La segunda 'tercera v¨ªa'
Tony Blair se la juega. Sugiere que ha pospuesto las elecciones por la crisis vacuna, pero en realidad las est¨¢ adelantando un a?o, probablemente por temor a que dentro de un tiempo los pron¨®sticos de votos para su partido no sean tan buenos como ahora. De hecho, Blair parece m¨¢s indeciso que nunca acerca de cu¨¢l de las dos estrategias pol¨ªticas que ha estado considerando desde hace a?os quiere realmente seguir: reformar el partido o reformar el sistema electoral.
La primera estrategia, la llamada tercera v¨ªa, pretende situar al Partido Laborista en el centro pol¨ªtico para absorber a la mayor parte de los votantes del Partido Liberal en un nuevo laborismo, pero conlleva el peligro de enfrentarse con la vieja ala izquierda del laborismo sindical. Hasta ahora, el Gobierno de Blair ha sustituido las tradicionales pol¨ªticas de clase por la renuncia a las nacionalizaciones, los presupuestos equilibrados y la reducci¨®n de los gastos en asistencia social. Debido a ello ha tenido que hacer frente con mano dura a crecientes resistencias internas, mientras ha tratado de traspasar algunos temas conflictivos a los gobiernos locales, as¨ª como de distraer la agenda, sobre todo dando relieve a su actividad internacional.
La estrategia centrista de la tercera v¨ªa s¨®lo fue provisionalmente aceptada por los sectores laboristas m¨¢s tradicionales como un medio de terminar con un largo periodo de 18 a?os de Gobierno conservador. Como dijo Blair a los asistentes al congreso del partido al a?o siguiente de haber llegado a Downing Street: 'La elecci¨®n no es entre este Gobierno y el Gobierno que vosotros quer¨¦is; la elecci¨®n es entre este Gobierno y un Gobierno tory'. Pero el mantenimiento del poder por un solo partido de izquierda durante un largo periodo requiere dos objetivos que resultan m¨¢s dif¨ªciles de conseguir de lo que algunos preve¨ªan: la atracci¨®n del electorado intermedio dinamizado por los cambios econ¨®micos y, al mismo tiempo, el mantenimiento de la mayor parte de las tradicionales bases de apoyo obreras y socialmente protegidas. Pese a todo, esta estrategia ha sido reafirmada por Blair ante las pr¨®ximas elecciones. En un reciente art¨ªculo en la revista Prospect, Blair propone pasar a la tercera v¨ªa, fase dos, y asegura que su propuesta de Gobierno progresista no es una v¨ªa intermedia entre el conservadurismo y la socialdemocracia, sino 'socialdemocracia renovada'.
La otra estrategia elaborada en paralelo por Blair desde antes de llegar al Gobierno es la reforma electoral e institucional para sustituir el tradicional r¨¦gimen bipartidista y unitario de Gran Breta?a por el multipartidismo, las coaliciones gubernamentales y la descentralizaci¨®n, los cuales son la norma en casi todos los pa¨ªses de Europa continental. Concretamente, hace cuatro a?os, Blair hizo suya la promesa de un refer¨¦ndum sobre la representaci¨®n proporcional. Eliminar la ley electoral de la mayor¨ªa relativa para la C¨¢mara de los Comunes comportar¨ªa renunciar a la concentraci¨®n de todo el poder en un solo partido, pero probablemente evitar¨ªa al Partido Laborista el riesgo de una nueva purga de dos d¨¦cadas en la oposici¨®n. En un sistema multipartidista, los laboristas tendr¨ªan una alta probabilidad de compartir establemente el poder, sobre todo con los liberales, mediante una versi¨®n revisada de los acuerdos decimon¨®nicos Lib-Lab, ahora convertidos en Lab-Lib, que podr¨ªan generar lo que Blair ha llamado 'un nuevo siglo radical'. Para los liberales, que han venido defendiendo la representaci¨®n proporcional desde que se convirtieron en el tercer partido en los a?os veinte, ¨¦sta es la ¨²nica v¨ªa para evitar la 'dictadura electiva' de un solo partido apoyado en una minor¨ªa de los votos populares. De hecho, hasta el d¨ªa mismo de las elecciones de 1997, Blair hab¨ªa previsto nombrar ministros liberales ya en su primer Gobierno, pero, al encontrarse con una sobrerrepresentaci¨®n parlamentaria mayor de la esperada, apost¨® de nuevo por concentrar el poder en un Gobierno unipartidista.
Pese a ello, en los ¨²ltimos a?os, el Gobierno laborista ha introducido en el r¨¦gimen pol¨ªtico brit¨¢nico una serie de cambios institucionales sin precedentes en casi un siglo. Se han creado nuevos Gobiernos parlamentarios en Escocia y en Gales, as¨ª como una nueva asamblea de la ciudad de Londres, todos ellos basados en la representaci¨®n proporcional, mientras que este principio se ha introducido tambi¨¦n por primera vez en las elecciones al Parlamento Europeo. Las consecuencias de estas reformas han sido mayores de lo esperado y parecen haber asustado a ciertos sectores laboristas. Tanto en Escocia como en Gales aument¨® el multipartidismo y se formaron innovadores Gobiernos de coalici¨®n Lab-Lib, en el segundo caso presidido precisamente por el candidato laborista que Blair hab¨ªa querido relegar, mientras que otro rival directo del primer ministro fue elegido alcalde de Londres. Por los resultados de todas las elecciones celebradas en los ¨²ltimos cuatro a?os, Gran Breta?a ha dejado de ser un pa¨ªs bipartidista, lo cual ya es en s¨ª mismo un cambio hist¨®rico. Pero precisamente por ello, y ante los temores provocados por la posibilidad de que el multipartidismo llegue a la pol¨ªtica nacional, Blair fren¨® la reforma electoral de la C¨¢mara de los Comunes, cuyo dise?o hab¨ªa encargado a una comisi¨®n independiente presidida por Roy Jenkins, antiguo ministro laborista y actual l¨ªder liberal en la C¨¢mara de los Lores.
El pasado enero, la dimisi¨®n del ministro Peter Mandelson debilit¨® el apoyo a la reforma electoral dentro del Gobierno laborista. Pero, en el ¨²ltimo momento, Tony Blair ha tratado de salvar la cooperaci¨®n con los liberales ante la pr¨®xima campa?a electoral pactando con su l¨ªder, Charles Kennedy, el mantenimiento de la promesa de refer¨¦ndum sobre la representaci¨®n proporcional, aunque posponi¨¦ndolo a una revisi¨®n del funcionamiento de los nuevos sistemas electorales tras las pr¨®ximas elecciones en Escocia y Gales, dentro de un par de a?os. Las dos estrategias, pues, siguen estando sobre la mesa. Probablemente, Blair seguir¨¢ insistiendo en la tercera v¨ªa mientras las expectativas electorales del laborismo a corto plazo sean optimistas. Pero, a largo plazo, la apuesta a todo o nada, es decir, el mantenimiento del tradicional sistema pol¨ªtico brit¨¢nico que promueve una alta concentraci¨®n del poder, puede ser m¨¢s arriesgada para los laboristas que la reforma del sistema electoral.
Josep M. Colomer es profesor investigador en el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas y en la Universidad Pompeu Fabra.
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