Poner el freno
La noticia de un accidente a¨¦reo en el que mueren 135 pasajeros o, no digamos, la de un atentado terrorista con un resultado similar ser¨ªa la primera comunicaci¨®n en todos los medios del pa¨ªs afectado. Sin embargo, que en una semana de vacaciones se produzca ese mismo n¨²mero de v¨ªctimas en la carretera es algo que, por repetido, no conmueve. Pero deber¨ªa hacerlo. Esta Semana Santa ha aumentado la siniestralidad, tras haber disminuido notablemente el a?o pasado. Aunque haya factores circunstanciales que intenten explicarlo (meteorol¨®gicos y otros), no se debe dar por inevitable una sangr¨ªa que produce entre 4.000 y 6.000 v¨ªctimas cada a?o, m¨¢s de 200.000 heridos y un coste probablemente superior a los dos billones de pesetas.
El estado de la red influye mucho -su mejora fue decisiva en la disminuci¨®n de la siniestralidad a partir de los primeros a?os noventa, y seguramente su deterioro tiene que ver con lo que ahora sucede-, pero la mayor¨ªa de los accidentes tiene que ver con infracciones de las normas por parte de los conductores, y en particular con el consumo de alcohol y el exceso de velocidad. En EE UU hay m¨¢s coches y se utilizan m¨¢s que en Europa, pero hace muchos a?os que el n¨²mero de accidentes es proporcionalmente menor: porque no beben cuando conducen y corren menos que aqu¨ª desde que las autoridades aplican medidas muy severas, incluso de c¨¢rcel, a los infractores de las normas relativas a esos factores.
Aqu¨ª se establecieron hace un par de a?os medidas como la de una reconversi¨®n obligatoria de los conductores que cometan tres infracciones graves o dos muy graves en un periodo de 24 meses. En otros pa¨ªses hay sanciones similares, pero el problema es que en Espa?a no son medidas extremas destinadas a una minor¨ªa de infractores: el 80% de los conductores reconoce haber conducido alguna vez bajo los efectos del alcohol y el 95% admite haber incumplido las normas de limitaci¨®n de velocidad. La estad¨ªstica demuestra que las v¨ªctimas no son necesariamente alcoh¨®licos patol¨®gicos o fan¨¢ticos de la velocidad. Pero s¨®lo una minor¨ªa considera necesario revisar las ruedas y otros elementos vitales antes de partir, o usar cintur¨®n en los asientos traseros; y una mayor¨ªa considera normal incumplir las normas de circulaci¨®n.
La construcci¨®n de las autov¨ªas, la modernizaci¨®n del parque automovil¨ªstico y las campa?as de concienciaci¨®n dieron resultados visibles en el pasado. Pero el aumento del n¨²mero de autom¨®viles de los ¨²ltimos a?os no ha ido acompa?ado de una mejora equivalente de la red viaria (todo lo contrario) y las campa?as han perdido eficacia con la costumbre. Pero un problema que se ha convertido ya en la primera causa de mortalidad entre los j¨®venes, y que en una d¨¦cada produce m¨¢s de 50.000 muertos, exige que se le ponga freno por parte de gobernantes y gobernados.
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