La ejecuci¨®n del autor del atentado de Oklahoma se emitir¨¢ por circuito cerrado
El FBI toma medidas especiales para evitar la filmaci¨®n privada de la muerte de McVeigh
Ashcroft, eso s¨ª, advirti¨® de que el FBI tomar¨¢ medidas para que la retransmisi¨®n televisiva de la ejecuci¨®n no sea difundida en directo de modo pirata o grabada por otros. Pero, dada la pasi¨®n de EE UU por los documentos morbosos, cabe imaginar que el v¨ªdeo de la muerte de McVeigh saldr¨¢ alg¨²n d¨ªa a la luz para convertirse en un superventas. Ashcroft prometi¨® que la retransmisi¨®n se har¨¢ con 'el ¨²ltimo grito de la tecnolog¨ªa de videoconferencia'.
Unos 250 supervivientes y familiares de v¨ªctimas de Oklahoma hab¨ªan expresado su deseo de asistir en persona a la ejecuci¨®n de McVeigh, prevista para el 16 de mayo en la prisi¨®n de Indiana. Adem¨¢s, 1.400 periodistas se han acreditado para cubrir la ejecuci¨®n, que ser¨¢ la primera practicada por las autoridades federales desde 1963. El problema es que en la sala s¨®lo caben 30 testigos, de ellos 6 escogidos por el condenado, y 10 periodistas. La retransmisi¨®n por circuito cerrado puede resolver esa diferencia.
Ashcroft se?al¨® que la contemplaci¨®n de la ejecuci¨®n de McVeigh puede ayudar a los supervivientes y a los familiares de las v¨ªctimas de Oklahoma a 'cerrar este cap¨ªtulo de sus vidas'. Por chocante que pueda resultar en Europa, el sentimiento de venganza es una de las razones del apoyo popular en EE UU a la pena capital. Y el de McVeigh no es un caso com¨²n. Este ultraderechista, que ahora tiene 32 a?os, es el autor material del mayor atentado terrorista cometido en suelo estadounidense, que el 19 de abril de 1995 destruy¨® con explosivos el edificio federal de oficinas Alfred P. Murrah, en Oklahoma City. Murieron 168 personas, entre ellas 19 ni?os.
McVeigh, que no quiere aplazar su ejecuci¨®n, ha dado su consentimiento a la retransmisi¨®n en circuito cerrado. A¨²n m¨¢s, hab¨ªa pedido que su muerte fuera difundida en directo por todas las cadenas de televisi¨®n. En una carta escrita al Daily Oklahoma, el terrorista expres¨® que, 'para cumplir el principio legal de igualdad de acceso a la informaci¨®n', el Gobierno 'deber¨ªa realizar una verdadera ejecuci¨®n p¨²blica, autorizar una retransmisi¨®n nacional'.
'Comprendo lo que sienten en Oklahoma City, pero no tengo la menor simpat¨ªa por ellos', dice McVeigh en American Terrorist, un libro sobre el atentado escrito por dos periodistas estadounidenses. En las 75 horas de conversaci¨®n de los escritores con McVeigh, ¨¦ste no expresa el menor remordimiento por su acci¨®n, cometida en represalia por el asalto a sangre y fuego de fuerzas del FBI al rancho de los davidianos, una secta de iluminados, en Waco (Tejas). Tanto los davidianos como McVeigh se insertan en esa constelaci¨®n de grupos y milicias que denuncian que el Gobierno federal ha arrebatado las libertades de los individuos y las comunidades locales.
Ashcroft, un ultraconservador cuyo nombramiento por Bush despert¨® una gran pol¨¦mica, tambi¨¦n decidi¨® concederle a McVeigh 15 minutos de conversaci¨®n telef¨®nica diaria con la prensa desde ahora hasta el d¨ªa de su ejecuci¨®n. La medida est¨¢ lejos de satisfacer la sed de cientos de medios estadounidenses e internacionales. Pero Ashcroft justific¨® sus limitaciones: 'Quiero restringir el acceso al podio p¨²blico de un asesino en masa, alguien que tiene en sus manos la sangre de 168 v¨ªctimas inocentes. Por favor, no dejemos que inyecte m¨¢s veneno'.
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