la posici¨®n positiva', de las conclusiones han asombrado al pueblo ¨¢rabe, que esperaba una postura europea que condenara claramente la acci¨®n de Israel.
Echemos un vistazo al asunto Carta Paz y Estabilidad, que, a pesar de constituir uno de los objetivos claves de Barcelona, contin¨²a sin nacer. El et¨¦reo proceso de paz de Oriente Pr¨®ximo lo ha impedido siempre. Y lo que en los ¨²ltimos meses se ha convertido pr¨¢cticamente en proceso de guerra casi la abort¨® en Marsella. Los puntos de las conclusiones formales de las ¨²ltimas reuniones euromediterr¨¢neas dedicadas a la Carta son un c¨®ctel de impotencia, banalidad, ausencia del sentido del rid¨ªculo y convicci¨®n de que la opini¨®n p¨²blica es est¨²pida.
As¨ª, en Barcelona III (Stuttgart, 1999), se dice: 'Los ministros saludan las 'l¨ªneas directrices para la elaboraci¨®n de una Carta Euromediterr¨¢nea' que se les ha presentado...'. Tras un largo p¨¢rrafo en que se elogian las virtudes pr¨¢cticamente milagrosas de la non nata Carta, prosigue: 'Los ministros entienden que las directrices son un paso adelante y han decidido que constituyan la base del futuro trabajo de los altos funcionarios...'. Para concluir, simplemente, que 'la Carta ser¨¢ formalmente aprobada por los ministros tan pronto como las circunstancias pol¨ªticas lo permitan'.
En Marsella (Barcelona IV), a?o 2000, y tras id¨¦ntica ret¨®rica y similar vacuidad, se acaba constatando: 'No obstante, los ministros han decidido, a propuesta de la presidencia, posponer la adopci¨®n de la Carta debido al contexto pol¨ªtico'. Por supuesto, al igual que en Stuttgart, los ministros 'han encargado a los altos funcionarios' que contin¨²en con su trabajo... 'de cara a la adopci¨®n del texto tan pronto como la situaci¨®n lo permita'.
Curiosamente, a diferencia de las conclusiones de Stuttgart -que s¨ª inclu¨ªan el adjetivo-, y a pesar de estar hoy la situaci¨®n m¨¢s politizada que nunca, en las de Marsella se habla s¨®lo de 'la situaci¨®n', en vez de 'la situaci¨®n pol¨ªtica'. Pr¨¢cticamente, de Stuttgart a Marsella, el ¨²nico cambio ha sido la supresi¨®n de un adjetivo. Y pareciera que para disimular. Claro, que hay quien opina que en las reuniones preparatorias de Marsella la propia sustancia de la Carta ya hab¨ªa sido eliminada. En cualquier caso, el ministro franc¨¦s de Asuntos Exteriores y entonces presidente de turno de la UE, V¨¦drine, en sus declaraciones en Marsella dio a entender que consideraba el proyecto de Carta prematuro. Por su parte, Moscovici declar¨® ante el Parlamento Europeo que 'probablemente la Carta necesita un ambiente internacional tranquilo'. Cabr¨ªa decir, empero, que una buena Carta de Paz y Estabilidad podr¨ªa contribuir -en uni¨®n de otras medidas claramente expresivas de voluntad pol¨ªtica por parte de la UE- a serenar el ambiente internacional.
Francamente, creo que el macroproyecto euromediterr¨¢neo felizmente lanzado en Barcelona hace un lustro no funciona adecuadamente. Tal como se desenvuelve en la actualidad, no est¨¢ garantizada la consecuci¨®n de unos t¨¦rminos de intercambio, pol¨ªticos y econ¨®micos, justos y duraderos. Como he dicho al comienzo de este art¨ªculo, la enfermedad est¨¢ en la estructura. El conflicto del Pr¨®ximo Oriente bloquea el di¨¢logo y el avance pol¨ªtico, al tiempo que lo econ¨®mico resulta seriamente determinado por la incidencia simult¨¢nea de dos factores: la imposici¨®n por el Norte de sus condiciones al Sur y porque el Sur no est¨¢ organizado social y econ¨®micamente para ser coprotagonista de la zona de libre comercio que en Barcelona se apost¨® por construir entre 1995 y 2010. Concretamente, porque en el Magreb y Masrek no existe una zona de libre cambio entre sus diversos Estados, sino un c¨²mulo de barreras aduaneras, que no s¨®lo evitan la cooperaci¨®n entre el propio Sur, sino que -aun cuando Europa se despojara de toda veleidad ego¨ªsta- esa ausencia econ¨®mica integrada en el Sur hace que el juego sea tremendamente desigual. Adem¨¢s de desanimar a los inversores privados europeos u occidentales, que no hallan en el Sur un mercado suficientemente grande para llevar a cabo acciones de envergadura.
Obviamente, si de los tres grandes objetivos de Barcelona dos -el pol¨ªtico y el econ¨®mico-comercial- apenas funcionan, es f¨¢cilmente imaginable que, en las condiciones que he descrito, resulta aciago, por m¨¢s que haya que intentarlo, empe?arse en fomentar el mejor conocimiento y entendimiento entre los pueblos de ambas orillas de nuestro mar.
De ah¨ª que debamos hacer todo lo posible por impulsar y reformar adecuadamente el proceso de Barcelona, al tiempo que los partidos pol¨ªticos y la opini¨®n p¨²blica europeos deben movilizarse para convencer a la Uni¨®n de que tiene que adoptar una posici¨®n m¨¢s activa, decidida y comprometida en la resoluci¨®n del conflicto de conflictos. Conflicto que, tras la victoria electoral de Ariel Sharon en Israel, puede agudizarse muy seriamente. De lo contrario, no pasar¨¢ mucho m¨¢s tiempo sin que se extienda y asiente la teor¨ªa de aquellos que opinan que el Mediterr¨¢neo no es un centro naturalmente destinado a generar solidaridad, sino, m¨¢s bien, una frontera que separa mundos cultural, econ¨®mica y pol¨ªticamente muy lejanos entre s¨ª.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es eurodiputado socialista.
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