La conjura entusiasta de los perdedores
Quien oyera el domingo al presidente Milo Djukanovic prometer la 'ansiada' y supuestamente inminente independencia a todos los montenegrinos y a su m¨¢ximo rival, Predrag Bulatovic, el socialista, panserbio y ex entusiasta de Slobodan Milosevic clamar victoria, pod¨ªa llegar a la conclusi¨®n de que todos los montenegrinos estaban contentos con el resultado de las elecciones. En realidad, nadie lo estaba. Ni en la capital actual, Podgorica, antes Titogrado. Mucho menos en el basti¨®n intelectual del independentismo montenegrino de la antigua capital, Cetinje.
Los montenegrinos siempre han tenido el coraz¨®n partido por dos convicciones no en s¨ª contradictorias, pero muchas veces enfrentadas: la de ser los serbios mejores, m¨¢s puros, por tanto, distintos -con derecho a la secesi¨®n-, y la de ser el pueblo necesitado por el hermano grande y poco afortunado y, por tanto, comprometido por siempre en su responsabilidad por la suerte de los serbios. En las elecciones ha quedado claro que son muchos m¨¢s de lo previsto, aquellos que son leales a una Yugoslavia que, sin Montenegro, dejar¨ªa de existir hasta como la ficci¨®n que es hoy, esa alianza m¨ªnima y desigual entre Belgrado y Podgorica, que nada tiene que ver con la Yugoslavia monarcofascista de entreguerras o la federaci¨®n comunista y tito¨ªsta que la sucedi¨®.
Son muchos los factores que han podido influir en que la diferencia entre la coalici¨®n independentista de Djukanovic Victoria para Montenegro y la antisecesionista Unidos por Yugoslavia de Bulatovic sea de menos de un 1,5% de los votos. Con el 42% la primera y el 40,6% la segunda, Djukanovic tiene posibilidad de convocar un refer¨¦ndum, pero no de acceder a los dos tercios de la c¨¢mara para imponer la secesi¨®n. Y, aunque cuente con los votos de los independentistas radicales que son los Liberales, con su 8%, es evidente que resulta del todo disparatado lanzarse a una carrera hacia la independencia con casi la mitad del voto montenegrino en contra. Esto obligar¨ªa, adem¨¢s, a Djukanovic a contar para sus planes con el minoritario voto alban¨¦s montenegrino, asunto harto impopular y muy peligroso. Y con la oposici¨®n de la comunidad internacional, que, una vez desaparecido Milosevic, ha dejado de agasajar y necesitar a Djukanovic como quintacolumnista en la piccola Yugoslavia. Una independencia de Montenegro dejar¨ªa sin argumentos a los que mantienen otra gran ficci¨®n como es la posibilidad del retorno pac¨ªfico de Kosovo al regazo de Serbia.
Se ha estado peor. Hace un a?o pocos descartaban una guerra, que habr¨ªa sido muy cruenta y para la que estaba preparado el VII Ej¨¦rcito Yugoslavo, desplegado en Montenegro. El boicot de Serbia a su vecino tampoco existe ya, y Belgrado se declara dispuesta a aceptar los resultados de un plebiscito, aunque no renuncie a influir en ¨¦l. En Montenegro est¨¢ la ¨²nica salida al mar de Serbia y nadie en Belgrado quiere dej¨¢rsela en exclusiva a Djukanovic, su partido y sus clanes que, sin desplegar la crueldad de otros caudillos balc¨¢nicos, no es expl¨ªcito cuando se le pide que aclare sus conexiones con tr¨¢ficos ilegales de todo tipo en la regi¨®n. Podgorica no es menos campo mafioso que Belgrado. Y, adem¨¢s, tiene costa.
Yugoslavia, el Estado artificioso creado en el siglo XX por los vencedores de la I Guerra Mundial, ha desaparecido, se independice o no Montenegro de Serbia. ?Necesita Podgorica un ej¨¦rcito y una plaza en la ONU? Es muy discutible. Muchos montenegrinos creen que sus experiencias con Serbia recomiendan romper todos los v¨ªnculos. Pero los lazos habr¨¢n de restaurarse entre todos los pa¨ªses en la regi¨®n si ¨¦sta ha de tener cierta paz, seguridad y bienestar en las pr¨®ximas d¨¦cadas. En este sentido, el resultado no es ni bueno ni malo. Exige realismo por parte de todos y, siempre que fuera posible, un poco de buena voluntad y talante democr¨¢tico. Y, por si no fuese suficiente, atenta y determinada vigilancia exterior.
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