Humilde dignidad
Se manifiestan los trabajadores frente a la base naval de Rota, casa de Estados Unidos y arquitectura andaluza, cal y tejas y torre con aire de campanario: llevan los trabajadores dos a?os tratando de negociar con el patr¨®n, Estados Unidos, un convenio, porque cada vez ganan menos. Es dif¨ªcil hablar con alguien tan poderoso como los americanos, hasta los chinos lo saben a prop¨®sito del avi¨®n esp¨ªa que derrib¨® un caza y aterriz¨® en Hainan. 1.200 trabajadores de Rota sosten¨ªan una pancarta frente a la base: 'Por la dignidad nacional'. En tiempos extremos las pintadas ped¨ªan la expulsi¨®n del extranjero, la defensa del territorio patrio. Pero nos hemos vuelto concretos, y lo concreto siempre es mejor. Estados Unidos es un pa¨ªs amigo y aliado, al que se le cede una base, y la dignidad nacional es ahora un asunto humilde, es decir, esencial: una cuesti¨®n de derechos laborales, sueldo, condiciones de trabajo, el derecho a hablarle al jefe. ?C¨®mo se puede ser amigo de alguien que ni se digna a tratar contigo?
Y hay cosas que no cambian nunca. Ya han pasado otra vez todas las procesiones que caben en una semana de procesiones: casi todas las procesiones del mundo. Yo veo muy bien las procesiones: me emocionaban, anoche mismo todav¨ªa, las mujeres de negro con velas en la noche primaveral, descalzas, por la calle Pintada, en mi pueblo, detr¨¢s de Mar¨ªa Sant¨ªsima de los Dolores. Siento el peso de todos sus deseos, sin conocerlos me pesan todos esos problemas ¨ªntimos que las empujan a seguir a su Virgen, rez¨¢ndole, ilumin¨¢ndola con una llama temblorosa: ojal¨¢ se cumplan los buenos deseos de toda esta gente. Entiendo a quienes celebran la fiesta cat¨®lica desde los m¨¢s dispares puntos de vista: m¨ªsticos, m¨ªticos, est¨¦ticos, nost¨¢lgicos e incluso er¨®ticos.
Pero me gustar¨ªa que no aparecieran en la fiesta dolorosa el ministro, el alcalde, la tropa armada o en uniforme de gala, porque he aprendido en los libros de Historia que la mezcla de religi¨®n y Estado es peligros¨ªsima, explosiva. En contra de los optimistas que dicen que Espa?a es un pa¨ªs constitucionalmente laico, creo que los poderes civiles y militares est¨¢n en su derecho constitucional de meterse en la procesi¨®n: Espa?a no es un estado laico. Es, si acaso, un Estado sin confesi¨®n oficial que en su Constituci¨®n sentencia que 'los poderes p¨²blicos tendr¨¢n en cuenta las creencias religiosas de la sociedad espa?ola', y, claro, c¨®mo no tener en cuenta a las masas que en los d¨ªas de procesi¨®n cierran la ciudad como un candado de hierro: cualquiera atraviesa la fila de espectadores para cruzar la calle aprovechando que todav¨ªa no llegan los penitentes. Te aplastan religiosamente, estrictamente, si se te ocurre pasar sin tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad espa?ola.
Pero a m¨ª me gustar¨ªa m¨¢s un pa¨ªs donde el ministro, el alcalde y el militar fueran a sus devociones sin galas ni armas: como individuos que asisten a sus cultos de un modo personal, ¨ªntimo, s¨®lo suyo. As¨ª el Estado respetar¨ªa la humilde dignidad de sus ciudadanos no cat¨®licos espectaculares. Y, bueno, ya es domingo de Resurrecci¨®n.
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