Flores marineras
La luz, ¨²nica en el mundo, de C¨¢diz. El cielo despejado, de ese color azul que se refleja en la pac¨ªfica Bah¨ªa o en el menos manso Oc¨¦ano Atl¨¢ntico y la temperatura invitan a pasear a naturales y forasteros por esta antiqu¨ªsima ciudad, se dice que la m¨¢s vieja de Occidente, disfrutando de la caminata obligatoriamente breve, dado el tama?o de la isla unida a la otra de San Fernando por una estrecha lengua de arena.
Si se parte desde las Puertas de Tierra, en el siglo XVI Puerta del Muro y que ahora reciben ese nombre tras ser fortalecida merced al asalto a la ciudad por el conde de Essex y otros avatares, consecuencia de la codicia que siempre despert¨® la Tacita de Plata: m¨¢s ataques ingleses, asedio franc¨¦s durante la Guerra de Independencia que, entre otras cosas, provoc¨® que aqu¨ª, en la ciudad, se proclamara La Pepa, primera Constituci¨®n democr¨¢tica espa?ola.
No diga a los gaditanos que le lleven a un sitio con este nombre; pregunte por la plaza de las Flores y le entender¨¢n
Como el comienzo del paseo ha sido descansado y a¨²n es temprano, se puede seguir andando por el Paseo de Canalejas, parecido a un jard¨ªn. En ¨¦l se encuentran palmas, yucas, ficus y otro tipo de ¨¢rboles.
Si gusta, si¨¦ntese en alg¨²n banco y observe el ajetreo del muelle, hable con su vecino de asiento o, simplemente, qu¨¦dese un rato mirando al celeste, en el Limbo.
?Se escogi¨® la opci¨®n de continuar la ruta?, pues tuerza a la izquierda y por la calle Rubio y D¨ªez, estrecha y umbr¨ªa como casi todas las que encontrar¨¢ al adentrarse en el casco antiguo de la ciudad marinera, guiar¨¢ los pasos hasta la Plaza de San Agust¨ªn y su iglesia-convento, cuya fachada neocl¨¢sica se atribuye a Juan Gonz¨¢lez Herrera. Pase al interior para ver el retablo mayor de Albizu con im¨¢genes de Alonso Mart¨ªnez.
En los cruceros, un Cristo de Pimentel, encargado por la Cofrad¨ªa de los Vizca¨ªnos en 1638 y, al otro lado, la Virgen del Mayor Dolor, que sale en Semana Santa con el Cristo de la Buena Muerte, tallado por Alonso Mart¨ªnez, siendo considerado como el mejor de la imaginer¨ªa andaluza del XVII, seg¨²n ?ngel Pozo.
Antes de salir a la calle no est¨¢ de m¨¢s detenerse un momento ante la imagen de Santa Rita de Cassia, a lo mejor hace algo por alg¨²n imposible.
Adelante, en pocos pasos, tendr¨¢ a su derecha el Convento de piedra ostionera de la monjas de la Concepci¨®n, donde hay un hermoso retablo, con la peculiar caracter¨ªstica de estar hecho, como un rompecabezas, aprovechando trozos de otros.
Hay obras de Giscardi: San Joaqu¨ªn, Santa Ana, San Francisco de As¨ªs y Santa B¨¢rbara y una Piedad del siglo XVII tallada por Pedro del Pozo, una Sagrada Familia hecho por La Roldana y un Ecce-Homo atribuido a Pedro de Mena.
Puede quedarse para o¨ªr cantar a la monjas o si no, seguir hasta la Plaza de Palillero, ahora ocupada por los tinglados de los palcos para la Semana Santa.
Enfile la comercial y antigua calle de Columela y ya est¨¢ en su destino: la Plaza Topete.
No diga a los gaditanos que le lleven a un sitio con este nombre; pregunte por la plaza de las Flores y le entender¨¢n del mismo modo que cualquiera que se asome al lugar: claveles, rosas, nardos; toda la gama de colores, olor y formas que se pueden encontrar en el mundo ornamental, sin lujos pero hermoso y atrayente, se acumulan en los ocho puestos, antes fueron diez, que funcionan como negocio popular desde hace tantos a?os.
El recinto es triangular, con pocos bancos de piedra, un par de farolas grandes con globos que antes fueron de cristal y ahora lo simulan. Tiene una peque?a fuente central sin agua, usada por m¨¢s de un viandante como asiento: desde el ejecutivo de tel¨¦fono m¨®vil, al jubilado o a la pareja que viene para hacer lo que hacen los enamorados.
A la derecha se encuentra el antiguo edificio de Correos y Tel¨¦grafos, construido con ladrillo rojo. Ahora est¨¢ en restauraci¨®n y seguramente quien se fije en ¨¦l para admirar los mosaicos o el torre¨®n, tambi¨¦n ver¨¢ dos cosas que no encajan: un reloj parado a las seis y veinticinco y el escudo nada constitucional con su ¨¢guila mirando, como no, a la derecha: la gallina.
Al frente, casas de corte neocl¨¢sico, parcialmente abandonadas pero que a¨²n conservan el estilo y color que tanto recuerdan a La Habana y una construcci¨®n, ahora bar, de piedra que todav¨ªa exhibe las siglas de una congregaci¨®n. Pero lo verdaderamente digno de ver son los quioscos, pararse ante ellos y sucumbir a su encanto. Tienen nombres: Lilas, Asunci¨®n, Luisa. Det¨¦ngase en el de Asunci¨®n donde est¨¢ la due?a del mismo nombre haciendo punto. Ella es gaditana de adopci¨®n. 'Nac¨ª en un pueblo de Zamora, pero me cas¨¦ con uno de aqu¨ª, heredero de este puesto, que hace 150 a?os ya estaba en Palillero. Aqu¨ª llevo 35 a?os, tan a gusto'.
Hablar¨¢ de Pilar La Cabilla, personaje popular que pide flores, las cambia por comida, reparte esto ¨²ltimo y se dedica al trueque de cualquier clase. Es amiga de Eleuterio S¨¢nchez El Lute, hasta sale en su libro.
Tiene Asunci¨®n por cliente a Jes¨²s Quintero, tuvo al difunto escritor Fernando Qui?ones. 'Ahora viene por aqu¨ª Ania, la del Gran Hermano'.
Junto a su puesto, el de Nuestra Se?ora del Carmen, de Luisa, que est¨¢ aqu¨ª desde ni?a, cuando su padre vend¨ªa de todo. 'A los cuatro a?os yo vigilaba el quiosco, eran otros tiempos'.
Le contar¨¢ que cuando hay encargos grandes los ejecutan entre todos y se reparten las ganancias. Solidaridad profesional. Asimismo recuerda, p¨ªcara, c¨®mo una vez encargaron cuatro coronas encontr¨¢ndose, al entregarlas, a la muerta fregando las mismas escaleras por las que bajaron rodando las coronas.
Ahora puede sentarse en la cafeter¨ªa m¨¢s antigua de C¨¢diz: Andaluc¨ªa, pasar al bar de enfrente: La Marina, donde ser¨¢ atendido por el director de la premiada comparsa juvenil Francisco Palacio. At¨²n encebollado, urta, tortilla, se comen con gusto.
Saltando cincuenta a?os o m¨¢s atr¨¢s, no deje de pasar, a la espalda del mercado, por la taberna que tiene la barra m¨¢s baja de la pen¨ªnsula: La Victoria. Bu?uel no la habr¨ªa desperdiciado.
V¨¢yase tranquilo, sin olvidar el saludo que se puede expresar en tartesio, fenicio, griego, lat¨ªn o, sencillamente, como le apetezca.
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