Vecinos distantes
Inmigraci¨®n ilegal, pesca... Las diferencias entre Espa?a y Marruecos sobre diversos asuntos vuelven a poner de relieve cr¨®nicos problemas de vecindad - ?C¨®mo y cu¨¢ndo ser¨¢ posible el entendimiento?
Le voy a ser sincero, cada emigrante marroqu¨ª que cruza el Estrecho es una boca menos que alimentar, es un descontento menos que se queda en casa y, si las cosas le van bien, ser¨¢ dentro de poco una fuente de remesas con la que vivir¨¢n m¨¢s decentemente sus familiares que permanezcan aqu¨ª. ?Entonces, por qu¨¦ quiere que les impidamos salir?'. El que habla as¨ª al anochecer en la penumbra del inmenso sal¨®n de su casa es uno de los hombres m¨¢s poderosos de Marruecos, de los que despachan casi a diario con el rey, de los que inspiran respeto y, a veces, miedo.
Marca ahora una pausa para sopesar el impacto de sus palabras sobre su interlocutor y prosigue. 'Hasta ahora le he hablado de los emigrantes ilegales marroqu¨ªes pero d¨¦jeme que le cuente una pel¨ªcula de terror que se repite a diario en nuestra frontera con Argelia'.
'SE NOTA QUE NO HAY YA EL ENTUSIASMO DE ANTA?O POR ATRAER A LOS ESPA?OLES', AFIRMA UN EMPRESARIO
'Cada noche', prosigue mientras escruta el rostro expectante de los periodistas, 'centenares de negros desarrapados que han subido durante d¨ªas por la carretera transahariana atraviesan la frontera te¨®ricamente cerrada, pero no sellada, de Argelia y penetran en Marruecos. A veces hasta el propio Ej¨¦rcito argelino les acerca al conf¨ªn y les explica por d¨®nde cruzar. '?Por ah¨ª se va a Europa!', les dicen mientras les se?alan nuestra frontera. Cada madrugada, nuestra polic¨ªa y gendarmer¨ªa cazan a unos cuantos y, al caer la noche, los devuelven a Argelia. Horas o d¨ªas despu¨¦s reemprender¨¢n su camino hacia Europa y esa segunda o tercera vez que entren en Marruecos ya no les pillaremos'.
'A esos negros se les ve deambulando por los barrios marginales de T¨¢nger, Tetu¨¢n o incluso Casablanca. Para sobrevivir, para reunir el dinero con el que pagar¨¢n su plaza en la patera intentan trabajar en la construcci¨®n, en tareas de carga y descarga de los puertos pero, con frecuencia, no lo consiguen y acaban delinquiendo. Entonces, lo mejor es que se vayan cuanto antes a Espa?a, a Europa, porque ese camino no tiene vuelta'.
Entonces, ?no cabe esperar que controlen sus costas de donde zarpan las pateras repletas de inmigrantes? ?Van a resolver ustedes su problema a expensas de Espa?a? De nuevo el dignatario marroqu¨ª marca una pausa. Sirve lentamente el t¨¦. 'Apenas tenemos medios para vigilar nuestras fronteras', se lamenta, con 25 patrulleras, para 3.000 kil¨®metros de costa, mientras la Guardia Civil dispone de 44. Frente a los 15.000 emigrantes ilegales detenidos el a?o pasado por el instituto armado en las costas andaluzas, la Marina Real marroqu¨ª s¨®lo apres¨® a 2.039.
?Y si tuvieran medios, si les regalasen patrulleras y entrenasen a sus fuerzas de seguridad? 'Tampoco lo har¨ªamos a menos que... colaboren de verdad con nosotros, nos ayuden a desarrollarnos', contesta el funcionario. Pero ya est¨¢n recibiendo ayuda para el desarrollo, objeta el periodista. '?No! Hay ayuda pero no hay creaci¨®n masiva de puestos de trabajo por las empresas extranjeras. So?amos con ser como M¨¦xico, una regi¨®n repleta de maquiladoras', las plantas de multinacionales instaladas en el norte del pa¨ªs y que exportan su producci¨®n al mercado norteamericano. La renta per c¨¢pita de Espa?a multiplica por 14 a la de Marruecos, una desigualdad muy superior a la de M¨¦xico y EE UU.
Todo esto explica que, junto con la ruptura de la negociaci¨®n pesquera, Espa?a haya cosechado esta semana un segundo fracaso, menos sonado pero de m¨¢s calado, en su relaci¨®n con Marruecos. El convenio sobre regulaci¨®n de flujos migratorios que el delegado para la extranjer¨ªa, Enrique Fern¨¢ndez-Miranda, negoci¨® d¨ªas atr¨¢s en Rabat ser¨¢ exclusivamente laboral. Las vagas menciones que hac¨ªa a la necesidad de ahondar los esfuerzos para luchar contra la inmigraci¨®n ilegal desaparecer¨¢n del texto definitivo que ser¨¢ firmado dentro de unos meses.
La negativa a controlar sus fronteras no es una mera elucubraci¨®n de un personaje muy influyente que s¨®lo acepta hablar con este peri¨®dico si se preserva su anonimato. Es casi una solapada pol¨ªtica de Estado. No en balde, Rabat incumple desde su firma, en 1992, el acuerdo de readmisi¨®n de ilegales -no acepta la devoluci¨®n de subsaharianos ni de argelinos- y los tribunales marroqu¨ªes pronuncian condenas muy leves contra los que salieron clandestinamente del pa¨ªs -en torno a un mes de c¨¢rcel con suspensi¨®n de la pena-. Peor a¨²n, el Ministerio del Interior espa?ol no fue autorizado el a?o pasado a hacer una gran campa?a publicitaria, en televisi¨®n y vallas, para disuadir a los marroqu¨ªes, con im¨¢genes de naufragios en el Estrecho, de que arriesgasen su vida atraves¨¢ndolo.
Con estos antecedentes, la sugerencia formulada en septiembre por el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqu¨¦, de que Marruecos aceptase en su suelo una cooperaci¨®n policial espa?ola, contra las mafias de la emigraci¨®n y de la droga, similar a la que se ha puesto en pie con Francia para luchar contra ETA, 'es un brindis al sol', reconoce un diplom¨¢tico espa?ol acreditado en Rabat.
'Yo y otros muchos tambi¨¦n compartimos esa ben¨¦volencia de las autoridades con el fen¨®meno migratorio', declara Abdelkrim Belguenduz, catedr¨¢tico de econom¨ªa de la Universidad de Rabat-Agdal. 'Este es un pa¨ªs rematadamente pobre que no tiene motivos para hacer, a una Europa rematadamente rica, el favor de convertirse en su fuerza auxiliar'. 'La seguridad tiene un precio que se llama transferencia de riqueza, reducci¨®n de la deuda externa, etc¨¦tera. ?Est¨¢n ustedes dispuestos a pagarlo?'.
'Me temo que no', contesta un joven profesor sentado al lado del catedr¨¢tico y que prefiere no ser citado por su nombre. '?Sabe usted que de los 3.475 millones de euros (578.200 millones de pesetas) presupuestados por la UE para la ribera sur del Mediterr¨¢neo para el ¨²ltimo lustro de los noventa s¨®lo se ha desembolsado la cuarta parte'. '?Su pol¨ªtica mediterr¨¢nea es cicatera!'.
'La lucha contra la inmigraci¨®n clandestina', insist¨ªa en diciembre ante la C¨¢mara de los Consejeros (Senado marroqu¨ª) el ministro del Interior, Ahmed Midaui, 'no debe hacerse con un enfoque de seguridad, sino a trav¨¦s del desarrollo econ¨®mico y social y la colocaci¨®n al nivel adecuado de la econom¨ªa de Marruecos'.
'La seguridad no se da gratis', reconoce Manuel Mar¨ªn, que en sus tiempos de comisario europeo tuvo a su cargo la orilla sur del Mediterr¨¢neo. 'Para conseguirla no hay que trasladar recursos en t¨¦rminos estructurales sino en t¨¦rminos de riqueza. Sin llegar a poner una pistola en el pecho a los industriales espa?oles, hay que incentivarles para que monten del otro lado del Estrecho muchas m¨¢s f¨¢bricas textiles, de zapatos, etc¨¦tera, generadoras de numerosos puestos de trabajo'. Si los empresarios espa?oles no lo est¨¢n haciendo por ahora no es, sin embargo, del todo culpa suya.
A mediados de los a?os ochenta, los diplom¨¢ticos espa?oles que estaban al frente de la direcci¨®n de ?frica en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Jorge Dezcallar y Miguel ?ngel Moratinos, idearon una estrategia para acabar con las tensiones epis¨®dicas con Marruecos. Hab¨ªa que crear una comunidad de intereses muy tupida hasta lograr que Rabat se lo pensase dos veces antes de desairar a Espa?a porque, si lo hiciese, tirar¨ªa piedras contra su propio tejado.
El colof¨®n de esa pol¨ªtica fue la firma en Rabat con gran boato, hace ahora 10 a?os, del tratado de amistad y cooperaci¨®n, precedido y desarrollado a posteriori por un mont¨®n de otros acuerdos, la apertura de nuevas l¨ªneas de cr¨¦dito, y un sinf¨ªn de visitas oficiales. Las autoridades allanaban as¨ª el camino a las empresas privadas que con sus inversiones ayudar¨ªan a levantar el pa¨ªs. Una d¨¦cada despu¨¦s esas buenas intenciones apenas han dado resultados.
?Qu¨¦ ha pasado? 'Cuando llega a muchos lugares del mundo el inversor extranjero es recibido con una alfombra roja, se le dan facilidades', contesta Jos¨¦ Miguel Zaldo, presidente del comit¨¦ empresarial hispano-marroqu¨ª. 'En Marruecos esto no sucede. Parece que la inversi¨®n no interesa. Ponen pegas e inconvenientes. El pa¨ªs est¨¢ mal dirigido. Se equivocan radicalmente. No se dan cuenta de que a medio y largo plazo los m¨¢s perjudicados son ellos', a?ade desolado este hombre de negocios vasco que deslocaliz¨® en Settat parte de su producci¨®n textil.
Gregorio Ruiz, el hombre de negocios madrile?o que hace dos semanas obtuvo en T¨¢nger la concesi¨®n del transporte urbano en la ciudad del Estrecho, no sabe hasta qu¨¦ punto es un hombre afortunado. Las palabras de Moulay el Mehdi al Alaui, el wali (gobernador), alabando, durante la ceremonia de la firma, las virtudes del contrato y resaltando el deseo de Marruecos de estrechar lazos con Espa?a son una m¨²sica celestial que se escucha poco en el reino alau¨ª.
'La licitaci¨®n ser¨¢ dada en cualquier caso a una empresa francesa y nunca a una espa?ola'. La frase, pronunciada en p¨²blico el a?o pasado por Yamahi Isma?l, el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Yacub el Mansur, un suburbio de Rabat, est¨¢ ahora mucho m¨¢s de moda en Marruecos que los elogios del wali de T¨¢nger. Isma?l retir¨®, sin m¨¢s explicaci¨®n, el pliego que la empresa espa?ola Tecmed hab¨ªa entregado para presentarse al concurso para la recogida y tratamiento de basuras del municipio. Tecmed recurri¨® ante el Ministerio del Interior.
En la larga lista de las compa?¨ªas agraviadas figura tambi¨¦n Uni¨®n Fenosa, que aspiraba a gestionar el agua y la electricidad de T¨¢nger y Tetu¨¢n. Jos¨¦ Mar¨ªa Urrutia, del banco de negocios Fincorp, que introdujo el pliego por cuenta de la empresa el¨¦ctrica, no acaba de entender por qu¨¦ una 'oferta extremadamente interesante', seg¨²n ¨¦l, fue descartada con el pretexto de que 'el expediente estaba incompleto'. Uni¨®n Fenosa sigue todav¨ªa a la espera de recibir una notificaci¨®n o una explicaci¨®n sobre su exclusi¨®n de un concurso que gan¨® la francesa Vivendi.
El peor rev¨¦s lo sufri¨®, sin embargo, la constructora FCC, que deber¨¢ abonar la mayor multa de la historia de Marruecos: 2.007 millones de pesetas. A principios de mes fue condenada por el tribunal administrativo de Agadir ante el que hab¨ªa pedido amparo tras la decisi¨®n del Ministerio de Obras P¨²blicas de parar la obra de ampliaci¨®n del puerto, de confiscar los materiales y de rescindir el contrato. '?Es una barbaridad!', exclama Zaldo. 'Con decisiones como ¨¦sta, est¨¢n ahuyentando a las constructoras'.
'No s¨®lo a las constructoras', matiza Aldo Olcese, que desde Fincorp ha introducido en Marruecos a una docena de empresas. 'Apreciamos un ambiente enrarecido con relaci¨®n a la inversi¨®n'. 'La Administraci¨®n marroqu¨ª ha sido siempre pesada pero ahora efect¨²a los tr¨¢mites con m¨¢s lentitud todav¨ªa'. 'Adem¨¢s, se nota que no hay ya el entusiasmo de antes por atraer a los espa?oles'. Ese antes era cuando Telef¨®nica obtuvo en 1999 la segunda licencia de m¨®viles. 'No se dejen guiar por los rumores que propagan algunos peri¨®dicos', replic¨® el primer ministro, Abderram¨¢n Yussufi, en una reuni¨®n con la Asociaci¨®n de Periodistas Europeos: 'Las inversiones espa?olas son m¨¢s que nunca bienvenidas'.
'Marruecos, por su cercan¨ªa con Espa?a, por el acuerdo de asociaci¨®n que tiene con la Uni¨®n Europea, ser¨ªa un pa¨ªs ideal para maquiladoras al estilo mexicano', recalca Mar¨ªn. 'Si no lo es todav¨ªa es porque no ha hecho los deberes, porque tiene pendiente una profunda reforma econ¨®mica, porque debe ofrecer al inversor transparencia y seguridad jur¨ªdica y porque... por razones religiosas y culturales no acaba de inspirar confianza a los europeos. Y digo yo, si el obrero marroqu¨ª trabaja como el que m¨¢s en la f¨¢brica de coches de Renault en Vilvoorde (B¨¦lgica), ?por que no va a hacerlo en su propio pa¨ªs?'.
Los espa?oles no han ido a Vilvoorde como Mar¨ªn. Por eso el ¨²ltimo sondeo del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas se?ala que los que prefieren otorgar la residencia en Espa?a a un iberoamericano antes que a un magreb¨ª son tres veces m¨¢s numerosos. 'Por eso', se queja el periodista marroqu¨ª Al¨ª Lmrabet, 'porque a causa de nuestra religi¨®n se nos considera menos integrables. Fern¨¢ndez-Miranda quiere otorgar el mismo trato migratorio a Marruecos que a Ecuador, un pa¨ªs lejano y con una poblaci¨®n el tercio de la nuestra'. 'No es justo ponernos en pie de igualdad'.
Por todas las razones que invoca el ex comisario Mar¨ªn, las inversiones espa?olas en Marruecos son escasas. Detr¨¢s de los titulares de prensa sobre las 800 empresas espa?olas que se han instalado al sur del Estrecho hay una realidad m¨¢s modesta. Mientras el comercio de Espa?a con Marruecos super¨® el a?o pasado al de Brasil o Argentina, la inversi¨®n s¨®lo ascendi¨®, durante los nueve primeros meses de 2000, a 5.111 millones, el 0,07% del total. En 1999, a?o r¨¦cord, alcanz¨® el 0,3% de los flujos de capital espa?ol que salieron al extranjero.
'?Estas cifras son rid¨ªculas!', se lamenta el empresario Zaldo. 'Representan una migaja de lo que se dedic¨® a Latinoam¨¦rica'. '?Y eso que somos el segundo inversor en Marruecos, despu¨¦s de Francia!'.
Si los espa?oles, y los europeos en general, invierten poco, los marroqu¨ªes tampoco apuestan por su patria. 'En 10 a?os hay dos millones m¨¢s de pobres', titulaba el diario L'Economiste refiri¨¦ndose al ¨²ltimo informe de la direcci¨®n de estad¨ªstica publicado en diciembre. A pesar de los escaparates lujosos de algunas tiendas del Agdal, un barrio de Rabat, o de la profusi¨®n de m¨®viles, el pa¨ªs no sale de la pobreza. A principios de la d¨¦cada de los noventa, el 13,1% de los marroqu¨ªes viv¨ªa en la miseria m¨¢s absoluta, con unos ingresos diarios de 294 pesetas, y a finales de la d¨¦cada eran ya el 19% de los 31 millones. Y no s¨®lo los m¨¢s pobres quieren emigrar.
'Ustedes, los espa?oles, creen que s¨ª tienen medios para blindar el Estrecho, pero todos los artilugios electr¨®nicos ser¨¢n insuficientes. Siempre se les seguir¨¢ colando gente', advierte el poderoso cortesano que prefiere el anonimato. La colonia marroqu¨ª, que asciende en Espa?a a 194.000 personas, crecer¨¢ a un ritmo alto.
La marejada econ¨®mica suele estar precedida por turbulencias pol¨ªticas. Pese a la visita a Espa?a, en septiembre, de Mohamed VI, la relaci¨®n Madrid-Rabat no discurre con serenidad. 'Sigue siendo fr¨¢gil, confusa y est¨¢ cargada de equ¨ªvocos', afirma Atar Bugaled, un diputado socialista que no oculta lo dif¨ªcil que les resulta a los hispan¨®filos apostar por el acercamiento a Espa?a en un pa¨ªs cuya Administraci¨®n quiere parecerse a Francia.
La ¨²ltima gran algarada hispano-marroqu¨ª tiene un nombre: Leire Paj¨ªn, la m¨¢s j¨®ven diputada del PSOE a la que algunas publicaciones de Casablanca consideran la instigadora del intergrupo parlamentario Paz para el Pueblo Saharaui, en el que participan todos los partidos pol¨ªticos espa?oles excepto el PP. Su creaci¨®n, a principios de mes, propici¨® un enfurecido editorial del diario Al Alam, el ¨®rgano del Istiqlal, un partido representado en el Gobierno de Yussufi.
'Marruecos debe prepararse a acoger a los separatistas vascos y allanarles el camino para que golpeen al Estado espa?ol', rezaba el texto. Al Alam propon¨ªa replicar as¨ª al supuesto apoyo que brinda Espa?a a las actividades en su territorio de los 'mercenarios del Polisario'. El ministro Piqu¨¦ puso el grito en el cielo e inmediatamente el primer ministro marroqu¨ª se desmarc¨® totalmente del texto. 'Nosotros', comenta el parlamentario socialista Bugaled, 'comprendemos el consenso espa?ol frente al terrorismo, pero vemos con extra?eza que las fuerzas pol¨ªticas, sindicales y la sociedad civil espa?ola hagan pi?a contra la soberan¨ªa marroqu¨ª en el S¨¢hara', del que Espa?a se retir¨® hace 25 a?os.
Tres meses antes, el Gobierno espa?ol ni siquiera hab¨ªa amonestado a su subdelegado en Cadiz, Miguel Osuna, por una declaraci¨®n en la que comparaba a Marruecos con ETA por haber apresado a tres pesqueros en aguas del Estrecho. 'Al igual que los terroristas quieren hacerse notar cada vez que hay un acontecimiento hist¨®rico para la sociedad espa?ola, las patrulleras marroqu¨ªes act¨²an m¨¢s cuando se est¨¢ negociando' la pesca, asever¨®. Poco despu¨¦s pidi¨® disculpas.
La r¨¢pida reacci¨®n de Yussufi, marcando distancias con el rotativo de un partido aliado, y el silencio oficial espa?ol ante el insulto de Osuna, provoc¨® m¨¢s de un comentario ir¨®nico. 'La conmoci¨®n se adue?¨® de Madrid y toda la clase pol¨ªtica de Rabat se puso a dar explicaciones, casi a disculparse', escrib¨ªa el semanario La Gazette du Maroc.
Incluso un personaje tan admirador de la Espa?a democr¨¢tica como Abraham Serfaty, el m¨¢s c¨¦lebre de los opositores a Hassan II, considera que a veces Madrid hace gala de una 'arrogancia neocolonial'. '?Qu¨¦ necesidad ten¨ªa Espa?a de fijar unilateralmente, sin comunicarlo a Marruecos, la zona econ¨®mica exclusiva de las islas Canarias?', se pregunta indignado. 'Ante estas actuaciones, los marroqu¨ªes solemos, desgraciadamente, postrarnos sin rechistar'.
La delimitaci¨®n de las fronteras mar¨ªtimas del archipi¨¦lago dio, sin embargo, lugar a un intercambio de explicaciones de las que hizo eco la prensa. Otros muchos peque?os altercados tensan la relaci¨®n sin apenas trascender. Ahora, por ejemplo, la Direcci¨®n General de la Marina Mercante espa?ola investiga la legalidad de una piscifactor¨ªa marroqu¨ª instalada en las inmediaciones de las islas Chafarinas, probablemente en aguas espa?olas.
Evitar el contagio
En su despacho del Ministerio de Exteriores, uno de los diplom¨¢ticos que siguen de cerca el Magreb insiste en que el fiasco de la pesca 'debe ser encapsulado para evitar que contamine toda la relaci¨®n'. 'Es un tema socialmente doloroso pero econ¨®micamente poco relevante', afirma.
El empresario Aldo Olcese ve, en cambio, dif¨ªcil que la ruptura pesquera 'no abra una fractura' que provoque una din¨¢mica peligrosa. 'De una forma o de otra, los europeos van a querer pasar factura a Rabat a menos que... Me resisto a perder la esperanza de que una concesi¨®n marroqu¨ª de ¨²ltima hora permita llegar a un arreglo decente'.
A diferencia de su padre, Hassan II, que siempre forz¨® un acuerdo de pesca con el ¨²nico club de pa¨ªses pr¨®speros al que Marruecos puede aproximarse, Mohamed VI se ha limitado, tras su paso por Madrid en septiembre, a impulsar la negociaci¨®n pero ha dejado a su Gobierno conducirla hasta el final, hasta el fracaso.
?Y ahora, tras este rev¨¦s, que hay que hacer para reconducir la relaci¨®n? A la pregunta, unos contestan haciendo hincapi¨¦ en propiciar el di¨¢logo entre las sociedades civiles a trav¨¦s del Comit¨¦ Averroes, paralizado desde 1998, otros ponen el ¨¦nfasis en la necesidad de deslocalizar industrias que emplean abundante mano de obra.
En su despacho de una multinacional que lleva mucho tiempo trabajando en Marruecos, el director escandinavo, que ha vivido largos a?os en Madrid y en Casablanca, propone bromeando otra soluci¨®n: 'Rezar para que Espa?a se aleje de ?frica y que les pateras no lleguen a sus costas'.
Escaso apoyo a la transici¨®n
La sociedad civil espa?ola s¨®lo tiene ojos para el S¨¢hara'. Al¨ª Lmrabet, el director del semanario Demain, prohibido en diciembre pero autorizado en enero a publicarse bajo otro nombre, se lamenta del escaso apoyo que partidos pol¨ªticos y ONG espa?olas muestran hacia los dem¨®cratas marroqu¨ªes mientras se vuelcan en ayudar a los seguidores del Polisario. 'Para los dem¨®cratas marroqu¨ªes y m¨¢s a¨²n para los rife?os colonizados por Espa?a -y yo del Rif-, la transici¨®n espa?ola es un modelo inexportable tal cual pero del que nos podemos inspirar'. No en balde una de las razones del cierre de otra revista, Le Journal, fue la publicaci¨®n de un editorial en el que se suger¨ªa que Mohamed VI siguiese los pasos del Rey de Espa?a. 'Recuerdo que cuando en los ochenta arrancaron las transiciones en Am¨¦rica Latina', prosigue Lmrabet, 'los pol¨ªticos espa?oles peregrinaban por aquel continente dando conferencias y organizando seminarios para explicar su transici¨®n'. 'A Marruecos vienen poco y ni siquiera lo hacen con ese prop¨®sito'. Para todos los directores de las publicaciones clausuradas en diciembre, lo m¨¢s doloroso fue el silencio del PSOE pese a que le hab¨ªan pedido que condenase el cierre ordenado por el primer ministro socialista, Yussufi. Mientras Fran?ois Hollande, el primer secretario de los socialistas franceses, el partido que gobierna Francia, reprobaba con contundencia la prohibici¨®n, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero permanec¨ªa callado.
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