Volver a nacer en Angola
Un pescador espa?ol sobrevive a un accidente a¨¦reo en el que fallecieron los 16 pasajeros que iban en su avi¨®n
El pescador gallego Francisco Manuel Gonz¨¢lez P¨¦rez, de 25 a?os, volvi¨® a nacer el pasado s¨¢bado en Angola al ser el ¨²nico superviviente de los 15 pasajeros y dos pilotos que viajaban en una avioneta de la compa?¨ªa privada SAL que se estrell¨® contra una monta?a a unos veinte kil¨®metros de Lubango, en el suroeste del pa¨ªs. El joven sali¨® despedido desde el ¨²ltimo asiento hasta la cabina de mandos, donde qued¨® suspendido al borde de un barranco, con el f¨¦mur roto y algunos rasgu?os, mientras el resto del fuselaje y los ocupantes cayeron a unos 200 metros de profundidad. Venciendo el p¨¢nico, el muchacho localiz¨® el botiqu¨ªn de la cabina, se inyect¨® un sedante en el cuello, se coloc¨® el hueso, que ten¨ªa al aire libre, y se entablill¨® la pierna con los parabrisas del aparato. Tras arrastrase algunos metros para evitar las llamas, consigui¨® avisar a unos ni?os para que pidieran auxilio.
El joven gallego trabajaba en Angola desde hac¨ªa un a?o en una peque?a compa?¨ªa de exportaci¨®n de pescado situada en Tomb¨²a, a unos 300 kil¨®metros al sur de Lubango. Su padre, Manuel Gonz¨¢lez Barrag¨¢n, originario de Redondela (Pontevedra) y con m¨¢s de veinte a?os de negocios en la ex colonia portuguesa, a¨²n se encuentra estupefacto. 'Ha sido un aut¨¦ntico milagro que ni su madre se cree todav¨ªa', coment¨® ayer a este peri¨®dico. Su relato no tiene desperdicio. Su hijo menor lleg¨® a Luanda, procedente de Espa?a, en el vuelo del viernes. Intent¨® coger el primer avi¨®n para Lubango, pero el vuelo de la TAG no sali¨® y el de la SAL estaba completo, con lo que tuvo que esperar hasta la ma?ana siguiente. Se traslad¨® al aeropuerto sin demasiadas esperanzas, pero consigui¨® una plaza en el ¨²ltimo momento al quedar libre una de las reservas. Ah¨ª comenz¨® su odisea.
Su padre explica que las avionetas de la SAL nunca han tenido problemas, todo lo contrario que los viejos Antonov. Ya han ca¨ªdo cinco en los dos ¨²ltimos a?os. 'Seg¨²n mi hijo', dice Manuel Gonz¨¢lez, 'hab¨ªa malas condiciones climatol¨®gicas y mucha niebla. El aparato inici¨® el descenso para Lubango y, probablemente por un error humano, descendi¨® m¨¢s de lo previsto. Esa circunstancia y una gran turbulencia, que les precipit¨® a¨²n m¨¢s para abajo, les llev¨® hasta estrellarse contra la monta?a'. Francisco, de casi dos metros de estatura, siempre viaja en la primera fila de esos aviones para poder estirar las piernas, pero en este caso tuvo que ocupar el ¨²ltimo asiento, entre las dos filas de pasajeros. Y eso le salv¨® la vida.
Tras el impacto, explica su padre, el muchacho sali¨® disparado, 'con el asiento y su cintur¨®n de seguridad incluidos, hasta la cabina de mandos, donde qued¨® suspendido por fuera; salt¨® como pudo hacia dentro y localiz¨® el botiqu¨ªn. No perdi¨® el conocimiento en ning¨²n momento y a¨²n no puedo creerme el temple y el valor que ha tenido. El hueso le sal¨ªa por encima de la carne y, a pesar de la tensi¨®n, que est¨¢ pagando ahora, ley¨® las instrucciones del botiqu¨ªn y se inyect¨® un sedante en el cuello, como dec¨ªa el prospecto'.
La avioneta se hab¨ªa partido en dos y estaba en llamas. Parte del fuselaje hab¨ªa ca¨ªdo al fondo del barranco y la cabina estaba suspendida al borde del precipicio. 'Mi hijo', dice Manuel, 'se arrastr¨® unos metros para evitar las llamas y la ca¨ªda de la cabina. Como pudo, meti¨® el hueso en su sitio y se entablill¨® la pierna con los parabrisas de la avioneta y los trozos de su camisa'.
Unos ni?os de la aldea m¨¢s pr¨®xima vieron el humo del accidente y se acercaron hasta el lugar. Francisco Gonz¨¢lez, Kiko, como le llaman en casa, les pidi¨® que avisaran urgentemente a los mayores. As¨ª lo hicieron, pero los servicios de rescate tardaron seis horas en llegar. Su padre hab¨ªa enviado un ch¨®fer para recogerle en Lubango, pero all¨ª nada se sab¨ªa de la avioneta. Eran las diez de la ma?ana. La torre de control hab¨ªa perdido el contacto con el aparato y todos se tem¨ªan lo peor. A las dos de la tarde, Manuel Gonz¨¢lez decidi¨® emprender viaje por carretera hasta Lubango en busca de un milagro. Fueron cinco horas de incertidumbre: 'A mitad de camino nos dijeron que hab¨ªa un ¨²nico superviviente, al parecer con un nombre del estilo de Kiko. Nadie podr¨ªa usar ese nombre. Ser¨ªa una gran casualidad. Todo un milagro, porque los cinco cuerpos rescatados el s¨¢bado estaban completamente troceados, mientras mi hijo parec¨ªa que s¨®lo se hab¨ªa ca¨ªdo de una bicicleta'. Kiko fue trasladado el domingo a una cl¨ªnica de la capital de Namibia, donde ayer fue operado. 'Se encuentra muy bien, no quiere comer, s¨®lo quiere dormir y bebe mucho; debe ser la tensi¨®n que ha pasado', precisa su padre.
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