Vidas legibles
El acto de leer se desarrolla a lo largo de un tiempo lineal: las palabras escritas se encadenan en l¨ªnea de izquierda a derecha desde la primera a la ¨²ltima p¨¢gina, estableciendo un sendero de sentido ¨²nico que se dirige desde su principio hasta su fin. Por eso, para leer basta con seguir la l¨ªnea lectora que nos marcan las palabras alineadas, hilvanando un hilo argumental programado por anticipado. Y lo mismo ocurre con la hilera de celebridades que se suceden en la lectura del Quijote cada 23 de abril en el C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid. Podr¨ªa pensarse que ello se debe a que la estructura del tiempo es lineal de por s¨ª, y que la lectura no hace m¨¢s que acomodarse a ella, limit¨¢ndose a obedecer su hilo conductor. Pero no hay tal, pues el tiempo no tiene por qu¨¦ concebirse s¨®lo al modo lineal. Por el contrario, pueden imaginarse otros tiempos no lineales: como el quebrado de la charla o el circular de las canciones; como el alabeado de la teor¨ªa de la relatividad, o como el c¨ªclico de los d¨ªas y las estaciones.
En realidad, s¨®lo la pr¨¢ctica de la lectura nos acostumbr¨® a reducir el tiempo a su versi¨®n lineal, descompuesta en pasado, presente y futuro, imponi¨¦ndola sobre las dem¨¢s con imperiosa necesidad. Desde que aprendemos a leer y a escribir, el tiempo nos parece que ha de ser lineal por naturaleza. Y cuando la modernidad impuso desde el siglo XVIII la llamada revoluci¨®n lectora, por la que todas las clases sociales fueron adquiriendo progresivamente el h¨¢bito de leer, la pr¨¢ctica sistem¨¢tica de la lectura ha impuesto por doquier esta versi¨®n dominante del tiempo lineal, que nos permite entender nuestras vidas como senderos de sentido ¨²nico, que se recorren desde su origen hasta su desenlace. Es el programa calvinista de predestinaci¨®n personal que impulsa a buscar met¨®dicamente el mejor desenlace posible, entendido como juicio final que sanciona nuestros m¨¦ritos y nuestras culpas. As¨ª es como las vidas modernas se convierten en vidas legibles, con forma de relato narrativo: planteamiento, nudo y desenlace.
Pero el hacer de nuestras vidas unas l¨ªneas legibles admite diversas modalidades, pues ese sendero vitalicio puede leerse mirando hacia delante o mirando hacia atr¨¢s. La primera es una lectura que podemos llamar program¨¢tica o anticipatoria, pues pretende adivinar y eventualmente corregir el pr¨®ximo futuro que nos espera, intentando as¨ª colonizar o domesticar nuestro propio destino final. Y, en cambio, la segunda es una lectura retrospectiva o responsabilizatoria que trata de explicar y quiz¨¢ justificar los acontecimientos vividos en el pasado reconstruyendo la memoria personal. Y queda una tercera opci¨®n, la de leer la vida sobre la marcha, sin mirar atr¨¢s ni adelante. Esta ¨²ltima es la que podemos llamar una lectura actual, irreflexiva o de entretenimiento, que s¨®lo busca pasar el rato, matar el tiempo y vivir al d¨ªa, sin pretender progresar ni tampoco responsabilizarse de lo ya vivido.
Pues bien, las tres opciones son emp¨ªricamente reconocibles en la vigente sociolog¨ªa de la lectura. Cuantitativamente, la mayor parte de la lectura que se realiza es del tercer tipo actual, instrumental o de acompa?amiento, pues s¨®lo pretende informar o divertir a los lectores auxili¨¢ndoles en el manejo de su vida corriente, gratificando su hedonismo con materiales placenteros y ofreci¨¦ndoles coartadas o v¨¢lvulas de escape para evadir sus responsabilidades. Se trata de todas las publicaciones de objeto espec¨ªfico (prensa peri¨®dica, revistas especializadas, manuales de uso, etc¨¦tera) y de la literatura de consumo masivo (best sellers, novela de g¨¦nero, historia recreativa, etc¨¦tera), que act¨²an respecto a la lectura un poco al modo de como lo hace la m¨²sica ambiental en las grandes superficies o los espacios p¨²blicos. Por eso, cualitativamente resultan mucho m¨¢s interesantes las otras dos modalidades de lectura antes mencionadas: la anticipatoria y la retrospectiva.
La lectura que lee la vida mirando hacia el futuro propor-ciona lo que el soci¨®logo Robert Merton llam¨® socializaci¨®n anticipada, pues instruye por adelantado en el arte de vivir la vida antes de protagonizarla. Y para ello basta con inspirarse en las m¨¢s relevantes vidas ejemplares de los personajes hist¨®ricos o de ficci¨®n que m¨¢s se hayan significado, desde Napole¨®n hasta Rask¨®1nikov o desde el Quijote hasta Emma Bovary. Leer equivale a extraer lecciones morales, y en este sentido aleccionan mucho menos los grandes santos, cuyas vidas suelen ser mon¨®tonas, redundantes y por ello poco informativas, que los grandes pecadores, que protagonizan en carne viva las malas noticias m¨¢s apasionantes. A pesar de cuanto diga el refr¨¢n, s¨ª que se escarmienta en cabeza ajena, y por eso resulta m¨¢s aleccionador y edificante el mal ejemplo negativo de las vidas tr¨¢gicas (el Tenorio, el joven Werther, Lul¨²) que la virtuosa moralina de las vidas sagradas.
En todo caso, leyendo se aprende a emprender con ¨¦xito una senda de salvaci¨®n personal. Y por eso los A?os de aprendizaje (como los del joven Wilhelm Meister de Goethe) son la etapa de la vida en que m¨¢s se practica este tipo de lectura program¨¢tica y anticipatoria, por la que se espera adquirir esa educaci¨®n sentimental (como la del Fr¨¦d¨¦ric Moreau de Flaubert) que ense?e a construir el propio destino personal. De ah¨ª que, hasta hace poco, la juventud constituyera el segmento social que exhib¨ªa los m¨¢s elevados ¨ªndices de lectura, dado que los j¨®venes, adem¨¢s de hallarse inmersos en una actividad complementaria a la de leer, como es la de estudiar (en ambos casos se aprenden lecciones de efecto retardado, que s¨®lo se aplicar¨¢n despu¨¦s), est¨¢n en periodo de lucha por la vida (o b¨²squeda de formaci¨®n, de empleo y de pareja), por lo que precisan ejemplos reales o ficticios de h¨¦roes luchadores en los que inspirarse y con los que identificarse.
Pero hoy los j¨®venes est¨¢n perdiendo el liderazgo lector, y no porque lean menos que antes, pues por efecto de la democratizaci¨®n de la lectura leen m¨¢s, sino porque ahora son los adultos y las personas mayores quienes est¨¢n impugnando ese liderazgo. Pero la lectura de los mayores ya no es anticipatoria, como la de los j¨®venes, sino retrospectiva, en la medida en que leen para aprender a reconstruir su memoria personal, descifrando los acontecimientos ya vividos para poder asumirlos, responsabilizarse de ellos y ofrecer cuentas a los dem¨¢s. Recu¨¦rdalo t¨² y recu¨¦rdalo a otros, se titul¨® el libro de Ronald Fraser sobre la historia oral de nuestra guerra civil. Y tras ese texto pionero hoy son ya legi¨®n las memorias que se est¨¢n publicando sobre experiencias generacionales y biogr¨¢ficas, a resultas de una insaciable demanda que va en imparable aumento. Pues las personas, en la segunda mitad de su vida, tienen creciente necesidad no s¨®lo de conocerse, sino, adem¨¢s, de comunic¨¢rselo a los otros. Y como adem¨¢s est¨¢n comenzando a jubilarse las primeras promociones que protagonizaron la universalizaci¨®n de la ense?anza, puede pronosticarse que muy pronto se producir¨¢ el sorpasso de la lectura anticipatoria por la retrospectiva.
Pero la raz¨®n de este cambio de predominio no es s¨®lo generacional. A causa de la mutaci¨®n socioecon¨®mica que llamamos globalizaci¨®n, se est¨¢ imponiendo lo que podr¨ªamos calificar de giro lector, consistente en un declive relativo de la lectura anticipatoria y un ascenso sostenido de la lectura retrospectiva, que muy pronto llegar¨¢ a ocupar la posici¨®n dominante. Hasta ahora, el predominio cultural correspond¨ªa a la lectura anticipatoria porque la estabilidad socioecon¨®mica garantizaba la previsibilidad del futuro, cuya certidumbre pod¨ªa asegurarse con fiabilidad suficiente. De ah¨ª que las vidas parecieran legibles hacia delante, pues cada persona pod¨ªa creer que contaba ante s¨ª con un futuro estable, previsible y asegurado. Pero hoy ya no es as¨ª. La nuestra es hoy una sociedad de la incertidumbre, donde el futuro est¨¢ abierto a todas las alternativas imprevistas y cualquier contingencia resulta posible. De ah¨ª que ahora los destinos personales que se abren ante nosotros nos parezcan inciertos, contingentes e imprevisibles. En tales condiciones, cada vez nos resulta m¨¢s dif¨ªcil leer nuestras vidas hacia delante. Y en su defecto las leemos al d¨ªa o las leemos hacia el pasado, reconstruy¨¦ndolas retrospectivamente. Pues si bien el futuro no est¨¢ escrito, el pasado ya lo est¨¢, y puede volver a releerse siempre.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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