Un paso capital, pero no el ¨²nico necesario
Ya est¨¢ en la c¨¢rcel Slobodan Milosevic, lo que confirma su ¨²ltima mentira hasta el momento. Hab¨ªa dicho que no ingresar¨ªa vivo en prisi¨®n. Los hechos lo desmienten. Eso no excluye que su cuadro psicop¨¢tico demande una especial vigilancia en los pr¨®ximos d¨ªas. Los antecedentes familiares de los suicidios de padre, madre y un t¨ªo y, seg¨²n testigos, su terrible desequilibrio durante la ¨²ltima jornada lo aconsejan. Pero al margen de que Milosevic quiera sustraerse a la acci¨®n de la justicia con una nueva huida hacia adelante y esta vez hacia su propia muerte y no hacia la de los dem¨¢s como ha sido habitual en una d¨¦cada, las autoridades de Belgrado tienen a¨²n un largo recorrido pendiente para emprender la regeneraci¨®n de una sociedad sumida en tantas miserias por obra y gracia del nuevo preso de la prisi¨®n central de Belgrado.
La chapuza de la operaci¨®n policial para la detenci¨®n de Milosevic el viernes no ha tenido finalmente un desenlace tr¨¢gico como en alg¨²n momento parec¨ªa incluso probable. Milosevic est¨¢ en la c¨¢rcel, y eso es en este momento lo que importa. Pero estas 36 horas de angustia, de las que a¨²n no sabemos todo lo acaecido, demuestran algo que muchos vienen diciendo hace tiempo y que algunos, como el presidente yugoslavo, Vojislav Kostunica, no acaban de entender: la nueva autoridad en Belgrado tiene una inmensa suerte de que Milosevic sea reclamado por un tribunal internacional -que no extranjero- y que cuanto antes lo entreguen al mismo, antes se liberar¨¢n de las amenazas desestabilizadoras que su presencia genera en Serbia. Son demasiados los c¨®mplices de Milosevic en su larga d¨¦cada de reinado criminal en la regi¨®n como para esperar que todos se mantengan limpiamente al margen de un proceso penal contra ¨¦l en su pa¨ªs. Los h¨¢bitos son traicioneros y aunque todos saben que est¨¢ acabado, en la crisis de este fin de semana son evidentes las dudas que han albergado en alg¨²n momento algunos mandos, policiales y militares, sobre su posici¨®n respecto a Milosevic y el nuevo poder democr¨¢tico. La detenci¨®n de Milosevic rompe un tab¨² y debiera ser el comienzo de la aut¨¦ntica catarsis en el pueblo serbio despu¨¦s de lo sucedido. No deber¨ªa ser un problema para nadie que se le juzgue r¨¢pidamente en Belgrado por la expoliaci¨®n sistem¨¢tica del pueblo serbio practicada por el s¨¢trapa y su banda. Como la mayor¨ªa de los dictadores, Slobo es, adem¨¢s, un ladr¨®n, y conviene que todos los serbios lo sepan. Y ha estado rodeado de muchos otros ladrones que tambi¨¦n deben ser expuestos y enjuiciados por la justicia serbia.
Pero tambi¨¦n debe quedar muy claro que lo que exige la comunidad internacional para normalizar sus relaciones con Belgrado es que Milosevic sea juzgado por cr¨ªmenes de guerra y, muy probablemente, genocidio. Las infracciones de tr¨¢fico de un asesino en serie son siempre materia judicial colateral. Por eso es imprescindible que el Gobierno serbio, que habr¨¢ de tomar la decisi¨®n, deje perfectamente claro que, si no en los pr¨®ximos d¨ªas o semanas, en un plazo razonablemente corto, de pocos meses, el sospechoso estar¨¢ en su celda de La Haya. Si no fuera as¨ª, surgir¨ªa de inmediato la sospecha de la componenda, ya nutrida por el misterioso viaje de ida y vuelta que hizo Milosevic en la noche del viernes al s¨¢bado a la fiscal¨ªa. El gesto de la madrugada del domingo es muy importante. Pero han de seguirle otros muchos. La entrega de Milosevic es uno. La detenci¨®n de Radovan Karadzic y Ratko Mladic, los otros dos 'carniceritos de los Balcanes' es otro. Es dif¨ªcilmente aceptable que Kostunica quiera ayuda occidental mientras Mladic, responsable en todo caso de m¨¢s de ocho mil muertos en Srebrenica, toma el caf¨¦ en la calle Terazije de Belgrado despu¨¦s de ver un partido del Estrella Roja. De ah¨ª que el magn¨ªfico acontecimiento de la madrugada de ayer deba ser confirmado en su importancia por una serie de medidas ineludibles para Belgrado. Esperemos que no tarden tanto en producirse como ¨¦sta que tanto nos alegra hoy.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.