Mujeres, clases, centro
En las elecciones municipales francesas, la mitad de las personas elegidas son mujeres. Es consecuencia de los cupos, de las leyes llamadas de paridad, que suponen un progreso considerable con respecto a los anteriores porcentajes. Preferir¨ªa que los elegidos lo fueran por sus capacidades: es posible que el n¨²mero de mujeres fuese mucho mayor al de los hombres. O no: pero ser¨ªa aproximadamente justo (la justicia s¨®lo se consigue por aproximaci¨®n). Nada se opone a que coincidan los m¨¦ritos con la mayor¨ªa femenina, o que reduzcan esa mayor¨ªa. No amo las discriminaciones positivas porque siempre son negativas para otros: pero la realidad es que a¨²n son positivas para los hombres, admitiendo (como es muy posible) que sus carreras, sus designaciones, la decisi¨®n de sus partidos, obedecen todav¨ªa a la regla del macho. Sin contar con los pa¨ªses en los que las mujeres est¨¢n atadas con sus propias ropas.
No s¨¦ c¨®mo resultar¨¢ el asunto de la concejal y el alcalde de Ponferrada. Oir¨¦ a los jueces, aunque suelo ver en sus decisiones una influencia considerable del sexo oculto bajo la toga. O ser¨¢ que soy discriminador. En esto tengo, como los jueces, mis preferencias: no querr¨ªa que las mujeres fuesen jueces ni fiscales, ni militares ni guardias civiles, pero tampoco querr¨ªa que lo fuesen los hombres. Los antidisturbios de Madrid est¨¢n pidiendo el traslado porque se agotan: y es que este gobernador tiene una escuela energumenita y les obliga a pegar sin descanso. Lo hicieron con los mir, hombres y mujeres, y en esto no hay discriminaciones. Alguien se enfada porque dije que ahora las huelgas las hac¨ªan las clases pudientes: ellos no lo son. No tengo duda de que la profesi¨®n m¨¦dica es m¨¢s pudiente que los obreros de Sintel acampados sin cobrar hace 10 meses, y los inmigrantes est¨¢n desnudos. Todo es desigualdad, escalas: clases, que se dec¨ªa antes, y ya se ha borrado del vocabulario, y menos mal que borran las palabras y no le borran a uno.
Aunque sean de cupo, las mujeres francesas podr¨¢n ejercer sus puestos municipales tan mal como los hombres. Y eso que la pol¨ªtica municipal es de las m¨¢s posibles: se vota a quien se conoce en las ciudades peque?as, en los pueblos. En la pol¨ªtica auton¨®mica y nacional se votan listas de partidos, cerradas, sin modificaci¨®n: llenas de desconocidos, de sospechas y de miedo a lo que vayan a hacer, y de si en alguno se alberga la corrupci¨®n. Es fastidioso ver c¨®mo los grandes partidos van perdiendo confianza de la gente, y en las elecciones municipales francesas se advierte.
En Espa?a noto algo grave, y es que hay una tendencia centr¨ªpeta, de descuartizamiento, como en aquellas l¨¢minas de historia donde se ve¨ªa al regicida atado por sus extremidades y la cabeza a cinco caballos que galopaban en direcciones distintas. Cualquiera dir¨¢, aprovechando esta frase, que soy centralista. Lo que soy es igualitarista. Unitarista. Creo que lo es la ¨¦poca. Y me horroriza que se fragmente el reparto entre hombres y mujeres, vascos y madrile?os, viejos y j¨®venes, moros y cristianos.
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