Muerte en la secta
Seis a?os de prisi¨®n para una pareja afincada en Francia que dej¨® morir a un hijo sin asistencia m¨¦dica
Se llamaba Rapha?l y ten¨ªa 19 meses cuando muri¨®, en abril de 1997, falto de cuidados m¨¦dicos para el problema cardiovascular y el raquitismo que padec¨ªa. Viv¨ªa con sus padres, miembros de la orden apost¨®lica Tabitha's Place, una secta cerrada que rechaza todo recurso a la medicina en nombre de una lectura fundamentalista de la Biblia. Sus creencias se han extendido desde Estados Unidos, donde surgieron, hasta alcanzar a un millar de personas en distintos pa¨ªses, Espa?a entre ellos, donde se estima que la secta dispone de una casa en el Pa¨ªs Vasco.
Nada invita a pensar que la tragedia haya llevado a los padres a abandonar la comunidad. Hace unos d¨ªas fueron condenados a seis a?os de prisi¨®n e ingresaron de inmediato en la c¨¢rcel. Esta situaci¨®n les impide seguir viviendo en el castillo del siglo XVIII que el grupo posee a 60 kil¨®metros de Pau, en el sur de Francia. La familia tiene otro beb¨¦: Rachel, hermana del fallecido, actualmente a disposici¨®n de un juez de familia, a quien toca decidir si lo entrega en custodia a uno de sus abuelos, que vive en Alemania, o a la abuela, que habita en Francia y ya tiene a su cargo a otros dos hijos de la misma pareja.
Todo cuando se ha escrito sobre las sectas toma cuerpo en esta terrible historia. Un caso en el que se demuestra hasta qu¨¦ punto los ni?os son las primeras v¨ªctimas de este tipo de fanatismos. El padre del beb¨¦ fallecido, Michel Ginhoux, que hoy tiene 40 a?os, y su esposa Dagmar, de 38, creyeron que el ni?o sanar¨ªa de un modo natural, sin m¨¦dicos ni intervenciones quir¨²rgicas. En un momento dado intentaron la salvaci¨®n milagrosa. Y en todo momento han alegado que hicieron cuanto pudieron. En la vista judicial, incluso el padre asegur¨® que su esposa y ¨¦l hab¨ªan decidido someterse a una psicoterapia.
Pero en el castillo contin¨²an viviendo una veintena de ni?os. Ninguno de ellos est¨¢ vacunado ni escolarizado, seg¨²n informan personas que conocen el funcionamiento interno del grupo. Los miembros de la comunidad creen malsano introducir un virus muerto en el cuerpo y alegan que ya escolarizan a los ni?os en su seno, por m¨¢s que una inspecci¨®n educativa descubriera, el a?o pasado, el estado lastimoso de sus conocimientos. La comunidad vive en ruptura completa con su entorno, lo cual no le impide mantener cierta actividad econ¨®mica de tipo artesanal.
?Qu¨¦ puede conducir a la gente a negar asistencia m¨¦dica a su hijo? En el caso de los padres de Rapha?l, el juicio ha permitido entrever algo de sus vidas. Michel Ginhoux tuvo una infancia dif¨ªcil, bajo la influencia de un padre que le obligaba a ser testigo de Jehov¨¢ y que ejerci¨® sobre ¨¦l determinadas agresiones, que figuran en la causa y no es necesario detallar. Su mujer, de origen alem¨¢n, vivi¨® una infancia burguesa, si bien bajo una abuela fan¨¢ticamente cat¨®lica. La pareja se integr¨® en la secta como quien empieza a vivir una infancia feliz, seg¨²n el psiquiatra que ha prestado testimonio. Ning¨²n miembro de la comunidad les aconsej¨® recurrir a la medicina, ni siquiera el padre de uno de los jefes espirituales, que era m¨¦dico de profesi¨®n y estuvo procesado por denegaci¨®n de auxilio. Falleci¨® en 1999, antes de que se celebrara el juicio.
La vista se ha desarrollado ante un jurado. A sus miembros apel¨® el fiscal, Fran?ois Basset, para que dieran 'un sentido a la muerte de Rapha?l, para que ma?ana no haya otras'. Y argument¨® que 'al dejar morir a Rapha?l, afectado por una malformaci¨®n cardiaca, cuando sab¨ªan que pod¨ªan salvarle, los esposos Ginhoux pusieron sus convicciones, de manera ego¨ªsta, por encima de la esperanza y del inter¨¦s de su hijo'.
El abogado de la pareja, Claude Garc¨ªa, subray¨® la anulaci¨®n de la voluntad y de la capacidad de discernir que la presi¨®n de la secta hab¨ªa supuesto para sus clientes. Y el jurado opt¨® por una soluci¨®n intermedia entre ambas posturas: mantuvo la calificaci¨®n de homicidio, pero atenu¨® la responsabilidad de la pareja en funci¨®n del papel jugado por la secta. En vez de la pena de prisi¨®n requerida por el fiscal, que iba de 12 a 15 a?os, la condena firme ha sido de 6.
Para el resto de miembros de la comunidad que se niegan a vacunar a sus hijos y a escolarizarlos, el fiscal ha pedido entre cuatro y seis meses de c¨¢rcel. Pero la comunidad sigue donde est¨¢.
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