El americano heterodoxo
Alexander, 'p¨ªvot' del Tau, represent¨® en Bolonia una versi¨®n madura de sus ¨¦xitos en Iowa y en el Golden State
A Rashard Griffith, el lider del Kinder le llaman en Bolonia L?Omone (El grand¨®n). A Victor Alexander, el p¨ªvot del Tau, su amigo Griffith le llama Bigvic. Los apodos no son gratuitos. El de Griffith apela a su estructura: 211 cent¨ªmetros bien repletos de m¨²sculo; el de Alexander es una cacofonia m¨¢s expresiva que nominativa. Bien pudiera definirsele como Bigvic, Toc-Toc. Porque este p¨ªvot de Michigan, con 206 cent¨ªmetros y 32 a?os se ven¨ªa distinguiendo por su tiro de cinco metros m¨¢s que por su intimidaci¨®n. La coge, se retrasa, parece que se cae y la enchufa. Todo un modelo estil¨ªstico. Griffith, su amigo es lo contrario: la intimIdaci¨®n, el m¨²sculo, la fortaleza, el genuino estilo americano.
Porque Alexander es un americano at¨ªpico. Su primer mate en Espa?a lo efectu¨® hace dos semanas frente al Proaguas de Alicante, tras haber eliminado en semifinales al AEK, en pleno estado de euforia colectiva del equipo alav¨¦s. Lo suyo era la bandeja, la discreci¨®n, el anonimato del trabajo que no levanta al p¨²blico de sus asientos, que tiende al desapercibimiento. Vamos, un americano light que lleg¨® a Vitoria con el firme prop¨®sito de hacer su ¨²ltimo viaje en la profesi¨®n y dedicarse despu¨¦s a disfrutar del retiro que le procuran sus haberes y la pensi¨®n de jugador de la NBA.
Alexander lleg¨® a Vitoria casi rendido al fatalismo. Pesaba 130 kilogramos y ten¨ªa muy olvidada su ¨¦poca de estrella universitaria en Iowa State University, sus cuatro a?os en Golden State Warriors con un promedio de 26 minutos jugados por partido, sus tiempos de compartir cancha y bal¨®n con Chris Mullin (en Warriors) o Sprewell (en Knicks) y su esperanza semianulada en AEK y Maccabi cuando emprendi¨® la senda europea. Vitoria era la estaci¨®n final, con algunos presuntos da?os colaterales. El ¨²nico colegio americano para su hijo estaba en Bilbao, algo que intimidaba a la familia Alexander.
Este, el Tau (servicios m¨¦dicos) e Ivanovic se pusieron manos a la obra. El jugador resolvi¨® sus dudas colegiales, el m¨¦dico baskonista redujo en 15 kilogramos su sobrepeso e Ivanovic fue capaz de imbuir el esp¨ªritu colectivista e implacable de su estilo a un jugador que se preparaba para la jubilaci¨®n. Hoy no se sabe si Alexander es un cuatro o un cinco, porque tiene la intensidad del grande y la mu?eca del menos grande. El trabajo de Ivanovic con Alexander se ha manifestado como un espejo de dos caras: ante el Kinder, ante la adversidad, el prejubilado vocacional se faja como un juvenil y captura 19 rebotes. Ante el Kinder (o ante el AEK) su tirito, ese que se deja hacer a los grandones, sigue siendo infalible. Alexander se asemejaba cada vez m¨¢s a aquel muchacho que asombraba en Iowa y cumpl¨ªa en Golden State.
Y Rashard Griffith en la grada. Y la prensa italiana reclamando su presencia para hacer frente al masacrador del rebote. Pero Alexander no perdi¨® la humildad: 'No s¨¦ si fue mi partido m¨¢s completo. No lo recuerdo. Lo importante es que hice mi trabajo lo mejor posible': 21 puntos, 19 rebotes, en el primer partido de la final continental y en cancha ajena. Bigvic, llam¨® a la puerta. Toc-Toc, no respond¨ªa nadie. S¨®lo Griffith escuchaba en la lejan¨ªa a sabiendas de que ahora le exigen que liquide a Alexander. De momento le ha ganado la jerarqu¨ªa. Son pocos lo que dudan que Alexander se ha convertido este a?o en uno de los mejores cuatro o cinco del baloncesto europeo.
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