'La Firma' se resquebraja
Las indiscreciones de la condesa de Wessex auguran cambios en las finanzas reales brit¨¢nicas
Conocido por sus frecuentes salidas de tono, el pr¨ªncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II, dio en su d¨ªa con un apelativo de lo m¨¢s apropiado para calificar a la monarqu¨ªa que le acogi¨® en su seno por v¨ªa matrimonial: La Firma. Lo dijo en broma, pero la casa de Windsor, con sus innumerables miembros mayores y menores, una largu¨ªsima lista de devotos cortesanos y asesores, y la extrema discreci¨®n con que lleva sus cuentas se asemeja a una empresa. Una compa?¨ªa muy especial sustentada por dinero p¨²blico, ingresos privados y aventuras tur¨ªsticas como la apertura al p¨²blico del palacio de Buckingham.
Pero La Firma no consigue adaptarse al paso del tiempo. El detonante del cambio sobre la forma en que llenan sus arcas los miembros de la familia real inglesa, excepci¨®n hecha de la propia soberana, su madre y su esposo, ¨²nicos beneficiarios hoy de los 7,9 millones de libras del erario p¨²blico que alimentan la Lista Civil, han sido las indiscreciones de Sophie Rhys-Jones, la ¨²ltima en llegar a la casa de Windsor. Casada con Eduardo, hijo menor de Isabel II, y convertida en condesa de Wessex, la ¨²nica nuera que a¨²n le queda a la soberana, dirig¨ªa hasta esta semana su compa?¨ªa de relaciones p¨²blicas.
Ansiosa de ganarse el jugoso contrato propuesto por un supuesto jeque ¨¢rabe, que no era sino un periodista del diario sensacionalista The News of the World, sus desafortunados comentarios acerca de su familia pol¨ªtica y los beneficios que podr¨ªan reportarle sus lazos familiares con el que supon¨ªa un adinerado cliente, han precipitado el examen de las finanzas reales.
Un delicado asunto que, parad¨®jicamente, no inclina al Reino Unido hacia la Rep¨²blica y que apenas si aborda la prensa que persigue a los Windsor para burlarse de sus aventuras.
Si bien, el rey Jorge III de Inglaterra, objeto de una famosa pel¨ªcula sobre sus brotes de locura, fue forzado a rendir sus tierras al Gobierno en 1760 a cambio de una renta anual, la financiaci¨®n de la monarqu¨ªa dio un vuelco radical en 1992, cuando el entonces primer ministro conservador, John Major, convenci¨® a Isabel II para que pagara impuestos y se ocupara de llenar los bolsillos de su amplia familia, descontando a su progenitora y a su marido.
La fortuna personal de la soberana oscila entre los mil millones de libras sugeridos por el rotativo The Times y 4.450 millones calculados por sus colegas de The Guardian. Una valoraci¨®n complicada por los palacios, joyas y la colecci¨®n de arte que no puede vender junto con sus inversiones personales en empresas brit¨¢nicas de solera. Lo que s¨ª est¨¢ claro es que la Corona deposita en manos del Tesoro cerca de 130 millones de libras extra¨ªdas de los beneficios reportados por sus terrenos en todo el pa¨ªs. Una vez efectuado el dep¨®sito anual a nombre del Ministerio de Finanzas, costear a la monarqu¨ªa le cuesta al contribuyente 37 millones de libras anuales, Lista Civil incluida, para cubrir el gasto de los viajes y el mantenimiento de sus cinco palacios.
Desde 1992, el resto de los royals, antes beneficiarios de la Lista Civil, reciben distintas sumas extra¨ªdas, tras los impuestos, del Ducado de Lancaster. ?sta es una de las pocas posesiones todav¨ªa a nombre de la soberana con campos agr¨ªcolas extendidos por el centro y el norte de Inglaterra que, el pasado a?o, le reportaron 5,7 millones de libras. De dicha suma, s¨®lo 1,4 millones acabaron en las cuentas corrientes de sus parientes. El resto pudo qued¨¢rselo ella.
En el complicado entramado de las finanzas regias, la propia Isabel II, su madre, los duques de Kent y de Gloucester, as¨ª como la princesa Alexandra, madre de este ¨²ltimo, cuentan, adem¨¢s, con el legado del difunto rey Jorge V, que dej¨® tres millones de libras (unos 100 millones al cambio actual) al mencionado quinteto. Si bien tanto la reina madre como la princesa Alexandra apenas podr¨ªan desempe?ar trabajo alguno puesto que suman entre las dos casi 200 a?os, los dos duques tienen 65 y 56 a?os, respectivamente, y su principal ocupaci¨®n han sido siempre los compromisos reales a los que acude en nombre de la soberana.
El pr¨ªncipe Miguel de Kent, de 58 a?os, por el contrario, gana sustanciosas comisiones como asesor de empresas de exportaci¨®n, una labor sometida tambi¨¦n ahora a revisi¨®n. Como no representa a Isabel II de la misma forma que sus otros primos y nunca ha recibido un penique de la Lista Civil, el pr¨ªncipe admite que su nombre le abre muchas puertas.
Carlos de Inglaterra, sin ir m¨¢s lejos, es autosuficiente gracias a los casi cinco millones de libras obtenidos por las tierras de su ducado de Cornualles, pero aprovecha tambi¨¦n su rango para promocionar los productos org¨¢nicos de la granja de Highgrove. Su cu?ada, la condesa de Wessex, quer¨ªa mantener su independencia econ¨®mica y proseguir una carrera en el mundo de las relaciones p¨²blicas, iniciada antes de su matrimonio, pero sus planes se han hundido de momento. Varios de los m¨¢s j¨®venes de sus parientes pol¨ªticos han conseguido labrarse un porvenir sin hacer tanto ruido. David Linley, hijo de la princesa Margarita, hermana de la reina, es dise?ador de muebles. Su hermana, Lady Sarah, es una artista que apenas llama la atenci¨®n, y Lady Helen Taylor, hija de los duques de Kent, representa en Londres al modista italiano Armani.
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