El fracaso
No hay ning¨²n individuo que no haya sentido alguna vez la fiera escocedura del fracaso. Desde el principio de los tiempos, el verbo fracasar ha debido de ser uno de los m¨¢s conjugados del planeta, porque la vida real siempre es m¨¢s peque?a que nuestros sue?os. Pero se dir¨ªa que la cosa ha empeorado, porque ahora todo el mundo parece obsesionado con el hecho de triunfar o fracasar, de rozar la gloria o ser un pringado. ?Y en qu¨¦ consiste el triunfo? Pues en algo totalmente vac¨ªo: en que te vean. El ¨¦xito ha sido sustituido por la fama, que no es m¨¢s que un atributo de la mirada de los mirones, una arbitraria explosi¨®n de pura nada.
El ser humano siempre ha vivido de cara a los ojos de los dem¨¢s: es la mirada de los otros lo que nos hace ser quienes somos. Pero antes esas miradas eran reales, vecinales, m¨¢s o menos perseverantes. Uno pod¨ªa nacer, crecer y morir en el mismo entorno, ante los ojos de la misma gente; y, aunque te trasladaras o emigraras, un individuo tan s¨®lo se somet¨ªa, a lo largo de su vida, a la mirada sustancial de unas cuantas decenas de personas. La sociedad medi¨¢tica ha convertido esa mirada cotidiana en un ojo virtual e infinito. Ahora, para ser, no basta con que te vea tu vecino: ahora te tiene que ver todo el planeta. Leo que, para la segunda etapa del Gran Hermano, se presentaron 100.000 aspirantes: 100.000 personas dispuestas a encerrarse durante meses en esa casa apestosa para conquistar su minuto de existencia, su instante de gloria. Aunque resulta que el Gran Hermano ya es un fracaso, o eso dicen los medios. Hoy se gana y se pierde vertiginosamente, en un fren¨¦tico correr de la nada a la nada.
Vivimos para ser observados por el ojo p¨²blico, y es ese ojo turulato, banal y venal, quien distribuye los fugaces favores de la fama. Pero, por debajo de todo este tumulto, a¨²n queda la vida. La vida quieta, oculta, la de cada d¨ªa, con sus deseos acuciantes y sus frustraciones, con momentos de logro y penas lentas. Y en esa vida real conviene tener en cuenta una tranquilizadora certidumbre: nadie fracasa en todo, de la misma manera que nadie triunfa en todo. Siempre quedar¨¢ algo verdadero a lo que agarrarse, mientras por all¨¢ arriba contin¨²a el ruido y la furia de la fama idiota.
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