En plenitud

En plenitud vocal, por edad y t¨¦cnica, Magdalena Kozena. En plenitud Ton Koopman con el clave, ¨®rgano y orquesta, por el rigor y la seguridad en el enfoque. En plenitud, por profesionalidad y compenetraci¨®n con su director, la Amsterdam Baroque Orchestra.

La sala Rodrigo, por sus dimensiones, contribuy¨® a realzar el trabajo de todos ellos. Es en ese tipo de recinto donde los instrumentos antiguos y la recuperaci¨®n de la articulaci¨®n barroca cobran un sentido mayor. El programa, por otra parte, centrado en dos firmes pilares de esa ¨¦poca, no rehuy¨® las oportunidades de lucimiento virtuos¨ªstico: tanto Koopman como Kozena supieron enloquecer al p¨²blico con una brillantez aplastante. De Bach se destac¨® la faceta m¨¢s cortesana y en¨¦rgica a la que, ciertamente, pudo faltarle un punto de trascendencia. La Suite para orquesta n¨²m. 1 son¨® magnificente desde el primer comp¨¢s, con un contrapunto totalmente l¨ªmpido y una fuerte presencia del clavec¨ªn de Koopman. Presencia que se mantuvo al cambiarlo por el ¨®rgano para interpretar la Cantata Geist und Seele wird verwirret. En ning¨²n momento se limit¨® Koopman a acompa?ar. Compart¨ªa protagonismo con la cantante en los recitativos, y en las arias, incluso, ¨®rgano y orquesta -que no bajaron nunca del mezzo-forte- llegaron a taparla ocasionalmente. Sin embargo, el problema mayor pudo venir de la monoton¨ªa en los registros expresivos: toda la primera parte se movi¨® dentro de una atm¨®sfera rotunda, espl¨¦ndida, apabullante. La joven voz de Magdalena Kozena contribuy¨® a ello. Mas, pese a todo, algo de Bach se qued¨® en el tintero, porque todo resultaba demasiado uniforme, demasiado ..... Las siete danzas de la suite y todos los n¨²meros de la Cantata fueron diferentes en cuanto a velocidad y ritmo, pero no se encontr¨®, para cada una de las obras y de sus partes, el car¨¢cter espec¨ªfico que las singulariza dentro del inmenso cat¨¢logo bachiano.

Con Haendel aument¨® la variedad. Koopman exigi¨® de la orquesta una gama din¨¢mica mayor -ampliada hacia el piano- y estableci¨® un fraseo m¨¢s rico para las respuestas que recib¨ªa de la agrupaci¨®n, tanto ¨¦l mismo -solista en la ¨²ltima obra- como la cantante. Kozena hizo una Salve Regina totalmente oper¨ªstica, y unas arias de Ariodante que entusiasmaron a los asistentes por los m¨²ltiples recursos exhibidos: medias voces, graves bien colocados, agudos brillantes, recreaci¨®n del da capo, agilidades (Dopo notte) etc. La mezzo checa entusiasma y, sin embargo, no conmueve. Quiz¨¢s porque su l¨ªnea interpretativa est¨¢ m¨¢s enfocada al lucimiento personal (conseguido sobradamente) que al servicio de la m¨²sica.

El Concierto para ¨®rgano op.4 n? 1 de Haendel permiti¨® a Koopman, a su vez, mostrar sus habilidades como instrumentista: independencia r¨ªtmica de ambas manos, agilidad, acierto en la elecci¨®n de registros y mantenimiento de la tensi¨®n. Pero tambi¨¦n con el saj¨®n -aunque menos que con Bach- pareci¨® que faltaba algo. Hubo brillo, color, contraste, rigor y t¨¦cnica, cualidades todas que el Barroco necesita. Y, sin embargo, no es il¨ªcito preguntarnos: ?basta con eso?.