Un r¨ªo revuelto
El dragado del Guadalquivir reaviva el debate cient¨ªfico sobre la conservaci¨®n del estuario
El estuario del Guadalquivir es una de las zonas con mayor diversidad biol¨®gica de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica y, al mismo tiempo, un ¨¢rea humanizada desde tiempos remotos, sometida a numerosas intervenciones que la han ido moldeando. Las referencias que se tienen del cauce en la Alta Edad Media permiten describir c¨®mo funcionaba todo este sistema cuando a¨²n no hab¨ªa sufrido alteraciones de importancia.
Entonces el Guadalquivir se abr¨ªa, en su curso bajo, en tres grandes brazos que penetraban en las marismas, y en los que desembocaban multitud de canales mareales que drenaban de forma natural estas extensas llanuras inundables. El agua dulce, cargada con los nutrientes que hab¨ªan viajado desde las zonas altas del cauce, se mezclaba, de forma heterog¨¦nea, con la salada procedente del mar, creando as¨ª multitud de ambientes. Como explica Carlos Fern¨¢ndez-Delgado, responsable del Grupo de Investigaci¨®n Aphanius de la Universidad de C¨®rdoba, 'la biodiversidad acu¨¢tica en aquella ¨¦poca debi¨® ser extraordinaria, pues en el estuario conflu¨ªan especies propias de aguas dulces, aguas salobres y aguas saladas'.
Con el paso de los a?os tanto el estuario como su entorno comenzaron a sufrir serias transformaciones. El cauce se fue adaptando a las condiciones que impon¨ªa el tr¨¢fico de buques, las explotaciones agr¨ªcolas se extendieron en buena parte de las marismas y a lo largo de la cuenca del Guadalquivir aparecieron pantanos, vertidos y problemas de deforestaci¨®n.
Ya en 1795 se procedi¨® a ejecutar la primera corta, denominada Merlina, para restar unos 10 kil¨®metros a la distancia de navegaci¨®n que exist¨ªa entre Sanl¨²car de Barrameda y Sevilla. Desde entonces y hasta 1992, cuando se ejecut¨® la ¨²ltima de estas obras, se han llevado a cabo siete cortas, de manera que los 127 kil¨®metros que originalmente ten¨ªan que recorrer los buques han quedado reducidos a medio centenar.
'Estas modificaciones', explica Fern¨¢ndez-Delgado, 'han hecho del antiguo Guadalquivir un cauce casi rectil¨ªneo, alterando la din¨¢mica fluvial, por lo que ahora las mareas dejan sentir sus efectos de una manera mucho m¨¢s potente que anta?o'. Poco se sabe, admite este bi¨®logo, de las repercusiones que ha causado el dragado peri¨®dico del canal de navegaci¨®n, actuaci¨®n que todos los a?os supone la retirada de un volumen de fangos de entre 100.000 y 200.000 metros c¨²bicos.
La gran transformaci¨®n de los ecosistemas marisme?os se produce a partir de los a?os treinta. En la actualidad, y dentro de los l¨ªmites del Parque Nacional de Do?ana, s¨®lo unas 27.000 hect¨¢reas de terreno conservan sus caracter¨ªsticas naturales, lo que apenas representa un 12 % de las marismas originales. Los grandes brazos del Guadalquivir que recorr¨ªan la zona han sido canalizados, rellenados o aislados mediante compuertas.
La construcci¨®n de m¨¢s de 40 embalses en diferentes puntos de la cuenca, con una capacidad global cercana a los 8.000 hect¨®metros c¨²bicos, ha originado una progresiva disminuci¨®n del volumen de agua dulce que llega al estuario. La intrusi¨®n marina es, por tanto, mayor, y los nutrientes, vitales para el desarrollo de las comunidades de fauna que viven en el tramo final del r¨ªo, son cada vez menores al quedar retenidos en las cubetas de los embalses.
A todo esto hay que sumar la progresiva p¨¦rdida de la vegetaci¨®n que cubr¨ªa las riberas de los r¨ªos y arroyos que desembocan en el estuario, lo que ha dado lugar a importantes p¨¦rdidas de suelo, fen¨®meno que est¨¢ causando una acelerada colmataci¨®n de las marismas. En el caso del cauce principal, el tr¨¢fico de buques y la escasa cobertura vegetal que existe en algunos tramos de las orillas originan graves problemas de erosi¨®n.
Si se suman todos estos factores, advierten los especialistas, no es dif¨ªcil imaginar la delicada situaci¨®n en la que se encuentra el estuario del Guadalquivir, y lo incierto que se presenta su futuro.
No es de extra?ar, por tanto, que el proyecto para mejorar la navegabilidad del r¨ªo haya sido cuestionado desde diferentes instancias cient¨ªficas y conservacionistas. Desde hace a?os se viene reclamando, sin ¨¦xito, alguna figura de protecci¨®n para la zona, que, entre otras cosas, servir¨ªa para determinar las condiciones en que habr¨ªan de ejecutarse obras como las que ahora se proponen.
Los ecosistemas ribere?os est¨¢n considerados de los m¨¢s productivos del mundo, ya que se caracterizan por la presencia de un n¨²mero de especies animales y vegetales notablemente m¨¢s elevado que el de los territorios que los circundan.
Forman de esta manera corredores biol¨®gicamente diferentes a su entorno y verdaderos refugios de vida, sobre todo en territorios, como la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, eminentemente secos. En Espa?a existen 172.888 kil¨®metros de cauces naturales, ocupando una superficie de 3,5 millones de hect¨¢reas (el 7% del territorio nacional).
A pesar de todos estos valores, las riberas fluviales soportan desde hace a?os un acelerado proceso de destrucci¨®n.
Ya en 1994, cuando la Confederaci¨®n Hidrogr¨¢fica del Guadalquivir elabor¨® un listado de tramos fluviales que deber¨ªan protegerse 'por su buen estado de conservaci¨®n', el Guadalquivir no estaba precisamente entre los mejor valorados.
Es bastante significativo, apuntaba entonces la Sociedad Espa?ola de Ornitolog¨ªa, 'que en esta relaci¨®n se incluya ¨²nicamente un tramo del r¨ªo Guadalquivir, en la provincia de C¨®rdoba, lo que da idea de su estado de deterioro'.
El Bajo Guadalquivir, propuesto por la Consejer¨ªa de Medio Ambiente como Lugar de Inter¨¦s Comunitario, no se beneficia en la actualidad de ninguna figura de protecci¨®n. Adem¨¢s, se?ala
Carlos Fern¨¢ndez-Delgado, responsable del Grupo de Investigaci¨®n Aphanius de la Universidad de C¨®rdoba,
'uno de los principales escollos por los que atraviesa cualquier medida de gesti¨®n en la zona es el elevado n¨²mero de administraciones -nacionales, regionales y locales- que poseen competencias sobre este espacio, lo que origina una verdadera indefinici¨®n burocr¨¢tica en la que conviven intereses contrapuestos'.
Comentarios y sugerencias a prop¨®sito de Cr¨®nica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
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