?ltimos 'chistes' de Franco
Hace veinte a?os el dibujante populariz¨® una frase: 'Queda inaugurado este batzoki'. Era la parodia de una parodia, una s¨¢tira para los nuevos tiempos de un nuevo r¨¦gimen, basada en la frase quiz¨¢ m¨¢s larga y continuada que Franco jam¨¢s pronunci¨®: 'Queda inaugurado este pantano'. La inauguraci¨®n de un batzoki resulta en la actualidad puro tr¨¢mite, profunda rutina -salvo cuando Xabier se pone la camisa de cuadros, decide cortar la cinta y armar el taco-, y de la 'pertinaz sequ¨ªa' de Franco, con los pantanos hoy a punto de desparrame y los ¨¢nimos desquiciados por culpa del Plan Hidrol¨®gico Nacional, no quedan ni los restos.
Lo cierto es que casi todo el mundo con memoria hab¨ªa decidido olvidarse de Franco hasta que lleg¨® Xabier y mand¨® a parar: no nos enga?emos, Franco es el problema. Y para demostrar que el viejo dictador est¨¢ m¨¢s vivo que nunca, los del Guggenhein han decidido invitar al festorr¨®n de Armani a su niet¨ªsima Carmen, previo pago de cach¨¦.
A estas alturas de las nuevas tecnolog¨ªas todos ten¨ªamos la certeza de que la mejor forma de perder amigos era comenzar cualquier cena o velada contando un chiste de Franco o, peor a¨²n, haciendo aquella pat¨¦tica imitaci¨®n de su vocecilla meliflua dirigi¨¦ndose al pa¨ªs: '?Espa?oles...!'. Nadie en su sano juicio estaba dispuesto ya a soportar sin sonrojo semejante signo de anacr¨®nica caspa . Pero los revival, son los revival ?No ha regresado Camilo Sesto?
El extinto caudillo se est¨¢ volviendo a poner de rabiosa actualidad. En algunos batzokis, gracias a Xabier y a la continua alusi¨®n que hace del innombrable, ya se han puesto a revisar la antolog¨ªa de los mejores chistes de Franco para contarlos y triunfar con los amigos, vecinos y sociedad en general. Aquel se?or bajito era muy malo, y al parecer seguimos bajo su terrible sombra dictatorial. Como siempre se ha dicho que las dictaduras generan m¨¢s chanzas que las democracias, ponerse al d¨ªa en el repertorio de sus gracietas parec¨ªa pan comido. Craso error.
Ni en los cuatrocientos chist¨®metros de Internet, donde se encuentran todo g¨¦nero de amorosas crueldades sobre m¨¦dicos, abogados, suegras, borrachos, famosos, machistas, feministas, gays, ni?os, soldados, novias, curas, monjas, locos, ladrones o animales, ni en las librer¨ªas de saldo, ni siquiera pulsando el buscachistes de Tel¨¦polis aparece el menor indicio, rastro o secuela del aquel hombre que produjo el suficiente material humor¨ªstico como para dar trabajo a un batall¨®n de archiveros y a un ej¨¦rcito de soci¨®logos.
Hab¨ªa tantos chistes sobre Franco que incluso ¨¦l mismo ped¨ªa que le contaran el ¨²ltimo. Y hoy, ni flores. Escribes en la b¨²squeda de la Red 'Jesucristo', por ejemplo, y te salen ciento treinta y cinco. Si pones Lady Di, el ordenador te escupe cincuenta. Pinchas 'Franco' y la m¨¢quina te contesta: 'Error, palabra clave no encontrada, int¨¦ntelo de nuevo'. De lo que se deduce que Franco era menos importante que Lady Di y que Jesucristo e incluso que Arzalluz, que al menos tiene tres chistes malos en Internet.
Franco, como el gui?ol de Xabier, nunca sonre¨ªa. Dos de sus m¨¢s acusadas caracter¨ªsticas eran su poder onn¨ªmodo y la devoci¨®n que le procesaban sus incondicionales. Esta semana el dibujante y yo hemos tenido que hacer un ¨ªmprobo esfuerzo de documentaci¨®n e investigaci¨®n, un verdadero trabajo de arqueolog¨ªa para ayudar a los que andan flojos de material. Nos hemos puesto manos a la obra con ¨¢nimo de socorrer a cuantos est¨¢n despistados y necesitados de alg¨²n chascarrillo que contar sobre el infausto caudillo y quedar bien en las inauguraciones. Son s¨®lo chistes rancios y absurdos, sucedidos sobre el dictador, as¨ª que nadie saque parecidos, comparaciones, ni conclusiones equivocadas sobre un personaje convencido de que sus propias acciones nunca ten¨ªan efectos.
Cuentan que un d¨ªa se acerc¨® a un ministro que ¨¦l mismo hab¨ªa destituido. Le puso la mano en el hombro y le dijo:'Cre¨¢nme, van a por nosotros'. En cierta ocasi¨®n, mientras se hallaba en plena pesca salmonera, sus acompa?antes comentaban algo sobre una persona a la que no hab¨ªan vuelto a ver desde hac¨ªa varios a?os. De pronto, Franco se dio la vuelta y despej¨® toda duda e incertidumbre: 'A ese le mataron los nacionales'. Hubo un ingenuo que se le fue a quejar de ser acosado y perseguido por sus ideas pol¨ªticas. A ¨¦ste le aconsej¨®: 'Haga como yo. No se meta en pol¨ªtica'.
Franco era de los que estaba convencido de que el dolor que mejor se soporta es el de los dem¨¢s. Dicen que un d¨ªa un jubilado le regal¨® una tortuga. Al verla, exclam¨® enternecido: 'No, tortugas no, que luego se mueren y te llevas un disgusto'. De su c¨ªnica megaloman¨ªa habla el chiste de un Consejo de Ministros en el que uno de sus componentes, para exaltar sus sue?os de grandeza expansionista, le propuso: 'Excelencia, ?por qu¨¦ no declaramos la guerra a los Estados Unidos?' A lo que Franco respondi¨®: 'Pero, ?y si ganamos?'.
Aquel hombre, que provocaba entusiasmos, rechazos y adhesiones inquebrantables, dec¨ªa querernos y conocernos como nadie. Estaba empe?ado en conducirnos como un pastor a su reba?o, y si sobraban michelines o una oveja se descarriaba, le mandaba al motorista con la carta de la liposucci¨®n. Para ¨¦l la patria ten¨ªa un sentido patrimonial que estaba por encima del individuo. Cuando era criticado le echaba las culpas a la conspiraci¨®n judeo-mas¨®nica. No dej¨® el poder porque ninguno de sus fieles lleg¨® a ped¨ªrselo abiertamente, nunca se retir¨® y jam¨¢s se present¨® a unas elecciones. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
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