Cohesi¨®n y pluralismo
Son esl¨®ganes mil veces repetidos, una m¨²sica de fondo que no cesa y eso es malum signum porque tendr¨ªa que ser innecesaria. Pero si no escuchan la sinfon¨ªa los propios autores, poco habr¨¢ de extra?arnos que el pueblo, si la oye no la escuche y si la escucha no la oiga; que la diferencia entre el escuchar y el o¨ªr a veces es meramente metaf¨®rica.
En un partido pol¨ªtico, m¨¢s que prudente es indispensable que el pluralismo tenga un l¨ªmite si no se quiere correr el alto riesgo del sacrificio forzoso de la cohesi¨®n. Verdad de Perogrullo que, asombrosamente, se saltan esos partidos con un ¨¢ngulo de visi¨®n tan distorsionado, a fuer de generoso, que s¨®lo ven por ambos lados y son ciegos por el centro. La ideolog¨ªa no es un p¨¦treo monolito, pero tampoco un chicle; que se estira y se encoge y se hace tirabuz¨®n y se abomba y revienta. Entre los ciudadanos an¨®nimos y muchos otros que han adquirido un cierto relieve medi¨¢tico en predios otros que la pol¨ªtica, es frecuent¨ªsima la negaci¨®n de ¨¦sta, que es curarse en salud a cambio de enfermar de estolidez; a sabiendas, o con la herida siempre abierta de un mel¨ªfero candor. 'No me interesa la pol¨ªtica', dicen, como si tal manifestaci¨®n no fuera pol¨ªtica. De gentes as¨ª ser¨¢ el reino de los cielos, mientras que en la tierra florecer¨¢n las tiran¨ªas, am¨¦n.
Pluralismo y su concomitante, el di¨¢logo. En ¨²ltima instancia, son t¨¦rminos huidizos. Ya se sabe: di¨¢logo, di¨¢logo, di¨¢logo. Y la casa sin barrer. El cambio de grandes opiniones requiere el cambio de ciertas ideas y sentimientos, o sea, una revoluci¨®n en la estructura de la personalidad. Y eso se pretende hacer con gentes que han dejado atr¨¢s los 30 o 35 a?os. Por reducci¨®n al absurdo, el di¨¢logo devendr¨ªa en el m¨®vil; en un est¨¦ril, cuando no ponzo?oso automatismo. Dialogan, dialogan, dialogan, cosmos todav¨ªa en ebullici¨®n, todo o¨ªdos y humildad. Cu¨¢ntos mensajeros no habr¨¢n sido ejecutados por entregar el recado que el receptor no quiere recibir; sin que a priori importen un bledo la raz¨®n o la sinraz¨®n, factores a tachar de la ecuaci¨®n pol¨ªtica. Pero me estoy dejando llevar por la obviedad.
Peligroso es el pluralismo del PSOE y quiz¨¢s s¨®lo neutralizable por el que se avizora en el partido gobernante. Aunque en ambos casos, los particularismos y los personalismos est¨¢n por encima de las ideolog¨ªas. As¨ª por ejemplo, no es presumible que haya un solo bar¨®n, en uno y otro partido, capaz de argumentar t¨¦cnicamente su postura con respecto al Plan Hidrol¨®gico Nacional. Si nuestro vecino Bono acept¨® el plan fue, seg¨²n propia confesi¨®n, porque el Gobierno, a su vez, hab¨ªa dicho s¨ª a las peticiones de Castilla-La Mancha. ?Que eso puede ser malo para el futuro del medio ambiente espa?ol, incluido el manchego? Despu¨¦s de m¨ª el diluvio o algo as¨ª. ?Que eso es ya malo para la imagen de cohesi¨®n que necesita desesperadamente el PSOE? Eso se arregla diciendo que 'la Espa?a de la unanimidad impuesta que predica el PP no es la Espa?a plural del PSOE'. Y Zapatero que tiene que hacer mangas y capirotes con la l¨®gica ateni¨¦ndose al socorrido pluralismo. El PSOE 'nunca ser¨¢ una confederaci¨®n de partidos', remacha Bono, mientras Rodr¨ªguez Zapatero piensa que a este paso si no lo es ni lo ser¨¢, lo parece y lo parecer¨¢. Y que, a la postre, los votos van, indistintamente, a lo que es o a lo que parecer ser.
Id¨¦ntica dispersi¨®n es visible ante la Ley de Extranjer¨ªa y mucho me temo que lo mismo ocurra con el m¨¢s vidrioso de los problemas a resolver: la financiaci¨®n auton¨®mica. Esta cuesti¨®n toca todos los bolsillos y, consecuentemente, har¨¢ algo m¨¢s que entrar por un o¨ªdo y salir por el otro; dejar¨¢ flotando una sarta de t¨®picos. Consciente de ello, el PSOE se afana en presentar un frente com¨²n. En el Consejo Territorial han de confluir las posturas de los ¨®rganos territoriales con el fin de unificar criterios. Jordi Sevilla est¨¢ en ello desde hace muchos meses y nuestro paisano se?or Sevilla goza del reconocimiento de los dirigentes regionales. A juicio de los socialistas, inform¨® EL PA?S, 'se debe empezar por pagar a las comunidades aut¨®nomas que no aceptaron el modelo que termina...'. Pero hete aqu¨ª que d¨ªas despu¨¦s, Bono e Ibarra dan a entender que como el Gobierno no ceda, actuar¨¢n por su cuenta. Y hay un tercero en discordia, Chaves, quien reclama una deuda mayor que las otras dos sumadas. Una bomba de relojer¨ªa, pues el Gobierno podr¨ªa decidir no aceptar deuda alguna, en parte porque no cree que la haya y en parte para fomentar la dispersi¨®n de voces en el PSOE y dar as¨ª al traste, ante la opini¨®n p¨²blica, con la pretendida cohesi¨®n y pluralismo del partido. Eso traer¨ªa incomparablemente m¨¢s cola que los insultos de Ibarra a Maragall.
Lo anterior me trae a la memoria la declaraci¨®n m¨¢s risue?a y campechana en la forma y m¨¢s amarga en el fondo jam¨¢s salida de la boca de Felipe Gonz¨¢lez siendo presidente del Gobierno. Dijo no gozar de poder alguno puertas afuera de la Moncloa; era prisionero de los barones del partido.
Zapatero realiz¨® su traves¨ªa del desierto con el apoyo de unos pocos fieles y sabiendo lo que se iba a encontrar; sabiendo que el final de ese camino era principio de otro, la conquista de las baron¨ªas. Eso est¨¢ por hacer y temo. No porque veamos en ¨¦l a un hombre d¨¦bil y mal dotado, pues todos los s¨ªntomas apuntan en la direcci¨®n contraria. Pero consciente de que sin una imagen de cohesi¨®n externa el partido no llegar¨¢ a parte alguna, ha optado por la v¨ªa que m¨¢s le sale de dentro: la del pluralismo. Por el pluralismo a la cohesi¨®n, parece ser la consigna. Pero si los contornos y l¨ªmites del pluralismo son indecisos en la teor¨ªa, en la pr¨¢ctica pueden ser intratables; sobre todo, teniendo en cuenta que el adversario pol¨ªtico se encargar¨¢ de magnificar el m¨¢s m¨ªnimo desacuerdo; algo, por otra parte, dif¨ªcilmente reprobable, pues es maquiavelismo en tono menor y rutinariamente llevado a la pr¨¢ctica. (La 'justificaci¨®n' ¨¦tica: 'Si no sabes cubrirte todos los flancos no mereces gobernar').
Para un partido estatal el reto es conciliar la democracia interna con el pluralismo; y ¨¦ste, con particularismos y personalismos enquistados, am¨¦n de con posibles heterodoxias ideol¨®gicas. La cohesi¨®n resultante no ser¨¢ precisamente el huevo de Col¨®n.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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