Asalto a la raz¨®n
No s¨®lo las bolsas de valores son el problema, sino la econom¨ªa real. La coyuntura lleva enjalbegadas dos damajuanas muy pesadas: Estados Unidos y Jap¨®n. La primera ha pasado de un crecimiento exuberante a la casi recesi¨®n. No ha habido aterrizaje suave, algo que durante muchos meses fue el anhelo de los responsables de la econom¨ªa americana y los inversores, que quer¨ªan evitar que la montura se desbocase. Hace tres trimestres, EE UU crec¨ªa al 5,6%; en el ¨²ltimo trimestre del siglo, s¨®lo al 1,4%. ?Y ahora? Casi todos los indicadores reflejan un emporamiento: amplias existencias, producci¨®n industrial a la baja, ca¨ªda de las expectativas de los consumidores (excepto este mes de marzo), catarata de despidos, revisi¨®n a la baja de los beneficios esperados en las grandes empresas. El FMI ha revisado dr¨¢sticamente las perspectivas de crecimiento; si hace seis meses prev¨ªa un aumento del PIB americano del 3,2% en 2001, hoy cree que tan s¨®lo crecer¨¢ un 1,7%. ?Se imaginan un presupuesto sometido a una rebaja de casi el 50%?
Hace medio a?o, los servicios de estudio aconsejaban a la Reserva Federal (Fed) extremar la vigilancia para evitar los riesgos asociados a un excesivo crecimiento econ¨®mico y a una alta inflaci¨®n. Hoy es al contrario. Dur¨ªsimo contraste. Durante 1999 y parte de 2000, Alan Greenspan subi¨® ocho veces consecutivas los tipos de inter¨¦s para evitar un rebrote inflacionista que, seg¨²n sus cr¨ªticos, nunca hab¨ªa existido. Ahora se ve obligado a rehacer el camino, pero en sentido contrario y a m¨¢s velocidad. En lo que va de a?o, la Fed ha bajado el precio del dinero (del 6,5% al 5,5%) dos veces ya, y se espera, casi con seguridad, que en su reuni¨®n de ma?ana volver¨¢ a hacerlo. Nunca, en los 14 a?os que lleva al frente de la Fed, el dinero se hab¨ªa abaratado con tanta rapidez y con una rebaja de medio punto de una vez. Para ma?ana, los pron¨®sticos oscilan entre una reducci¨®n m¨ªnima de 0,25 puntos y una m¨¢xima de un 0,75%. Si el maestro, el l¨¢tigo de la exuberancia irracional de los mercados, ha de recurrir a esta pol¨ªtica tan compulsiva, seguramente es porque la econom¨ªa est¨¢ mucho m¨¢s fr¨ªa de lo que los mortales suponemos. ?Habr¨¢ cometido Greenspan el mismo error que a principios de los noventa, cuando al tardar en aplicar una pol¨ªtica monetaria m¨¢s laxa dej¨® que la recesi¨®n se le echase encima y acab¨® con las aspiraciones de George Bush padre de repetir otro mandato en la presidencia del Gobierno? ?No es perfecto Greenspan?
Jap¨®n acaba de reconocer oficialmente lo que todo el mundo sab¨ªa de modo extraoficial: que el archipi¨¦lago ha entrado en deflaci¨®n. Robert Reich, secretario de Trabajo con Clinton, escribi¨® hace tiempo un art¨ªculo titulado La deflaci¨®n es el verdadero enemigo, en el que explicaba: 'Una espiral deflacionaria puede ser tan peligrosa como la inflacionaria. La ca¨ªda de los precios reduce los beneficios, estimulando recortes de plantillas y de sueldos. Como consecuencia, los trabajadores tienen menos dinero para comprar bienes y servicios, lo que alimenta de nuevo el ciclo. En contraste con los periodos de fuerte demanda, caracterizados por bajo paro y sueldos crecientes, los periodos de demanda d¨¦bil llevan a un mayor paro y a un descenso del nivel salarial'. Jap¨®n, que est¨¢ a punto de echar a su Gobierno, se ha salvado de una recesi¨®n oficial porque su PIB correspondiente al ¨²ltimo trimestre de 2000 creci¨® un 0,8% (tras haber decrecido un 0,6% tres meses antes). Pero su econom¨ªa no despega. Ha arrebatado con justicia el concepto de d¨¦cada perdida a Am¨¦rica Latina durante los a?os noventa. En esta cuasi recesi¨®n acompa?ada de deflaci¨®n, el paro sube, el consumo no crece, la Bolsa bordea la sima con constancia y, sobre todo, el sistema bancario se resquebraja. Ojo con lo ¨²ltimo: ya se sabe que, cuando las finanzas tosen, la econom¨ªa se ahoga. La agencia de calificaci¨®n Fitch IBCA acaba de poner a 19 bancos japoneses en vigilancia negativa, lo que ha a?adido miedo al temor de que el sistema financiero japon¨¦s est¨¦ al borde del colapso. No es un resfriado. Seg¨²n algunas estimaciones no demasiado pesimistas, el monto de los cr¨¦ditos impagados alcanza los 64 billones de yenes (casi 100 billones de pesetas, el equivalente al PIB espa?ol). Al crecer el n¨²mero y la cantidad de pr¨¦stamos incobrables, los inversores muestran casi todos los d¨ªas su nerviosismo, y el ¨ªndice Nikkei se desploma. En el peor de los escenarios, un grupo de bancos japoneses de gran envergadura podr¨ªa quebrar antes de que el Gobierno pusiera en marcha una l¨ªnea de rescate; en el mejor, algunos de ellos podr¨ªan declarar una moratoria en el pago de sus obligaciones a las entidades extranjeras, lo que afectar¨ªa, ahora ya s¨ª, a los mercados financieros globales.
La pesadilla para la econom¨ªa mundial surge de la suma de las recesiones norteamericana y japonesa y de una coyuntura europea no muy limpia (aumento de la inflaci¨®n, crecimiento m¨¢s lento) y sin la capacidad de arrastrar al resto de las regiones del planeta hacia posiciones de bonanza. Como siempre, lo m¨¢s importante es EE UU. ?Tendr¨¢ la coyuntura estadounidense la forma de una uve, de manera que tras alcanzar el punto m¨¢s bajo volver¨¢ a subir en el segundo semestre del a?o con parecida fortaleza que anta?o? ?O la forma de una u, lo que significa un largo periodo de postraci¨®n antes de recuperarse de nuevo? ?Tal vez la forma de ele, lo que se puede interpretar como su instalaci¨®n en un ritmo de crecimiento muy bajo o negativo a largo plazo? Las apuestas todav¨ªa est¨¢n, dos a uno, a favor de la primera f¨®rmula, pero aumentan los agoreros.
El problema est¨¢ en la econom¨ªa real, no s¨®lo en las bolsas. Pero tambi¨¦n est¨¢ en las bolsas. No en vano ¨¦stas se han constituido hace tiempo en factor aut¨®nomo de crecimiento econ¨®mico: desde que en ellas invierte sus ahorros una parte muy significativa de la poblaci¨®n de los pa¨ªses desarrollados, directamente o a trav¨¦s de los fondos de inversi¨®n y de pensiones. En 1929, apenas un 5% de la poblaci¨®n invert¨ªa en la Bolsa de valores en EE UU; hoy lo hace m¨¢s de la mitad de las familias. En Espa?a, ocho millones de familias est¨¢n relacionadas con las bolsas de valores. En los ¨²ltimos 12 meses, el ¨ªndice Nasdaq, que agrupa a las principales compa?¨ªas de Internet y de la nueva econom¨ªa, ha perdido m¨¢s de un 60% de su valor. No es el ¨²nico. La pasada semana ha sido la m¨¢s vol¨¢til de lo que va de a?o, y el Dow Jones cay¨® por debajo de los 10.000 puntos por cuarta vez en los ¨²ltimos 15 meses. Las p¨¦rdidas de estos meses son, en su conjunto, muy superiores a las de 1929; la gran diferencia es que no se puede hablar de crash porque son p¨¦rdidas extensivas en el tiempo, a c¨¢mara lenta. No hay martes ni jueves negros como en el oto?o de 1929.
Pocos meses antes del crash, escrib¨ªa Galbraith en su libro m¨¢s cl¨¢sico: 'La producci¨®n y el empleo eran altos y aumentaban constantemente. Los salarios no sub¨ªan demasiado y los precios eran estables. Aunque muchas personas eran todav¨ªa muy pobres, eran m¨¢s los acomodados confortablemente, los pr¨®speros y adinerados; en una palabra, los m¨¢s ricos que nunca... Los negocios eran pr¨®speros y permit¨ªan ganancias que se incrementaban r¨¢pidamente; ciertamente, era una suerte ser hombre de negocios en aquella ¨¦poca'. A mitad de los felices veinte, las cosas empezaron a torcerse, aunque con lentitud, a veces de modo inapreciable en la vida cotidiana, pues crec¨ªa el consumo. Todav¨ªa en septiembre de 1929, el presidente de la Stock Exchange (instituci¨®n an¨¢loga a la espa?ola Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores) declaraba: 'Se han acabado los ciclos econ¨®micos tal como los hemos conocido'.
De los ocho ajustes significativos en la historia de los mercados de acciones en EE UU (ca¨ªda de las cotizaciones igual o m¨¢s del 20% desde el m¨¢ximo), cinco de ellos estuvieron inmersos en recesiones, mientras que los otros tres -a?os 1962, 1966 y 1987- no tuvieron recesiones vinculadas. De hecho, en esos tres casos la recuperaci¨®n de los mercados tuvo lugar durante las siete semanas siguientes a la m¨¢xima ca¨ªda de los ¨ªndices. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ ahora? ?Qu¨¦ puede suceder si la Fed baja ma?ana los tipos y se produce una inmediata reacci¨®n alcista en los mercados que no tiene continuidad (lo que los expertos llaman expresivamente rebote del gato muerto)? ?Qu¨¦ pasar¨ªa si tras la ca¨ªda de la Bolsa hay encadenamientos financieros, al no pagar mucha gente su apalancamiento (hay ciudadanos que se endeudan poniendo como garant¨ªa las acciones que han comprado, acciones que van perdiendo su valor)?
La nueva econom¨ªa ha tra¨ªdo elementos positivos (la extensi¨®n de la informaci¨®n y del conocimiento, la tecnolog¨ªa, el crecimiento econ¨®mico, y tambi¨¦n, como ha escrito Robert Samuelson, 'un estado mental, una convicci¨®n de que, a trav¨¦s de las maravillas de la tecnolog¨ªa, la econom¨ªa ha entrado en un permanente ¨¦xtasis. Todo es una promesa y no hay peligros'), pero tambi¨¦n un asalto a la raz¨®n. Una ceguera voluntaria: la creencia (pues era tan s¨®lo algo parecido a una creencia religiosa) de que se hab¨ªan acabado los ciclos, de que la cultura del pelotazo se hab¨ªa democratizado (el capitalismo popular), de que las bolsas s¨®lo pod¨ªan subir, de que lo importante era el crecimiento y no el valor de las empresas y, como consecuencia, el dividendo era s¨®lo el aguinaldo. C¨®mo no hacer llamadas a la cautela y, sobre todo, a la historia. En asuntos financieros y burs¨¢tiles hay una extrema fragilidad de la memoria y, en consecuencia, los desastres se olvidan r¨¢pidamente. Cuando vuelven a darse las mismas circunstancias u otras muy parecidas, a veces con pocos a?os de diferencia, aqu¨¦llas son saludadas por las nuevas generaciones como un descubrimiento innovador. Hay pocos ¨¢mbitos en la actividad humana en los que la historia cuenta tan poco como en el campo de las finanzas. La actividad pasada, en la medida en que forma parte de la memoria de todos, es relegada a la condici¨®n de primitivo refugio para aquellos que carecen de la visi¨®n necesaria para apreciar las incre¨ªbles maravillas del presente.
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