EL CAMPAMENTO DE LA ESPERANZA
Son las 8.30 de la ma?ana. El corneta voluntario Manuel Lozano, granadino de Aldeire, de 48 a?os, acaba de tocar diana. Comienza un nuevo d¨ªa en el campamento de los trabajadores de Sintel en pleno paseo de la Castellana de Madrid. Son casi 60 amaneceres, desde que se instalaron el 29 de enero. Han soportado en plena calle uno de los inviernos m¨¢s lluviosos que se recuerdan en la capital. Sin duda, el vicepresidente del Gobierno y ministro de Econom¨ªa, Rodrigo Rato, y la titular de Ciencia y Tecnolog¨ªa, Anna Birul¨¦s, vecinos de calle, habr¨¢n escuchado alguna ma?ana el aguzado ruido del cornet¨ªn.
El cuartel general de El Campamento de la Esperanza, como se autocalifica en los cartelones rudimentarios que hace de entrada, se halla justo enfrente del despacho de Birul¨¦s, a la que se reclama, como al resto del Gobierno, la formaci¨®n de una mesa de negociaci¨®n con tres patas (Gobierno, Telef¨®nica y sindicatos) para dar una salida a la crisis de una compa?¨ªa que se halla en suspensi¨®n de pagos con un d¨¦ficit de 20.000 millones de pesetas.
La antigua filial de Telef¨®nica, que fue vendida al empresario cubano estadounidense Jorge Mas Canosa en mayo de 1996, cuando a¨²n estaba en funciones el ¨²ltimo Gobierno del PSOE, atraviesa el peor momento de su historia. Las instalaciones est¨¢n cerradas, el futuro pende de un hilo y su plantilla se halla movilizada en un intento desesperado por forzar la soluci¨®n pol¨ªtico-econ¨®mica. Atr¨¢s quedan los buenos tiempos, cuando la compa?¨ªa viv¨ªa de los contratos que le daba la matriz Telef¨®nica. Ahora, m¨¢s de uno se ha lamentado de no haber ido m¨¢s all¨¢ de mirarse el ombligo y haber acelerado la adaptaci¨®n de la empresa.
En plena era de Internet y de explosi¨®n de las telecomunicaciones, el campamento de Sintel, especializada en instalar cables, representa un borr¨®n visual en la pr¨®spera estampa de avenidas y rascacielos de la city financiera de la capital, y del lienzo que el Gobierno del PP vende de la econom¨ªa espa?ola. Gobernantes, empresarios, directivos y viandantes observan a diario las escenas de una movilizaci¨®n obrera que cada vez recoge m¨¢s adhesiones.
El drama de los 1.818 trabajadores de Sintel en plena calle, con su hilera de tiendas de campa?a y chabolas de madera, se amplifica con el encierro de dos centenares de esposas y familiares en la catedral de La Almudena en el centro de Madrid.
'Ni siento, ni he sentido fr¨ªo, a pesar de haber dormido aqu¨ª durante semanas', dice Jos¨¦ Javier Lacabe, navarro, de 36 a?os, ingeniero t¨¦cnico, afincado en San Mart¨ªn de la Vega (Madrid). Lacabe, que lleva 12 a?os en Sintel, afirma que lo peor es la 'tensi¨®n psicol¨®gica que padecemos al no saber qu¨¦ camino tomar¨¢ esta crisis'. 'Tengo tres hijos y el peque?o m¨¢s de un d¨ªa se ha ido llorando al colegio, sin saber muy bien por qu¨¦', se lamenta. Lacabe recalca indignado que Telef¨®nica, 'que debe a Sintel miles de millones de pesetas en trabajo realizado', ha cortado el tel¨¦fono de su domicilio. 'Es una injusticia que nos hunda la empresa y ahora nos humille de este modo', se indigna mientras da un pu?etazo en la mesa hecha con tablones en una de las casetas que hace de club social. Los tres compa?eros que le escuchan le tratan de calmar y le recuerdan que hay que ser, sobre todo, 'fuerte psicol¨®gicamente'.
La instalaci¨®n del campamento no fue una idea improvisada. La planificaci¨®n dur¨® tres meses y, hasta que se mont¨® de inc¨®gnito a las cuatro de la madrugada del pasado 29 de enero, se cubrieron todas las etapas de un plan pensado escrupulosamente y con audacia militar por el Comit¨¦ Intercentros.
En el puesto de mando est¨¢ Adolfo Jim¨¦nez, de 48 a?os, abulense de Cill¨¢n, ingeniero aeron¨¢utico y presidente del Comit¨¦. Jim¨¦nez, duro como el pedernal, reconoce que el campamento tiene un modelo militar y una organizaci¨®n que no le va a la zaga. Se gest¨® con el nombre de Operaci¨®n Gandhi y se marcaron 'tres objetivos centrales'. El primero, 'reventar el silencio sobre Sintel de los medios de informaci¨®n afines a Telef¨®nica'. El segundo, obligar al Gobierno a interesarse por la crisis de la empresa. Y el tercero, abrir una mesa negociadora entre el Gobierno, Telef¨®nica y los sindicatos sobre el futuro de la empresa.
Hasta aqu¨ª, la estrategia. En la t¨¢ctica s¨®lo existe un mandamiento ineludible: 'No molestar a los vecinos y al tr¨¢fico y, sobre todo, no provocar ning¨²n problema de orden p¨²blico'. Lo han conseguido. Los trabajadores de Sintel, conocidos por sus chubasqueros azules, han generado una verdadera corriente de simpat¨ªa y de solidaridad. Los vecinos se han volcado. Han ofrecido sus casas para asearse, comida y bebida. Los autobuses les dejan pasar, los taxistas les respetan, los barrenderos les ayudan y resaltan la limpieza y organizaci¨®n interna. 'No tenemos m¨¢s que palabras de agradecimiento para el pueblo de Madrid', destaca Jim¨¦nez. Es el mejor argumento para que nadie les pueda echar del bulevar de la Castellana. Y es que, a punto de cumplir los dos meses y cuando la primavera empieza a florecer, los ruidos de intento de desalojo son cada vez m¨¢s cercanos.
El campamento reproduce la estructura sindical, dividida en comit¨¦s por comunidades aut¨®nomas. Cada uno de ellos es responsable de su parcela y debe administrar la operativa diaria y movilizar al personal en las marchas pac¨ªficas que d¨ªa a d¨ªa hacen por el lateral de la Castellana, desde el Ministerio de Econom¨ªa hasta el de Trabajo.
Los manifestantes de Sintel, acostumbrados a trabajar en la calle, han mostrado una suficiencia evidente en el montaje del campamento. Han colocado sus cl¨¢sicos toldos amarillos -con los que dan a conocer su presencia- sobre las alcantarillas y las han convertido en retretes. Han construido duchas rudimentarias, aunque utilizan tambi¨¦n las p¨²blicas del barrio. Con muebles tomados de contenedores han adecentado alg¨²n rinc¨®n. Su experiencia les ha permitido conectar con la red el¨¦ctrica sin peligro y han tratado de tranquilizar a la concejal madrile?a Mar¨ªa Tard¨®n ante las continuas advertencias de cortes por el peligro de accidente.
Desde el cercano Estadio Santiago Bernab¨¦u hasta la plaza de Castilla, cada comunidad aut¨®noma cuenta con su club social, donde leen la prensa, ven la tele y hacen la 'terapia de grupo' necesaria cuando es necesaria. Existe un almac¨¦n general, un p¨²lpito por si hay que lanzar alg¨²n mitin, se anuncia un parque... Quiz¨¢ por la cercana presencia del Bernab¨¦u, se ha bautizado un Fondo Norte, donde residen los trabajadores gallegos y de Zamora, y un Fondo Sur, con los andaluces. De arriba abajo, pasean los domingos con sus visitas.
Normalmente pernoctan unas 900 personas en el campamento y los turnos se siguen por riguroso turno, aunque siempre se tiene en cuenta la situaci¨®n familiar. Las banderolas rojas de los sindicatos, los p¨®steres e, incluso, las fotos familiares delimitan las zonas de un campamento que tiene tambi¨¦n su cuenta de resultados. Si la empresa Sintel es una ruina y acumula unas deudas de m¨¢s de 20.000 millones y arrastra ocho n¨®minas sin pagar, el campamento ofrece beneficios. 'Hoy nos han ingresado en la cuenta aportaciones de varias empresas, sindicatos, organizaciones, entes, ayuntamientos, empresas privadas..., y este ritmo se sigue acelerando. Tambi¨¦n tenemos gastos. La solidaridad existe de verdad', incide Jim¨¦nez. El almac¨¦n general de comestibles est¨¢ surtid¨ªsimo y parte de los productos han llegado de Mercamadrid. Est¨¢ prohibido gastarse una sola peseta del fondo general en alcohol, aunque han recibido cajas de vino, de cerveza e, incluso, alguna garrafa de orujo. No obstante, y conociendo la tensi¨®n del momento y los previsibles derrumbes psicol¨®gicos, la organizaci¨®n vigila para que no se entre en la din¨¢mica del 'trago para olvidar'. Hasta ahora, no ha ocurrido.
'Lo peor es la noche, cuando haces repaso del d¨ªa en la soledad de la tienda y ves que no se ha avanzado nada', dice F¨¦lix Jim¨¦nez de la Monta?a, alicantino de 48 a?os, conductor de gr¨²a. Este hombre, con 23 a?os en la empresa, ha dejado de pagar el alquiler de su casa, la letra del coche y el seguro de autom¨®vil. 'Me da miedo hablar de dinero con mi familia porque al final terminas con una sensaci¨®n de frustraci¨®n y, a pesar de la comprensi¨®n, la tensi¨®n salta cuando te preguntan hasta cu¨¢ndo seguir¨¢ esta situaci¨®n', recalca.
Sintel, con un ¨ªndice de afiliaci¨®n sindical del 80% (la media nacional es del 25%) repartidos entre CC OO, UGT, CGT y Solidaridad Obrera, est¨¢ echando un pulso social. El inter¨¦s 'es proporcional al grado de presencia de Sintel en los medios de comunicaci¨®n'. Lo asevera Antonio Navarro, albacete?o. 'Mi situaci¨®n econ¨®mica es muy delicada. Estoy separado y tengo que pasar 68.000 de pensi¨®n. Ahora tengo una nueva hipoteca y la verdad es que estoy angustiado', comenta con la cabeza baja.
Francisco L¨®pez Casado, de Vigo, dice que est¨¢ de los nervios. Tiene dos hijos de 17 y 19 a?os a los que hace tiempo que no ve. 'Esta situaci¨®n nos est¨¢ envenenando y hay momentos de debilidad, pero tenemos que apoyarnos unos a otros; si nos rendimos, lo habremos echado todo a perder'. Adem¨¢s, los compa?eros que est¨¢n junto a Francisco en el banco de madera coinciden en que, si se van a casa, 'la depresi¨®n puede ser mayor'. 'Aqu¨ª, al menos, si uno flojea, el otro le ayuda, y otro d¨ªa ser¨¢ al rev¨¦s'. Adolfo Jim¨¦nez, el presidente del Comit¨¦ Intercentros, que pide expresamente no aparecer como el l¨ªder del grupo, sabe que por el lado de la resistencia psicol¨®gica puede venir el ¨¦xito o el fracaso. Por ello, se ayuda a quienes tienen baches o reciben alg¨²n mazazo como la muerte de alg¨²n compa?ero en plena lucha.
A pesar de los recados del Ayuntamiento de Madrid y de la Delegaci¨®n del Gobierno en esta comunidad aut¨®noma, que han provocado que este fin de semana los sindicatos hayan reforzado, Jim¨¦nez subraya que s¨®lo dejar¨¢n la protesta por la fuerza. Y saben que el uso de la fuerza ser¨ªa muy impopular.
Comienza a anochecer en el campamento. Unos trabajadores charlan en corro y fuman con desgana y muestras de cansancio. Otros escuchan la radio en solitario. Algunos transe¨²ntes se les acercan. Hablan. Se afronta una noche m¨¢s. Se dormir¨¢ poco. El sue?o es que a la ma?ana siguiente se haya alcanzado una soluci¨®n. Pero, de momento, no deja de ser un sue?o.
Crisis abierta de una ex filial de Telef¨®nica
La suspensi¨®n de pagos de Sintel supone el pen¨²ltimo cap¨ªtulo de una cadena de desprop¨®sitos que ha puesto a la empresa al borde del abismo. Creada en el a?o 1950, bajo la denominaci¨®n de Liena, pronto se hizo con el control de otra firma del sector de telecomunicaciones, Sitre, hasta que en 1975 cay¨® bajo el manto de Telef¨®nica, en plena etapa de monopolio de las telecomunicaciones. La compa?¨ªa filial de Telef¨®nica fue creciendo en facturaci¨®n, trabajo y plantilla, hasta el punto de que su dimensi¨®n se convirti¨® en su mayor problema. Sin embargo, la introducci¨®n de la competencia en el mercado de telecomunicaciones espa?ol entre los a?os ochenta y los noventa trae problemas de mercado para las empresas y ¨¦stas los trasladan a sus proveedores, como es el caso de Sintel, que depend¨ªa en su casi totalidad de los pedidos de Telef¨®nica. Los problemas cara al p¨²blico afloraron a partir de abril de 1996, cuando C¨¢ndido Vel¨¢zquez, presidente de Telef¨®nica, vende la empresa por 4.500 millones a MasTec, del empresario cubano-estadounidense Jorge Mas Canosa. MasTec plante¨® desde el comienzo una reducci¨®n de 1.200 empleos, de los 2.000 que ten¨ªa. Aunque Telef¨®nica prometi¨® carga de trabajo, lo cierto es que fue reduciendo pedidos y precios de 1996 a 1999. MasTec, al no poder enderezar el rumbo ni firmar un acuerdo con los trabajadores, opt¨® en 1999 por dejar la empresa en manos de un grupo de directivos, al frente de los cuales estaba Juan Antonio Casanovas, que dieron la estocada a la compa?¨ªa, que suspendi¨® pagos en junio de 2000, con unas deudas de 22.000 millones. Con un d¨¦ficit patrimonial de 11.968 millones, que con la huelga se ha situado en los 20.000, y un expediente de extinci¨®n de 796 empleos (tiene 1.818), la situaci¨®n es desesperada. El actual due?o, Carlos Gila, que la compr¨® por dos euros hace un mes, pretende que el Gobierno y Telef¨®nica (de la que es testaferro, seg¨²n los sindicatos) puedan darle viabilidad con menor dimensi¨®n.
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