Ni?os
La Junta de Andaluc¨ªa pretende que las empresas tabaqueras paguen el gasto sanitario que generan. A primera vista parece una medida justa, por lo que me pregunto si har¨¢ lo mismo con las que fabrican bebidas alcoh¨®licas, incluidas las bodegas de Jerez. El alcohol no s¨®lo provoca enfermedades al individuo, sino adem¨¢s severos trastornos en su entorno y consiguientemente gasto de dinero p¨²blico, que es la raz¨®n esgrimida por Chaves para actuar. Puestos a dictar normas mod¨¦licas, el presidente de la Junta podr¨ªa obligar a que las empresas automovil¨ªsticas corrieran con el coste de los accidentes de circulaci¨®n, la primera causa de mortandad entre la juventud. Claro que si se dictaran estas leyes, ya estoy viendo a los asesinos exigiendo a la Junta que demande a los fabricantes de pistolas por sacar al mercado unos artefactos tan mortales; o a los que tienen problemas con el colesterol reclamar que se grave la elaboraci¨®n de los torreznos.
Desde un punto de vista estrictamente econ¨®mico, me parece bien que la Junta aplique una dura pol¨ªtica fiscal a las millonarias empresas tabaqueras. Tambi¨¦n ver¨ªa con agrado que hiciera efectiva una tasa en todas las operaciones de capital, y que las grandes corporaciones industriales fueran obligadas a invertir una parte sustancial de sus beneficios en proyectos que requiriesen el empleo de mano de obra. Lo que ya no veo tan claro es el argumento utilizado para exigir los 60.000 millones: dicen que las tabaqueras deben pagar el gasto que provocan. Del mismo modo que el culpable de un accidente de circulaci¨®n que se queda tetrapl¨¦jico no es la empresa automovil¨ªstica que fabrica un modelo tan veloz, sino el conductor que sobrepasa el l¨ªmite de velocidad, el responsable del c¨¢ncer de pulm¨®n provocado por el consumo de tabaco no es la empresa que elabora los cigarrillos, sino el fumador, que pese a las campa?as de informaci¨®n decide libremente seguir fumando. La Administraci¨®n debe obligar a que las empresas tabaqueras informen sin tecnicismos del contenido de los cigarrillos, y controlar que el nivel de estas sustancias se corresponda con dicha informaci¨®n. Luego que cada cual fume lo que quiera. Muchos pensar¨¢n que no hay raz¨®n para cubrir con el dinero de todos a quien decide envenenarse, pero vivir en sociedad no consiste solamente en tener a nuestra disposici¨®n un m¨¦dico de guardia; tiene tambi¨¦n sus gastos: hay que pagar entre todos el catarro de los ni?os, aunque no se tengan; el rescate del alpinista, aunque se deteste la escalada; y el c¨¢ncer del fumador, aunque se sea un alcoh¨®lico.
Culpar a las empresas tabaqueras de las enfermedades de los fumadores puede ser muy efectivo econ¨®micamente, como se ha demostrado en los Estados Unidos; y es posible que la Junta tenga la obligaci¨®n de urdir triqui?uelas legales para sacarle los cuartos a las multinacionales del tabaco. Pero ello no quita que el principio invocado para hacerlo constituya una peligrosa aberraci¨®n. Eximir al ciudadano de las responsabilidades que contrae en el ejercicio de su libertad es, como muy bien saben en Estados Unidos, el primer paso para convertirlo en un ni?o: sin muchas obligaciones primero, sin mucha informaci¨®n despu¨¦s, y al final sin muchos derechos.
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