Santos inocentes
La canonizaci¨®n de 233 v¨ªctimas de la guerra civil espa?ola deber¨ªa incitarnos a leer o releer a Georges Bernanos. Este escritor franc¨¦s de derechas, cat¨®lico, mon¨¢rquico, con su hijo de 22 a?os falangista luchando en el campo franquista, fue testigo directo de la sublevaci¨®n militar en Mallorca y plasm¨® el horror que le causaron, dada su condici¨®n de cat¨®lico, las 'caravanas de la muerte' organizadas por los sublevados nacionales en la isla. Su libro Los grandes cementerios bajo la luna denuncia esos cr¨ªmenes y la responsabilidad de la Iglesia cat¨®lica -?su Iglesia!-, con su excelencia el obispo de Palma de Mallorca a la cabeza. 'Yo he visto, he visto con mis propios ojos, quien les habla ha visto un peque?o pueblo cristiano, de tradici¨®n pac¨ªfica, de una extrema y casi excesiva sociabilidad, endurecerse de golpe, he visto endurecerse esos rostros y hasta las caras de los ni?os...'.
'La cifra [de muertos] que les voy a dar ha sido facilitada por el jefe de la represi¨®n de Palma. La evaluaci¨®n popular es muy diferente pero no importa. A principios de marzo de 1937, despu¨¦s de siete meses de guerra civil, se pod¨ªan contabilizar tres mil asesinatos (...), es decir quince ejecuciones por d¨ªa. Me permito recordarles que la peque?a isla puede ser f¨¢cilmente recorrida en dos horas de punta a punta'.
La decisi¨®n del papa Juan Pablo II es un sarcasmo pensando en estas v¨ªctimas cuyo asesinato el escritor relata en estos t¨¦rminos: 'Los recog¨ªan cada noche en las aldeas perdidas, al regresar del campo; se iban para el ¨²ltimo viaje, la camisa pegada a las espaldas por el sudor, los brazos a¨²n llenos del trabajo del d¨ªa, dejando la cena servida sobre la mesa y una mujer que llega demasiado tarde al umbral del jard¨ªn, sin aliento, un peque?o fardo atado con la servilleta nueva'.
La canonizaci¨®n por parte de la Iglesia de sus m¨¢rtires de la guerra civil no se entiende sin una voluntad del Papa de salvaguardar un cierto esp¨ªritu de cruzada, el mismo que denunci¨® el cat¨®lico Bernanos y que hiere la sensibilidad de todos los hombres justos, creyentes y no creyentes.-
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