?Qu¨¦ formas son esas!
Por sus hechuras, maneras y decires, que no por su arraigo y proyecci¨®n en el pa¨ªs, el profesor Bernardo del Rosal se perfilaba como la persona casi id¨®nea -no conocer la lengua aut¨®noma ha de suponerle una merma- para intitular la Sindicatura de Greuges. Nadie ha puesto pegas notables a su postulaci¨®n y prueba de ello es que las Cortes Valencianas lo han elegido sin objeciones. El chalaneo suscitado en su entorno no le implicaba, pues se deb¨ªa a los rifirrafes en que andan enzarzados los partidos mayoritarios, socialistas y populares. Incluso podr¨ªamos afirmar, si la memoria no nos miente, que su candidatura no ha tropezado ni por asomo con las resistencias que abrumaron las de sus predecesores en el cargo.
Con estos antecedentes pod¨ªamos prever que el nuevo s¨ªndico procediera a efectuar un aterrizaje suave en la instituci¨®n, apaciguador de las turbulencias ¨²ltimas, lo que, adem¨¢s, le permitir¨ªa avezarse por su cuenta en los entresijos de la casa y tomar nota del pelaje de sus colaboradores. Se supone -o habr¨ªa de suponerse- que su ¨¢mbito de decisi¨®n, en tanto que alto comisionado del parlamento auton¨®mico, est¨¢ blindado frente a toda clase de presiones, consejas o condicionamientos del partido gobernante o de quien quiera que sea. En fin, que, en nombre de su necesaria y propalada independencia, ser¨ªa independiente.
Bueno, pues de entrada, y ya veremos qu¨¦ ocurre de salida, el ilustre profesor nos ha dado la impresi¨®n de comportarse como un mu?eco de gui?ol interpretando el libreto que le ha redactado el Partido Popular. Y nos gustar¨ªa estar equivocados, aunque por el momento s¨®lo estamos estupefactos por la dr¨¢stica decisi¨®n del defensor auton¨®mico, quien apenas puso los pies en su despacho oficial despidi¨® a nueve empleados, entre los que figura un bibliotecario, una auxiliar administrativa y un ujier de los que no se nos alcanza intuir qu¨¦ lastre pol¨ªtico o laboral podr¨ªan significar. Eso, y la conminaci¨®n apremiante a los s¨ªndicos adjuntos para que abandonasen sus despachos en 72 horas.
Nos consta, claro est¨¢, que el se?or del Rosal no ha conculcado ni una tilde de la ley y que est¨¢ en su mano poner de patitas en la calle a todo el personal contratado. Pero en cambio, al inclinarse por unos y no por otros, ha dado p¨¢bulo a la sospecha o certidumbre de que alguien le hab¨ªa escrito el gui¨®n y que el personaje independiente por antonomasia hablaba por boca de ganso, si se nos permite esta locuci¨®n de pan llevar. No s¨®lo han fallado las formas, sino que, como suelen delatar estos desma?amientos, su responsable -el S¨ªndic- se ha dejado en el abrupto tr¨¢mite jirones de su cr¨¦dito. En otras palabras, le ha faltado mano izquierda en beneficio desproporcionado de la diestra. Cuanto menos, este episodio nos brinda la ventaja de saber que el personaje no es equidistante.
La pausa vacacional y acaso el recogimiento de estos d¨ªas santos ha puesto sordina y toneladas de prudencia a la respuesta de la oposici¨®n. Y hasta es posible que haya optado por desactivar sus palabras a fin de no provocar una reprobaci¨®n por parte del PP, tan susceptible ante la menor incontinencia verbal. Aunque tampoco nos chocar¨ªa que optase por una actitud de muy bajo perfil -como describen finos analistas- con tal de que Emilia Caballero, la s¨ªndica adjunta primera que apenas supo ejercer de S¨ªndica en funciones y reina por unos d¨ªas, sea repuesta en su cargo a tenor del pacto acordado entre el presidente Eduardo Zaplana y el dirigente socialista Joan Ignasi Pla, a quien suponemos desaparecido en combate.
En realidad, nuestro novedoso defensor auton¨®mico s¨®lo es reo de no guardar las formas y atufar a parcialidad en la designaci¨®n de sus colaboradores. No es la mejor credencial para empezar, pero puede redimirse -y tiempo tiene- si nos demuestra que esa instituci¨®n funciona, es ¨²til y no baila al son que le tocan. Ah!, y quiz¨¢ un d¨ªa nos explique por qu¨¦ ha despedido a un personal tan subalterno. ?C¨®mo puede no ser eficaz un ujier cuando lo suyo es estar y nada m¨¢s?
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