Nueva especie en la evoluci¨®n humana
El hallazgo en Kenia de un hom¨ªnido de hace 3,5 millones de a?os complica el rastro de los ancestros del hombre
El nuevo descubrimiento del famoso equipo de paleont¨®logos de Leakey enturbia a¨²n m¨¢s el ya oscuro panorama del pasado del hombre. Lo m¨¢s sorprendente del rostro de Kenyanthropus platyops es lo humano que parece. Tiene un aspecto muy similar al de un f¨®sil descubierto en los a?os setenta por Richard, el marido de Meave Leakey, y su equipo, en la costa este del lago Turkana: un cr¨¢neo conocido por su n¨²mero de cat¨¢logo, KNM-ER 1470. Aparte de tener un cerebro peque?o, el 1470 tiene un rostro muy similar al humano: plano, en lugar de ser protuberante como el del mono, y con dientes peque?os.
La edad del 1470 fue objeto de controversia durante algunos a?os. Ahora se sabe que tiene aproximadamente 1,8 millones de a?os y ha sido asignado a la especie Homo rudolfensis, un grupo muy primitivo del linaje humano. Pero con 3,5 millones de a?os, el Kenyanthropus platyops es casi el doble de viejo que el 1470, y tan antiguo como otro hom¨ªnido muy antiguo, Australopithecus afarensis (especie a la que pertenece el famoso esqueleto Lucy).
Sin embargo, mir¨¢ndolo con m¨¢s detenimiento, se advierte que el cr¨¢neo Kenyanthropus presenta una mezcla de caracter¨ªsticas avanzadas y primitivas. Por ejemplo, su peque?o canal auditivo es m¨¢s parecido al de los chimpanc¨¦s y los miembros m¨¢s primitivos del linaje humano que vivieron en ?frica oriental hace algo m¨¢s de cuatro millones de a?os (Australopithecus anamensis y Ardipithecus ramidus). De hecho, en algunos aspectos, el Kenyanthropus es m¨¢s primitivo que Lucy.
Todo esto indica que en un momento temprano de la evoluci¨®n apareci¨® un rostro plano, parecido al humano, junto a una variedad de otras formas faciales, y no fue producto del tipo de desarrollo progresivo, lineal y evolutivo que popularmente se imaginaba.
Hasta hace poco se cre¨ªa que los miembros m¨¢s antiguos de la familia humana -Ardipithecus ramidus, Australopithecus anamensis y especialmente Lucy- pod¨ªan estar estrechamente ligados a un ¨²nico linaje. Se pensaba que esta l¨ªnea evolutiva hab¨ªa surgido de la divergencia entre el linaje humano y el que dio lugar a los monos -en alg¨²n momento hace entre cinco y diez millones de a?os- y de un brote de diversidad entre hace aproximadamente tres y dos millones de a?os. En aquel momento, una estirpe generalizada de criaturas b¨ªpedas, aunque parecidas al mono, se diversific¨® para convertirse en formas especializadas.
Una forma era el Paranthropus, un grupo de vegetarianos con el cerebro peque?o y la mand¨ªbula grande y trituradora. A esta categor¨ªa pertenece el Hombre Cascanueces, descubierto por Louis Leakey (padre de Richard, suegro de Meave) y sus colegas de la garganta de Olduvai, en Tanzania. Otra forma era una criatura m¨¢s inteligente y con una complexi¨®n m¨¢s ligera denominada Homo habilis descubierta por Louis Leakey, que pudo haber utilizado herramientas, vivi¨® hace unos 2,5 millones de a?os y es muy parecido al H. rudolfensis.
Pero algunos investigadores consideran que el H. habilis y otras variedades de Homo temprano no representan un tipo de criatura suficientemente diferenciada de la vertiente general del Australopithecus como para merecer su propio g¨¦nero, y menos a¨²n del de Homo, a la que nosotros pertenecemos. No se puede decir lo mismo del Homo erectus, que evolucion¨® hace unos dos millones de a?os y que es claramente humano en su comportamiento, anatom¨ªa y habilidad para fabricar herramientas. (Las herramientas atribuidas al H. habilis podr¨ªan haber sido fabricadas por el Paranthropus o alg¨²n otro hom¨ªnido).
El prestigioso paleoantrop¨®logo Bernard Wood y sus colegas de la Universidad George Washington (EE UU) consideran que H. habilis y H. rudolfensis son m¨¢s parecidos al Australopithecus. Razonan que, si se incluyen con el Homo, el grupo resulta imposible de definir. Lamentablemente, esta propuesta convierte al Australopithecus en un saco de formas muy diversas, que alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que separar. Una de las consecuencias de la clasificaci¨®n de Wood es que el 1470 ya no deber¨ªa considerarse m¨¢s cercano al linaje humano que, por ejemplo, el Australopithecus africanus, de Sur¨¢frica. As¨ª, no es posible distinguir a un miembro del g¨¦nero Homo s¨®lo por su cara.
Por esta raz¨®n, el equipo de Meave Leakey dud¨® antes de asignar a su nuevo f¨®sil al g¨¦nero Homo. Llamar Homo a una criatura de la antig¨¹edad del Kenyanthropus habr¨ªa reavivado el debate sobre la edad del 1470. Pero el equipo tambi¨¦n dud¨® en llamar a su criatura Australopithecus, temiendo que ese g¨¦nero perdiera su sentido por incluir demasiado.
As¨ª que crearon un nuevo g¨¦nero -Kenyanthropus- en el cual sugieren que tambi¨¦n podr¨ªa clasificarse al 1470. Es probable que esta decisi¨®n levante muchas cejas, porque crea un linaje previamente desconocido de criaturas de gran antig¨¹edad que ten¨ªa un rostro humano, pero que no estaba necesariamente m¨¢s relacionado con el linaje humano que cualquier otro miembro del Australopithecus. Lo m¨¢s sensato ser¨ªa dividir el Australopithecus en unidades m¨¢s peque?as y manejables. Pero no parece que haya una forma f¨¢cil de hacerlo.
Mosaico de rasgos
En general, encontrar f¨®siles es algo absolutamente excepcional, y encontrar los de parientes extintos m¨¢s cercanos del hombre lo es todav¨ªa m¨¢s. Probablemente s¨®lo se haya ara?ado la superficie de la diversidad biol¨®gica del pasado, y esta falta de pruebas hace muy dif¨ªcil dibujar un ¨¢rbol geneal¨®gico convincente de la evoluci¨®n humana. En vista de lo cual, es m¨¢s f¨¢cil agrupar las pruebas de restos de hom¨ªnidos de hace entre cuatro y dos millones de a?os en el caj¨®n de sastre Australopithecus, que crear una pl¨¦tora de nombres nuevos que no se traducen f¨¢cilmente en linajes evolutivos significativos. M¨¢s perturbador resulta el hecho de que la naturaleza de las pruebas disponibles -huesos y dientes- podr¨ªan dar m¨¢s informaci¨®n, por ejemplo, sobre las adaptaciones de las criaturas a las que pertenecieron, que sobre sus relaciones evolutivas. Esto desalentar¨ªa toda esperanza de obtener una comprensi¨®n detallada de la ascendencia humana en el futuro cercano. Y lo preocupante es que el nuevo Kenyanthropus indica que esta ¨²ltima hip¨®tesis podr¨ªa ser cierta. Su curioso mosaico de caracter¨ªsticas primitivas y avanzadas probablemente ten¨ªa sentido funcional para una criatura que se ganara la vida en el mundo real. Pero para el estudiante de las relaciones evolutivas, resulta como m¨ªnimo desconcertante. Puede que la comprensi¨®n llegue, dentro de unas d¨¦cadas, si hay suerte y se descubren a¨²n m¨¢s formas f¨®siles, pero los augurios no son buenos. Parece que cuanto m¨¢s se descubre sobre los or¨ªgenes humanos, menos se entiende. Y las t¨¦cnicas de la biolog¨ªa molecular no ser¨¢n de gran ayuda en paleontolog¨ªa si no se recupera el material gen¨¦tico (ADN) de todas estas formas f¨®siles del pasado remoto, algo que parece de lo m¨¢s improbable.
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