A tientas, por el futuro
Un avi¨®n cargado de bailarines y bailarinas (la compa?¨ªa del ballet de Alicia Alonso al completo), y con una exposici¨®n de fotograf¨ªa cubana sobre los 30 a?os de la Revoluci¨®n, adem¨¢s de unos cuantos fot¨®grafos, pintores, m¨²sicos, escritores y muchos, muchos bur¨®cratas, recorri¨® Europa del Este para exponer los logros de la cultura oficial cubana a los pa¨ªses hermanos. Si el avi¨®n hubiese llegado a Sof¨ªa, Varsovia, Mosc¨², Minsk, Bratislava, Praga, unos meses antes, lo hubieran recibido delegaciones oficiales con bandas de m¨²sica, aplausos y discursos hasta decir basta; pero el viaje fue por casualidad a finales de 1989, cuando ca¨ªa el Muro de Berl¨ªn y la perestroika y la revuelta se expand¨ªan por todo el bloque comunista.
Iv¨¢n de la Nuez presenta 'El mapa de sal', con Morey, Ramoneda y V¨¢zquez Montalb¨¢n
As¨ª que durante un mes y medio, bailarines y escritores fueron a Sof¨ªa a Varsovia, a Mosc¨², a Minsk... donde nadie los esperaba ya, donde no pintaban nada. Funcionarios de ¨ªnfimo nivel les recib¨ªan con muecas de malestar, los hermanos europeos no sab¨ªan qu¨¦ hacer con aquella visita tan nutrida e inoportuna. Les alojaban apresuradamente en cualquier sitio, y si te he visto no me acuerdo. Y de capital en capital, estupefactos, desamparados bajo los cielos nublados de Europa oriental, los embajadores culturales de Fidel Castro se iban percatando de que su avi¨®n era una m¨¢quina de viajar en el tiempo: hab¨ªan emprendido un viaje hacia lugares que ya no exist¨ªan, mientras que para sus hu¨¦spedes 'aquel avi¨®n cargado de cubanos era una nave fantasma de un mundo cuyo tiempo ya se conjugaba en pret¨¦rito', escribe Iv¨¢n de la Nuez.
?l formaba parte de esa expedici¨®n, a los 24 a?os de edad, y ese episodio es s¨®lo uno de los encuentros entre dos mundos, cuya fricci¨®n prende una chispa, que cuenta en El mapa de sal. Una charla en M¨¦xico con Orlan (la delirante escultora de su propio rostro, al que la cirug¨ªa est¨¦tica imprime rasgos supuestamente botticellianos y leonardescos); la suerte diversa que dos compa?eros de exilio han encontrado en Estados Unidos, el uno como novio de Madonna y el otro en la silla el¨¦ctrica, etc¨¦tera. Cada encuentro, cada apunte autobiogr¨¢fico da paso a la reflexi¨®n ensay¨ªstica y ¨¦sta a un aforismo a bote pronto, y todo el libro a explorar la posibilidad de un pensamiento de izquierdas que se mantenga tan lejos del comunismo real como del fin de la historia.
Antes de tomar el camino del exilio con los j¨®venes m¨¢s brillantes de su generaci¨®n, De la Nuez sigui¨® con inter¨¦s los trabajos de la escuela de Barcelona de filosof¨ªa durante los a?os de la transici¨®n espa?ola a la democracia. Pasados unos a?os y escritos algunos libros, ahora es amigo de esos intelectuales barceloneses, y el mi¨¦rcoles pasado Josep Ramoneda, V¨¢zquez Montalb¨¢n y Miguel Morey, entre otros, le acompa?aron para celebrar la aparici¨®n de El mapa de sal.
Aunque el breve ensayo se niega a la nostalgia, y lo que busca -a tientas por el texto, corrigiendo el rumbo, saltando de un paisaje a otro, de la pol¨ªtica al arte contempor¨¢neo, de las revoluciones sociales a la revoluci¨®n privada, de la sal del mar que roe la balsa a la sal que orla el vaso de tequila- es 'cartografiar el presente' del mundo globalizado e 'invadir el futuro', en la sobremesa del mi¨¦rcoles era inevitable hablar de Cuba y del momento exacto de la ruptura entre la revoluci¨®n y las vanguardias. En la Uni¨®n Sovi¨¦tica, ese momento fue el del suicidio de Maiakovski, o cuando el Estado encarg¨® a Malevich el monumento a la memoria de Lenin, y el suprematista present¨® una gran pir¨¢mide de brazos tit¨¢nicos -el proletariado, claro- sosteniendo un rotundo cubo negro. Tras unos carraspeos, los bur¨®cratas de la comisi¨®n de turno preguntaron: 'Pero bueno, camarada, ?y Lenin, d¨®nde est¨¢?', y Malevich se?al¨® el cubo negro: '?All¨ª!'. Finita la commedia.
En el caso de De la Nuez, su ¨ªntima ruptura con el castrismo fue 'a partir de esa fecha en la cual la palabra Revoluci¨®n fue sustituida por Naci¨®n y el discurso universalista de los a?os sesenta fue suplantado con infinitos y vetustos debates sobre la Identidad Nacional'. En frases como ¨¦sta y en confesiones como 'cuando me hablan de ra¨ªces, mi preferida es la yuca ali?ada con mojo', parece que haya estado siempre ac¨¢. Luego uno sigue leyendo y se le hace evidente que no, que viene de all¨¢.
Por ejemplo, cuando se refiere a la ca¨ªda del muro como un derrumbe incesante de murallas entre M¨¦xico y Estados Unidos, La Habana y Miami, Marruecos y Espa?a, Albania e Italia, Am¨¦rica y Asia: no da fe de esos derrumbes con la alarma del viejo avaro que teme que los b¨¢rbaros en su jard¨ªn le pisen las flores y le rompan el enanito de piedra. No: lo hace -o as¨ª me lo parece- con ambigua alegr¨ªa. Aunque se defina como un ex b¨¢rbaro, no es exactamente 'uno de los nuestros'. Esa suerte tenemos nosotros y ¨¦l, nosotros con ¨¦l.
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